29/11/07

Cavilaciones de Dios


Dios está tirado boca abajo sobre la hierba de su magnífica pradera. Con la barbilla desnuda apoyada sobre su mano (se afeitó hoy, a las 10:00 am, hora de Bs. As., se levantó tarde y pensó que un cambio de look no le vendría nada mal) mira insistentemente un diente de león (taraxacum officinale) y piensa en los humanos que vivimos aquí.
Está aburrido. Esto de crear universos y estar solo es una cagada.
No le quita la vista al yuyo que parece un negro de Harlem con el afro teñido de blanco.
Piensa, De dónde sacaron que fueron creados a imagen y semejanza mías, en qué me equivoqué, por qué hay tantas religiones, no debería haber ninguna, de hecho, yo no tengo, pero creo en mí, me toco, me pellizco y me duele, ergo sum, ja ja, Lennon la cazó al vuelo.
Arranca un pastito, se lo pone entre los dientes y lo chupa, Este malbec no está nada mal, se dice.
Todos dicen que me les he revelado alguna vez... si supieran... se mueren del susto.
Los judíos, al menos, prohiben imaginarme y hasta nombrarme; esto no deja de tener cierta cobardía y también arrogancia, en tanto se proclamen el pueblo elegido pro mí.
Los cristianos ya no saben en cuántas iglesias dividirse, el Papa, natas que come por veinte y nada en oro, dicen que Cristo es la verdad, la verdad es que no me acuerdo de Cristo.
Los musulmanes, hay algo que no entendieron.
Mola dice que el Hombre me precisa tanto cómo yo a ellos.
Debo confesar que la humanidad me salió un poco para el orto.
Continúa mirando el diente de león fijamente y piensa, ¿Y si soplo?

28/11/07

Lujuria proactiva


Hola, sí, a qué hora viene, tan tarde, y que sale más barato, mandar los containers a un depósito fiscal o pagarle horas extras a la gente para que los descarguen, ajá, listo, que descarguen a la hora que sea, cómo qué pasa con las horas extra, no, pibe, todavía no entendiste nada, no pagamos ninguna hora extra, que para qué pregunto, simple: es otro logro cuantificable que haré constar en mi evaluación anual ante el directorio, ajá, sesé, bue, chau.

Qué stress, qué stress, menos mal que con esto ya me compro la casa frente al mar...

Meditaciones de la membrana


La membrana mucosa se estira, histeria, elástica, porosa, se contrae y sabe lo que piensa, aunque lo niegue, está cerca, se prepara con pasos de araña. Dactilar.


Membrana membrillo, gotea y se enreda en los capilares.

Se tensa y palpita, palpito la mucosa.

Tiende la cama y se llena.

Puta que sos inquieto, que no se detenga, que no, qué inquieto.

Dale, dale, duele, que no importa, tengo sábanas de sobra de almíbar de seda que gotean y se enredan.

El serúmen es amargo, pero la mucosa no se entera, flota entre las esporas blancas.

Membrana membrillo, brilla, sabrosambrosía, si la mucosa tuviera lengua...

22/11/07

Cómo nos ven los asiáticos


Partamos de una verdad irrefutable: no existen razas humanas.

Solo existe La raza humana.

Por dentro somos todos iguales, por fuera, todos distintos, y no me vengan con que los perros por dentro son todos lo mismo. Ya bastante tenemos con que la palabra raza es bastante fea.

Dicho esto, sepamos que los asiáticos no son amarillos. De chico me esforzaba en ver a un chino o japonés con la piel de ese color y nunca lo comprobé. Pero entonces me decía, si lo dicen, será así (ah, la idología...).

En fin, lo que me ocupa en este post son los ojos asiáticos, o mejor dicho, los párpados. Son más cortos, más tensos que los "nuestros".

Determinar la razón de esta curiosidad nos llevó algunas botellas de buen tinto durante una salida tigrina y gastronómica en la isla del arquitecto Melandri. Obviamente que debe haber tratados antropológicos que detenten sus razones con cierto rigor científico, pero lo que a nosotros nos gusta es inventar con base en algún texto, que cuando llega el momento de citarlo lo hacemos mal (particularmente yo) o sencillamente lo olvidamos.


Creo que mantuvimos este diálogo (él seguramente lo olvidó por razones etílicas, yo todo lo recuerdo):


Los párpados asiáticos son así, cortos, porque originalmente había mucho viento en la Mongolia y debían entrecerrar los ojos para evitar que les entre el polvo, a través de la adaptación al medio, los párpados mutaron, se acortaron para tener la vista entreabierta sin esfuerzo y sin empolvarse la mirada, Pero viento hay en todos lados, Sin embargo, a los asiáticos se los dejó así, No, el factor clave es el nomadismo, los mongoles eran nómadas y la exposición a la intemperie era mayor, O también, no sólo el viento, sino el resplandor del sol en la nieve eterna, como les pasa a los esquimales que son mongoles originarios, los indígenas en general tienen los ojos rasgados, Los africanos no y vivían a la intemperie, Mmm, sigamos con los asiáticos, el caso es que para nosotros ellos tienen los ojos así, pero cuando estuve en Taiwan pude enterarme de que en tiempos de conflictos con los rusos, a los chinos en la escuela les enseñaban que "Russia people, big nose, big eyes", es decir, el ruso, representante de lo no asiático rasgado, tenía como rasgo diferencial los ojos y la nariz que encontraban al compararse desmesuradamente grandes, es por eso que cuando se producen los primeros Manga (comic japonés) pensando en el mercado americano, los personajes tienen todos ojos enormes (Astroboy, Meteoro, etc.,) Y la nariz, qué pasó, Debe de haber quedado mal en el dibujo, luego salió el Hentai, que es el Manga erótico/porno, combinan las caritas angélicas con mujeres tetotonas y curvas firulais, Te excitan, Mil millones de asiáticos no pueden estar equivocados.

21/11/07

No es el tedio, c'est l'Ennui!


Charles Baudelaire (1821-1867), poeta maldito francés, escribió las memorables Flores del mal, un libro de poemas que se inicia con uno llamado "Al lector".
Y tal vez, con este poema hubiera bastado. Con esto no quiero decir que el resto sobra, este texto, a modo de prólogo o de advertencia, introduce un término clave, medular, que atraviesa a todo el poemario y que en castellano ha sido traducido de manera incompleta. La traducción que sigue no es mía (yo no sé francés, ye nö se pa!), pero donde se tradujo "Es el tedio!", repuse lo escrito por su original en francés, "c'est l'Ennui!".
Como sucede en muchas lenguas, hay términos que al querer traducirlos no encuentran equivalente, se precisan más palabras y aún así no se llega a trasmitir su verdadero significado en la lengua original.
Por eso, "l'Ennui", no es sólo "el tedio", es mucho más: es el desgano, la falta de voluntad, la inercia hacia la nada, una angustia que imposibilita poner en palabras lo que se siente, una parálisis del alma, la experiencia de lo real (Lacan).
Orvuá, mon cherí.

AL LECTOR
Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan
la mezquindad, la culpa, la estulticia, el error,
y, como los mendigos alimentan sus piojos,
nuestros remordimientos complacientes nutrimos.

Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,
con creces nos hacemos pagar lo confesado
y tornamos alegres al lodoso camino
creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.

En la almohada del mal, es Satán Trimegisto
quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu
y el precioso metal de nuestra voluntad,
íntegro se evapora por obra de ese alquímico.

¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos sórdidos les hallamos encanto
e, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,
bajamos hacia el Orco un diario escalón.

Igual al absoluto que besa y mordisquea
el lacerado seno de una vieja ramera,
si una ocasión se ofrece de placer clandestino
la exprimimos a fondo como una seca naranja [...]

Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,
no adornaron aún con sus raros dibujos
el banal cañamazo de nuestra pobre suerte,
es por que nuestro espíritu no fue bastante osado.

Mas, entre los chacales, entre las panteras y los linces
los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,
los aulladores monstruos, silbantes y rampantes,
en la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza.

¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!
Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos
convertiría con gusto, a la tierra en escombro
y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;

C'est l'Ennui!- Anegado de un llanto involuntario,
imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.
Lector, tu bien conoces al delicado monstruo
-¡Hipócrita lector- mi prójimo- mi hermano!

20/11/07

El austriaco más famoso


Este fin de semana, como todos los últimos años, se celebró en la plaza de Martínez la fiesta de las colectividades. Allí, cada país ofrece a la venta sus platos típicos y el domingo por la tarde bailan danzas típicas.
Hasta aquí, un remedo de artículo periodístico común y corriente.
Mi ojo que todo lo echa a perder registró lo siguiente:

1. Precios populares
Todos los platos (modestos) salían entre 7 y 9 mangos. Precios populares para gente como uno. Y bueno, beibi, eshtásh en Martínesh. Las gaseosas, 2 y 3 maravedíes. La cerveza, entre 4 y 9 óbolos, según el tamaño del vasito y el rostro del bebiente.

2. Plato típico más consumido
Shawarma, de origen árabe.
Se lo encontraba en los puestos de: Siria, Nigeria, República Dominicana, México (llamado burrito)

3. Productos regionales más originales
Senegal: dirigidos por unos morochos más negros que la noche, vendían relojes de Taiwan.

4. Tragos buenos y malos
Buenos: chevecha artesanal, cara pero rica, che.
Malos: Mojito preparado por una corpulenta negra en el stand de Cuba. Feo pero feo, eh.

5. Mejor plato
En el puesto de la India, un arroz con cerdo (vaca no, nene), vegetales y picante de verdad, iupi, iupi. Además me dijo cómo hacer un buen curry picante, secreto que me llevaré a la tumba.

6. Tensiones culturales registradas
En la esquina, el stand de Siria con un miembro de Al Qaeda fileteando el shawarma que tenía un ojo puesto en la espada con carne y el otro en el stand de Israel. Los puestos de Alemania -había tres- que rodeaban al de Israel para que no se escapen. Mientras, los tanos con cara de yo no fui vendían a $4 sanguchitos de jamón (paninno con prosciutto di Parma, il vero, ¿si?)
Lo malo del stand de Israel era que cuando quise ir a comprar falafel, sha no había más, oy, oy, oy, si querés te traigo humus. Y qué hacía yo sólo con el humus, yo lo quería con falafel. A cambio y con decepción, me llevé unos kinches de papa, fríos, oy, oy.
Las armas de todos estaban bajo las mesas.

7. El austriaco más famoso
Al llegar al stand de Austria intercambié unos iódele iodelé hi hu con mis connacionales, compré unas galletas con comino (a mí sí me importan), nos reímos, ja ja jo, y miré hacia abajo donde había un afiche con fotos que decían ser los austriacos más famosos, a saber: Nikki Lauda, Mozart (¿no era alemán?), Schwartzenegger, Romi Schneider, yo no estaba, otros que no me acuerdo y..., faltaba uno. Menos mal, aunque ganas de ponerlo no les debe de haber faltado.

8. La danza tirolesa y mi reflexión final
Al llegar el turno de los tiroleses, los representantes, vestidos con sus Lederhosen, medias altas, camisa blanca y sombrerito verde con pluma bamboleante, se entregaron eufóricos a la música, una especie de cumbia villera de los alpes plagada de iódeles. Ho, ho, ho, qué danza más feliz, casi infantil. El clásico baile de cortejo (el baile no es otra cosa), la búsqueda de la pareja para preservar la especie, que con vos sí, con vos no, las muchachas corrían en círculos, rápido pero no tanto, debían dejarse atrapar por uno de los blondos barrigones. Luego los machos realizaron unas acrobacias absurdas (salto rango y mida) y la gente sonreía y aplaudía. Pero yo pensaba... haciendo estos bailecitos ridículos, inofensivos, pueriles, arios, exterminaron 6 millones de personas.
Se me chispoteó, diría el Chavo...

15/11/07

Ey Joe, le pegastes un tiro, le pegastes, iupi, iupi

Seguidamente lo que cuenta la pedagógica letra de Hey Joe, del amici Hendrix. Al traducirla en prosa me quedó onda Kerouac, En el camino, pero versión Saramago con doblaje Cine de Super Acción y notas porteñas. Bébase frío y escúchese/vea en:
http://www.youtube.com/watch?v=m8Ebcx-mTns

Ey Joe, adónde vas con ese revolver, ey Joe, te dije que adónde ibas con ese revolver, Está bien, voy a pegarle un tiro a mi mujer porque la encontré con otro tipo, sí, voy a pegarle un tiro, la encontré con otro tipo, ja, no me digas que no está bueno eso.

Ey Joe, oí que bajaste a tu mujer de un tiro, que la bajaste de un tiro, te digo, Sí, lo hice, le disparé, sabías que la encontré portándose mal por el pueblo, la agarré con las manos en la masa, le pegué un tiro.

Está bien, ey Joe, pegale otro tiro, nene, Sí, sí, Ey Joe, Ah, a cavar, Ah, Ah, Joe, a dónde vas a ir, Ajá, bien. Ey Joe, acabo de preguntarte, ey, a dónde te vas a escapar, te dije que a dónde vas a ir ahora, dónde, dónde, ey, Joe, Bueno, a cavar, me voy para el sur, sí, para sur hasta México, genial, al sur donde podré ser libre, Adónde vas a…, Nadie me va a encontrar, pibe, no me van a colgar, no me van a poner ninguna soga al cuello, Ey Joe, adónde..., Más vale que lo creas, me voy ya, ya, ya, Sí, mejor que te vayas ya, Chau, Chau, todo el mundo, chaaaaa locoooooo.

Un poco de rocanrol, nennna


Un recreo musical.

De los Grateful Dead, pero la versión de los Black Crowes es inmejorable.

Al que pueda cantar (igual que el pibe) la frase remate:

"Hey little thing let me light your candle
cause mama Im sure hard to handle, now,
Gets around
"

un caramelo Media Hora.

http://www.youtube.com/watch?v=OG4FZ2hUgg4

14/11/07

Los árboles de Kafka


Una pequeña traducción de K.


Los árboles

Pues somos como troncos de árboles en la nieve. En apariencia están blandamente apoyados, de modo que se los puede apartar del camino con un pequeño empujón. No, eso no es posible, están unidos a la tierra con firmeza. Pero cuidado, incluso esto es aparente.


Die Bäume

Denn wir sind wie Baumstämme im Schnee. Scheinbar liegen sie glatt auf, und mit kleinem Anstoß sollte man sie wegschieben können. Nein, das kann man nicht, denn sie sind fest mit dem Boden verbunden. Aber sieh, sogar das ist nur scheinbar.

Kafka trabajó en La Caja


Ayer me encontré con un Paolo Orifici, un decente italiano que trabaja para La Caja, compañía de seguros.
Me comentó que había leído el post Para leer a Kafka y me brindó una valiosa información para la farándula de la literatura: K trabajó para La Caja.
Sabía yo que mientras Franz escribía lo que nos dejó, se ganaba el pan trabajando para una compañía de seguros en su Checoslovaquia natal, pero no que lo había hecho para Assicurazioni Generali (La Caja, en estas pampas).

Para ver si lo tenían como empleado notable, en la web de Generali escribí "Kafka" en la ventana search y el resultado fue: Non ci sono contenuti che corrispondo alla ricerca o la ricerca non e` valida!

Sin embargo, Paolo prometió enviarme una publicación interna de Generali con una reseña sobre el ilustre lustra letras.

Fumando espero, Orifici.

12/11/07

metamorfosis

El guerrero ha recibido el golpe mortal y agoniza en el campo de batalla. Pronto su alma se sumará a la humareda desorientada de los demás.

Mientras la calma y la sangre se entretejen de ecos metálicos, cuerpos rígidos y los que aún se lamentan, su caballo corcovea para que se levante y continuar. Desde el barro, el caballero le monta la mirada y espolea para que lo lleve lejos.

Atrapen al caballo de Gottfried, gritan los vencedores. Con el galope desbocado los pasa por encima y las flechas le silban cerca pero no podrán alcanzarlos ni evitar que se arrojen, corcel y mirada, por el risco hacia los mares helados.

No sólo la metamorfosis se completa en la fiera, también es una de las formas de la muerte y la resurrección.

Última pagina del diario de mi abuelo, el explorador


"Cuando recibí el telegrama tomé el primer vuelo. Luego del intraducible viaje en un camión destartalado que se detuvo varias veces por recalentamiento llegué a Khorsabad, antiguamente llamada Dur Sharrukin. Dije su nombre en la recepción del hotel y me condujeron hasta su cuarto. Casi no hacía bulto bajo las sábanas, pero todavía respiraba. El ventilador de techo giraba tan despacio que las moscas tenían tiempo para saltar sobre las aspas. La mujer que le cambiaba los paños con agua y vinagre, al verme con su rostro velado, se levantó y desapareció tras la puerta. El que habría sido su asistente me reprochaba no sé qué en un inglés rudimentario. Me senté junto a él y contuve el aliento varias veces para evitar respirar el olor de las costras y llagas. Me miró y movió, no sin esfuerzo, sus ojos casi consumidos hacia una pequeña mesa. Sobre ella había un brazalete de oro asirio y una nota con escritura cuneiforme. Él abrió apenas la boca y torció la lengua, corrupta también, pero no pudo decir nada. Metí el brazalete en el bolsillo y traduje para mí:

"Si estás leyendo esta inscripción, es que has profanado mi tumba y mis tesoros. Aunque puedes irte ya no hay regreso. Luego de la agonía más dolorosa cruzarás el umbral y andarás desnudo y sin descanso por el desierto eterno que arde bajo el sol del mediodía, poseído por los espíritus del insomnio".

Tiré la nota en el cenicero del lobby del hotel y fui a reunir gente para la excavación."

10/11/07

Papageno, un pajarón pero un amici


Otro momento genial de La flauta mágica, de Amadeus.

Papageno, que suele ser definido como un hombre-pájaro o pajarero (también un pajarón), que acompaña al protagonista Tamino. Es torpe pero buen tipo y está desesperado por encontrar el amor, el cual busca durante toda la obra hasta que, frustrado, piensa cómicamente en el suicidio. Otros personajes (los tres muchachos) le sugieren que haga sonar su carillón mágico y así encuentra a su bella (bah, otra pajarona) Papagena.
Su cómico y tartamudeante encuentro en un dueto comienza repitiendo "Pa-pa-pa-pa (cuarenta y ocho veces) -geno". A los dos minutos de saberse el uno para el otro ya discuten sobre cuántos Papagenos y Papagenas van a engendar.

Pareciera que en aquellos tiempos amor era igual a progenie. Sin embargo, la preocupación de Papageno era ser el único o el último de su especie. Hasta que Papageno no encuentra a su mitad lo domina la angustia por no poder trascender.
Es el temor de morir y no tener quién te recuerde, o aún peor, no tener quién te olvide.


Escuchar este dueto me pone de buen humor.


Schikaneder y Mozart, precursores del dicho, "todo roto tiene su descosido"


Vean y escuchen esta buena versión en You Tube:





9/11/07

Una vejez digna


Luego de una amansadora en el banco se me hacía tarde para llegar a un cliente. Cobraban los jubilados que hacían una fila que daba la vuelta a la cuadra.

Iba a cruzar la puerta pero un pibe que caminaba hacia atrás no me dejaba pasar. Tenía los brazos extendidos. De la punta de sus dedos, como en un espejo del tiempo, se proyectaba simétricamente un viejo.
La situación se había invertido.
Así como alguna vez el abuelo sostuvo de sus manos al nieto que daba sus primeros pasos, el nieto ayudaba al abuelo a dar sus últimos. La ausencia de dientes le chupaba los labios, la barba de tres días, como ralladura de coco, peinado con un cohete, pantuflas, pantalón de franela y la camisa mal abotonada hasta el cuello al que se le doblaban las puntas para arriba. Temblaba tanto que parecía que iba a derrumbarse.

Yo me paré a un costado y esperé sin decir nada a que terminaran de entrar, pero el anciano se puso nervioso y tembló aún más, en sus ojos había desesperación y arrepentimiento, se sentía un estorbo, quería pasar rápido para no demorarme y las piernas que no le daban y el nieto que no decía nada, pero tenía cara de rogar para que se moviera de una vez.

Tranquilo, abuelo, le dije, no hay apuro.

Me sentí un imbécil, cómo le voy a decir que no había apuro, a él que tenía la muerte pisándole los talones de las pantuflas.

7/11/07

punto G


Pareciera que por estos días hago de los cafés de las estaciones de servicio, mi oficina de trabajo itinerante. Esta vez, en la Esso de Gral. Paz, mano a Riachuelo. Hablábamos de diversos temas cuando le sonó el celular, vigilante de la modernidad. Yo me puse a mirar para afuera y me llamó la atención una chica gasolinera, un invento de marketing, eso de poner una mina a que te llene el tanque, te mida el aceite y la presión de las gomas, cosas que los machos cabríos hacen (o hacían) exclusivamente a las hembras. Qué es eso de invertir los roles, no es feminismo, es rascar con la uña el instinto animal, es hacer creer que estas chicas gasolineras están en celo y que están dispuestas a revolcarse con nosotros en la fosa, porque no las visten atractivas sino lúbricas (nunca tan afín al contexto este adjetivo).

Volviendo a esta chica gasolinera, parada a medio camino entre los surtidores y el café (Esso shop), de pronto se encuentra con una chica, de "civil" (odio las comillas), pero no cabía duda de que se trataba de otra chica G. Cambian unas palabras, se miran, la de civil tenía los bordes del rostro colorados, se abrazan con amargura y en silencio. La de civil luego entra al café, camina hasta detrás del mostrador, hace un par de maniobras, habrá fichado, le dice algo a otra quien de inmediato la lleva con el supervisor, un macho cabrío de corbata que no se ensucia, y en segundos, sí, en segundos, un auto la viene a buscar. Ella se sienta atrás. El supervisor, que no se ensucia, le indica algo al conductor a través de la ventanilla (¿le habrá dicho que el viaje corre por cuenta de la compañía?) y parten, no sin antes pasar por donde yo estaba sentado.
Vi entonces el preciso instante en que el remisero espió por el espejo retrovisor cuando a ella la expresión se le desfiguraba en un llanto doloroso, como pocos, y que no le entraba en las manos.

Sexo y muerte, el goce, como nunca, manifestado en la piel de una estación de servicio.

Seguimos con la lista de precios, me preguntó.

6/11/07

para limpiar conciencias bien limpias



5/11/07

habría que matar a los intolerantes


Si es necesario proclamar en la ley fundamental (ver Preámbulo de la Constitución Argentina) que vivimos en un país libre, es porque justamente, tal libertad no existe.

Para explicarlo en un santiamén, recordar la respuesta que invariablemente da un sujeto acusado de xenofobia o antisemitismo: "¿Yo antisemita?, si tengo muchos amigos judíos".

Este blog nunca proclamó (ni proclamará) la libertad de expresión, ni dijo que no censurará comentarios de los visitantes, aún siendo anónimos, trasvistiendo identidades de otros o mofándose de los textos aquí expuestos y de mí (bien que hacen).

Como por ahora tengo el derecho de decir lo que quiera como quiera, los que me lean también.

No me suscribo a la frase hipócrita, "aunque no esté de acuerdo con lo que digas daría la vida por dejar que lo digas", simplemente porque a los intolerantes hay que matarlos a todos y porque los trabalenguas son imbéciles.

2/11/07

santi amici


Íbamos los amici en el auto de Mascetti (me estoy reconciliando con las mayúsculas) con destino a aquel encuentro gastronómico de camaradería en Belgrano R.
Semáforo. En el auto de al lado, una fémina en la plenitud de la vida (más de 40?, cuándo es?), ensimismada, atractiva (no para mí, tengo estándares muy altos), bronceado de cama solar, maquillada, recién salida de la peluquería, parecía.
Nos mira (somos irresistibles), la saludamos, se ríe.
Melandri, que no oye bien, le debe haber hecho una de esas muecas estúpidas. Se ríe más. Mascetti le dice, Mi reina, si no hubiera estado con estos tres..., ella con un gesto apesadumbrado, alza el anular y muestra la alianza con Dios y un hombre. Yo le digo (algo antiquísimo), Que uno esté a dieta no significa que no se pueda leer el menú. Ella levanta las cejas aprobando y vuelve a reirse (mi amigo Forni diría que tiene problemas en las encías), verde, el tránsito se mueve y ella se perdió en la esquina.

Hemos hecho un acto de bien.
Sí, va a llegar a casa con la autoestima a full.
Deberían canonizarnos.
Sí, esta noche, cuando el marido le haga cucharita le va a decir con ese orgullo malicioso, así que hoy querés, já, esta noche la que no quiere soy yo, le dará la espalda, juntará las rodillas y se dormirá con una gran sonrisa.
Y algo de humedad.
También.

143


Esperaba en el café de una estación de servicio a que me avisaran cuando estaba listo el cambio de aceite de mi auto.

Me senté a una mesa, pedí un cortado, prendí un cigarrillo, iba a sacar del portafolios una antología de Kafka en alemán que le robé al arquitecto Melandri (igual, nunca la iba a leer), pero no: me puse a observar. Qué otra cosa se puede hacer cuando no se tienen ganas de leer.

A dos mesas de distancia, un hombre y una mujer de treintitantos. Ella tenía varios anillos pero faltaba el de casada. Él la escuchaba. Ella no paraba de hablar aunque en tono bajo. No eran pareja, aún. Ella estaba producida, casi elegante. De él sólo veía su espalda. Hablaban de cualquier cosa. Ella estaba sentada de costado, apuntándole con el hombro desnudo que de tanto en tanto se acariciaba o frotaba, tal vez manifestando un deseo, tal vez por el aire acondicionado un tanto prematuro para primavera. Tomaban café, ella hablaba seria pero cada frase la terminaba sonriendo o con una carcajada discreta. Ella tenía las piernas cruzadas y botas texanas, o algo así. Los dos tenían celulares en la cintura, parecían cowboys urbanos, ella más, con esas botas.

Sonó un celular, desenfundaron al mismo tiempo. Era para mí, dijo él. Ella levantó la tapa del aparato de todos modos, re moderno, tal vez para mostrarlo, tal vez para mirarse el maquillaje en el reflejo.
Todo bien, le preguntó ella, y él asintió.

Jefe, el auto está listo, me dijo desde la puerta el encargado.
143 mangos. Hijos de puta, aceite y filtro, 143 mangos. En marzo me había salido 80.

Pagué no sin rezongar. Mi viejo me diría más tarde (demasiado) que en la YPF sale mucho menos.

Me di vuleta pero la mesa de ellos ya estaba vacía.

1/11/07

Variaciones de la mula (otra, apenas)


Sí, yo lo conocí.

Bueno, es una manera de decir. En realidad, él vivía en la casa de enfrente. Era soltero, o separado, o viudo, algunos decían haber oído que su ex mujer está terminando sus días en un hospital siquiátrico de no se sabe dónde. Vivía solo, no tenía perro. No hablaba con nadie, no tenía amigos, alguna vez nos habremos dicho buenos días, o para ser justos, yo le habré dado los buenos días, él apenas habrá levantado la vista por un inevitable acto reflejo, para luego huir por la esquina metiendo el cuello entre los hombros. Ahora que lo pienso, su mirada, qué extraña. Era de esas miradas de ojos achinados, negros de tan hundidos, como si se los hubieran apretado con los pulgares y en el fondo una chispa maligna.

Un día no lo vimos más. Sabíamos, sin embargo, que no se había ido: la luz de la tele parpadeaba constantemente contra la cortina de percal y a veces, una silueta enorme se proyectaba entre gases y fogonazos blancos de soldadura.

Algo hacía ahí dentro, encerrado, sin salir jamás.
Nadie sabía su nombre.

La correspondencia que se le amontonaba en la puerta tras la reja iba dirigida a la dueña anterior de la casa, fallecida hace unos cuantos años ya. Durante un tiempo parece que estuvo suscripto a ese tipo de revistas, ya saben cuáles, no esas, de las otras. Él se escondería tras la cortina de la ventana siempre entreabierta y esperaría a que viniese el correo para salir furtivamente después de la medianoche para recogerlas del porche. La casa no era grande -al menos el frente era angosto- pero tenía terraza.

Algunos dicen que habría tenido negocios dudosos con gente de Filipinas y que habría hecho una gran fortuna de golpe, y que del mismo modo la perdió, y que tal vez por eso su mujer…

Había ruidos extraños en su casa de tanto en tanto, parecían lamentos. También los había de martillazos, sierras, pero con intervalos largos, debía cansarse, es que no comería, si no salía, dónde compraría la comida, qué hacía allí encerrado todo el día.

Una noche -yo volvía de pasear al perro- hizo pasar a su casa a un grupo de hombres, parecían todos iguales, pero como a la hora se fueron, eran seis. Minutos más tarde oí, con un ritmo asmático, el rechinar de fierros arrastrados por la escalera que llevaba a la terraza. El cielo nocturno desapareció, sería pasada la medianoche, pude ver su pelo agitado por el viento allá arriba, qué había fabricado, para qué.

Del techo salieron disparados dos relámpagos que se escurrieron en el cielo cerrado.
Un estallido tremendo hizo temblar el suelo y de inmediato, esa luz cegadora.

Luego la oscuridad silenciosa.

La cortina, hoy algo raída, aún se mueve con el aire y la luz perpetua de la tele.
El correo sigue amontonándose, pero aquellas revistas, ya nadie las busca.