29/2/08

Cuentos que me contaron y me hicieron reir mucho I


El virus de la Manchuria


Un sujeto se había ido de turismo sexual a Asia.
En su periplo de entrega a los placeres prohibidos no dejó títere con cabeza.

Hasta que tuvo que volver.

Una mañana, al levantarse para orinar descubre que su virilidad presenta manchas verde fluorescente y pústulas purulentas. Horrorizado, sale corriendo al hospital donde es sometido a una infinidad de análisis. Ya con los resultados en el consultorio con el médico, quien luego leer y repetir una seguidilla de ajás, mhmms, psés y enfines, mira al paciente desesperado quien se anticipa y le pregunta, Qué tengo, doctor, qué tengo, Usted tiene el famosísimo virus de la Manchuria, Ah, bueno, respiró aliviado, venga la inyección y listo, Lamento decirle que el virus de la Manchuria no tiene cura, Cómo que no tiene cura, Por eso es famosísimo, y antes de que la infección se extienda y le provoque una dolorosa muerte hay que amputar la zona afectada, No, no, no, no, nada de amputar, y huye despavorido del consultorio llevándose por delante en los pasillos a camilleros, enfermos y enfermeras.


Caminó sin rumbo por horas hasta que se encontró en el barrio chino. A unos poco metros dio con un local donde atendía un médico chino, y pensó que siendo el mentado virus frecuente entre aquella gente, era casi seguro que allí lo ayudarían de verdad.


El local estaba emborrachado de incienso, Budas de oro, el color rojo y lámparas de papel de arroz. Traspasó una cortinita de cañas de bambú y vio al doctor arrodillado sobre un almohadón, tal vez rezando, tal vez meditando, tal vez durmiendo. Era un anciano de milenaria y fina barba blanca, como de hilos de seda y sus uñas, sin dudas, podrían atravesar una manzana grande.


El enfermo, preso de la desesperación se baja los pantalones y sin prolegómenos le dice, Doctor, doctor, ayúdeme, el médico me me dijo que tengo el virus de Manchuria y que me lo tienen que amputar, el chino, inmutable se acarició la finas hebras de su barba y sonrió, el tipo prosiguió, seguro que hay un tecito de hierbas que cura de inmediato, algo, Vilus de la Manchulia, dijo el médico y volvió a sonreír, Por favor deme algo ya, Amputal, amputal, estos doctoles no saben nada, Ja, ya lo decía yo, Nada de amputal, Qué suerte que lo encontré a Usted, Amelicanos estúpiros, todo lo solucionan con opelaciones, amputando, Qué bien, qué bien, deme ese tecito, nomás, Nada de tecito miragroso, nada de amputal, sonrió y dijo meciéndose la barba, en dos días se te cae solo.


27/2/08

Deep Purple nos cantó las 40


Anoche fuimos con Mola, el Pajarete y sus vástagos, a ver a Deep Purple que celebraba en esta gira sus 40 años en el rock.
Luego de haber visto a Queen, los Stones, Kiss, Peter Frampton, Rick Wakeman y muchos otros más puedo decir que estos tipos son la mejor banda de rock de la historia junto con Zeppelin. No tienen una parafernalia electrónica de órdago ni son lo que se dice popularísimos. Pero ellos son el rock. El rock con cojones. Sus temas son la culminación del género, es lo que el rock debe ser: simple y virtuoso, de dientes apretados, sísmico, vital y reconfortante.
Podrían haber muerto como todas las demás bandas, pero no. Se les fue Ritchie Blakmore y siguieron sonando Purple.
Aún cuando el rock murió en 1980 a manos del punk y pop, DP se mantuvo latente hasta que resurgieron con el espectacular Purpendicular (1996).
Están viejos pero se les nota que la pasan bien sobre el escenario. No vinieron a robar, como dijo el Pájaro.
Ian Gillian parece que se va a morir en el próximo grito, pero no, grita 500 veces en todo el show y sobrevivió. Pero su voz sigue siendo distintiva.
Steve Morse, el "nuevo" guitarrista, la rompe, pero la rompe en serio: tiene esa rara mezcla de virtuosismo y sentimiento cuando hoy o sos Stevie Vay o Clapton.
Don Airey, que le tocó el duro oficio de reemplazar a Jon Lord, hace estallar el Hammond.
Roger Glover, con el paso del tiempo sigue siendo de madera pero lo deben querer mucho en la banda, tal vez hace buenos chistes, es buen amigo, qué se yo, pero igual se merece estar ahí, es miembro fundador.
Ian Paice, gordo y viejo como está, es el alma de la banda. Es uno de los pocos que tiene un sonido y modo propio de tocar la batería. Aunque estuviera amplificada, nunca sentí tantas patadas en las bolas cada vez que le daba al bombo. Mientras en el heavy metal los bateros usan dos bombos él hace lo mismo con uno solo. El baterista de Iron Maiden y los que vinieron después no inventaron nada, se lo deben todo a él.

En los videos de música de este blog pueden ver y oir Higway star. Después me dicen.

Parece que me gustó ver a Deep Purple ayer...

24/2/08

Las cifras de Badiou


En El siglo (cap 3, pág 47), de Alain Badiou, filósofo francés, enumera estas interesantes cifras.

1. Hay en Europa cerca de 500.000 personas con sida. Gracias a la triterapia, la tasa de mortalidad está en caída libre. La mayoría vivirá, al precio de un tratamiento gravoso y crónico.
En África hay 22 millones de personas infectadas con sida y los medicamentos están prácticamente ausentes. Una de cada cuatro personas morirá y en algunos países la relación será de 1 cada 3.
La distribución de medicamentos a estos países africanos es absolutamente posible: basta con que los países que elaboran estos medicamentos se los entreguen a los países en cuestión a precios genéricos.
El esfuerzo económico que demandaría es muy inferior a lo que cuestan las expediciones militares "humanitarias".

2. Las tres personas más ricas del mundo poseen una fortuna superior al PBI conjunto de los 48 países más pobres del planeta.

3. Si se le quisiera dar a la poblacion mundial un acceso cuantificable a los alimentos (2700 calorías diarias), así como el agua potable y los recursos sanitarios básicos; la suma total necesaria, más o menos, equivaldría a lo que los europeos y norteamericanos gastan anualmente en perfumes.

4. Si tomamos el 20% más pobre y el 20% más rico de la población mundial, en 1960 la franja superior tenía un ingreso 30 veces más alto que el de la franja inferior. En 1985, ese ingreso era 82 veces más elevado.

5. En 70 países (40% de los países del mundo) el ingreso por habitante es menor que hace 20 años en cifras constantes.

¿Hay alguna guarismo que lo conmueva/toque, aunque sea de costado?

Agua de la noche anterior


Hace un rato fui a encender la luz del velador para escribir un nuevo post -veo que estoy prolífico estos días- y me encontré con un vaso de agua intacto que mi mujer dejó la noche anterior por si tenía sed entre sueños.

Sentí ganas de tomarla pero vi que contra las paredes del vaso se agolpaban pequeñas burbujas.

Recordé que alguien me había dicho que esa agua absobre los espíritus errantes de la noche y que para evitar embrujos no hay beberla.

Una estupidez, una insensata superstición.

Ver el agua me dio sed, mucha.


Por supuesto que no la tomé.

22/2/08

El beso del silencio


La luna se filtraba por entre las ramas altas hasta el suelo derramando un claroscuro lechoso y denso que se fundía con el insoportable calor alterado de insectos. Inmune a todo esto, la piel negra de Kalabi, jefe de los Amartú, tribu del centro del Amazonas y aún desconocida por el hombre que se hace llamar civilizado, espera a su futura esposa de pie sobre la piedra ritual. Vestido de barro, corona su cabeza la quijada de un jaguar cuya piel cae elegantemente sobre su espalda.

Ella ya ha sido dejada por sus padres al borde de la zona nupcial y prosigue su marcha en soledad. Él la presiente a medida que el ramerío se agita y se quiebra. La cercanía de Meko lo excita haciéndolo aullar. Ella finalmente lo ve y se detiene frente a él. Tiene miedo pero no piensa por qué. Está tensa como el animal que sabe que será presa de un momento a otro. Kalabi se aquieta y adopta la postura de jefe. Estira su brazo y enrosca su mano en el cabello de Meko. De un tirón brutal la trae hacia sí y sumerge su boca en la de ella con fruición. Paralizada, siente que los otros dedos de Kalabi le abren la mandíbula como a un mango maduro y que su lengua es succionada hasta toparse con los filosos dientes tallados de él. Sabe ella que ahora debe cerrar los ojos y entregarse, así es el milenario ritual.
Kalabi, con los ojos amarillos y las pupilas verticales hunde sus dientes en la tierna lengua de Meko y saborea la sangre que brota y les chorrea por las comisuras. Lucha unos segundos hasta que logra arrancarle la lengua de cuajo. Mientras ella convulsiona lanza un grito sordo.
Despreocupado, él la deja caer desmayada: debe ocuparse de masticar y tragar el singular regalo de bodas.

Luego, él la arrastra por los cabellos hasta su choza. Allí le llenará la boca con un preparado de hierbas que detendrá la hemorragia, y a continuación, la fornicará selváticamente hasta saciarse. Si logra sobrevivir al violento acto nupcial, ella lo mirará fijo a los ojos y parpadeará tres veces.

Recién entonces, él se levantará e irá por un sendero secreto hasta un poblado sin nombre cerca de Coari y beberá cerveza hasta el amanecer.

El jefe de la tribu caníbal Amartú efectúa el rito de deslenguar a su esposa en la noche de bodas para que nunca divulgue secretos entre las demás mujeres, y ponga, de este modo, su poder en peligro.


Como vemos, estas costumbres son muy diferentes a las nuestras, pero a la hora de pagar lo hacen con Visa.

21/2/08

Talión

La ley del talión es un principio jurídico primitivo, por el cual se imponía un castigo idéntico al delito cometido. Una de las primeras aplicaciones conocidas de este principio se remonta al código de Hammurabi (unos 1800 años antes de Cristo).

Una de las normas de este código establecía:
"si un arquitecto hizo una casa para otro, y no la hizo sólida, y si la casa que hizo se derrumbó y ha hecho morir al propietario de la casa, el arquitecto será muerto".
Esta idea se repite cuando se precisa:
"Si ella (la casa) hizo morir el hijo del propietario de la casa, se matará al hijo del arquitecto".

El término talión es mucho más reciente que el principio jurídico mencionado: fue denominado por los romanos talio, talionis (ley del talión), palabra derivada de talis (tal, igual, similar). Algunos usos: talionem imponere (pagar en la misma moneda); sine talione (sin que le hagan lo mismo, impunemente.

Arquitecto Melandri, por las dudas no construyas casas para esta gente.

Fuente: La página del idioma español

Las mejores frases de Dr. House

Dr. House y la criptografía


De todas las aburridísimas series de médicos, Dr. House es, para mí, la mejor.

El tipo es tan egocéntrico, sarcástico, hijo de puta con el prójimo y adicto al Vicodine (opiáceo) como genio para diagnosticar enfermedades indescifrables.

A House lo obsesiona diagnosticar, no salvar al paciente.

Diagnosticar es para él lo mismo que resolver un crucigrama o criptograma. Lo que está disperso y oculto debe ser reunido y revelado, así como la grilla vacía impresa en el papel va siendo completada -no sin tachaduras y enmiendas-, el cuerpo enfermo es grilla y letra oculta para House.


Etimologías

Cada tanto publicaré una etimología que periódicamente me llega por mail desde LA PÁGINA DEL IDIOMA ESPAÑOL



Eclipse


El verbo griego ekleipsein significaba ‘abandonar’, ‘dejar’, ‘desertar’ y a partir de él se formó el sustantivo ekleipsis (abandono, deserción, desaparición), que pasó al latín como eclipsis, nombre que aparece en nuestra lengua por primera vez en Gran conquista de ultramar (1300), y más tarde como eclipsi en Antonio de Palencia (1490). En la antigua lengua gallego-portuguesa hay registros como ecrisi.
Cervantes nos cuenta que Sancho Panza lo llamaba cris, pero Don Quijote lo enmendó rápidamente y le explicó que se debía decir eclipse:
«...el cris del sol y de la luna. Eclipse se llama amigo, que no cris el escurecerse esos dos luminares mayores, dijo D.Quijote».
Pero volvamos a la palabra griega ekleipsein para investigar su origen más remoto, que se vincula incluso con el mundo del crimen. En efecto, ekleipsein provenía de un vocablo mucho más antiguo que la propia civilización griega: la raíz indoeuropea leik- que significaba ‘partir’ y que dio lugar al término latino linquere (irse, abandonar, partir), que está en el origen de delinquir y de delito.
Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611), explica otro significado de eclipsarse:
«...metafóricamente suele significar morírsenos algún príncipe de cuya vida pendía nuestro remedio».

20/2/08

Sobre Dios I


He recibido diversos comentarios sobre mi percepción de Dios.

Algunos me imputan cierta falta de espiritualidad, otros me invitan a hacer un guiño cómplice avalando su existencia a pesar de mis vituperaciones, blasfemias y herejías.

Pues bien, hoy mi pensamiento es éste.

Nota preliminar: el uso o no de la mayúscula en la palabra Dios no es arbitraria.

Si vamos a hablar de Dios, saquémosle tanto toda semejanza antropomórfica como conductas humanas propone la Biblia. También removámoslo de una ubicación espacio-temporal, porque si está lo es en un lugar donde no se puede estar.

Ya lo dije, el dios religioso es un constructo humano, lo cual invalida cualquier noticia de Dios. Y auqnue mi exposición también es un constructo, trata de poner en lenguaje lo que está fuera de él.

La Biblia, el Corán y demás libros sagrados fueron escritos por el hombre. Las acciones de esos dioses son absolutamente autoritarias y cuando no lo fueran, no dejan de ser humanas, autorizan muertes, dominios, persecuciones y asesinatos...

Pero hay algo que rotundamente niega su existencia (la del dios de las religiones) y es que sólo es para los devotos, no los paganos. Así, quién demonios creó a los otros.

Las guerras santas, inquisiciones, preferencia de un pueblo sobre los demás y la radicación de los no bautizados en el limbo (no importa que el pepe mazinger lo haya abolido, ya es tarde, ya sabemos cómo piensan), son una clara actitud humana para fortalecer el poder y con él el dominio sobre el prójimo. Como decía Althusser, la religión es un aparato de control ideológico más. Si el origen divino de los reyes y la intermediación de los sacerdotes es mentira, el dios que lo sustenta también lo es.

Para este razonamiento me cae al dedillo la frase de Nietzsche, dios ha muerto (aunque no haya querido decir esto).

Los judíos intentaron algo interesante, dieron con una pequeña aproximación a aquello que dio origen a todo, de modo que luego de abrevar en milenarias ideas religiosas y mitos ajenos convinieron en que Dios es inimaginable y su nombre impronunciable.

Filosóficamente: la negación del Ser lo confirma.

Prácticamente: no nos rompamos la cabeza, aquello que creó todo lo que es, no es y es infinito, por definición no es imaginable y aquello que está más allá de las palabras no puede tener nombre.

Hasta aquí vamos, pero no pudieron resistir la tentación del poder. Autoritarios como eran (no sólo ellos, también los demás), a su descubrimiento lo patentaron como revelación de los elegidosser por prohibir: Prohibido imaginar y pronunciar el nombre de Dios, bajo pena de muerte. En los santos libros y puesto que Dios es inimaginable e impronunciable, cambiemos el verbo toda blasfemia o herejía está penada con la muerte.

La tortura mental de prohibir imaginar y pronunciar generó de ahí en más neurosis de lo más variopintas que ni siquiera la lic. Feinberg puede curar.

La palabra tortura no es aleatoria, es lo que es: un real retuerce de sesos.

El hombre es malo por naturaleza, dice el pesimista Saramago. Yo diría que la holgazanería es natural en el hombre, de modo que para conseguir algo busca la manera más facil y eso implica pasar por encima de los demás. Claro que hay gente menos “mala”. En el Caballero demediado, de Italo Calvino, queda claro que una persona absolutamente buena es insoportablemente melifluo, mientras que una absolutamente mala puede llegar a ser incluso divertida. Y de esto, cómo aceptamos que el mal sea representado por el diablo cuando éste fue creado por dios. Cómo explicamos que Dios haya creado el mal.

De todos modos, lo que a todo el mundo preocupa es si Dios escucha nuestros ruegos y actúa de modo consecuente.

Mi respuesta es no.

Aunque Einstein dijera que Dios no juega a los dados, nuestro destino es aleatorio, casual.

Que si Dios castiga a los malos, les digo que castiga y beneficia a buenos y malos por igual. Y si esto es así, entonces significa que le da lo mismo, o no está enterado, o no le importa; nos puso en este planeta y nos dejó con el poder de arreglarnos solos. Inclusive, nos dejó con el poder de pensar en Él.

Todo lo que nos ocurre es el fruto de nuestra voluntad, la casualidad y las deficiencias genéticas.

Cuando dejemos de atribuir a Dios todo lo que nos sucede probablemente estaremos en condiciones de subir el primer escalón de la larga escalera que conduce a la espiritualidad. Recién entonces la fe, que vela el entendimiento, ya no será necesaria.


Ecolalia


No encontrar su documento de identidad lo enfureció.
Lo precisaba sí o sí para cumplimentar hoy un riguroso trámite que lo tenía en jaque hacía dos años.

Dónde está, dónde está, gritaba mientras abría cajones y volaba la ropa, papeles y otras cosas inútiles que se suelen guardar en los cajones pero que por las dudas no hay que tirar.

Echando espuma y mesiéndose los cabellos -los pocos que le quedaban- salió a la calle enceguecido para darle patadas al trío de abedules que había plantado diez años atrás.

Dónde está, dónde está, y lanzó un grito que hizo cerrar las ventanas de los vecinos.

Hundió de un puntapié feroz la puerta de su auto rojo y se largó a caminar rápido, sin rumbo, con las sombras intermitentes de los árboles relampagueándole los ojos. Caminó durante horas con la fuerza de la furia repitiendo una y otra vez, Dónde está, dónde está, hasta que llegó a un gran muro de ladrillos, sarampionoso de pedradas o tal vez balas, plagado de grafitis ilegibles sobreescritos en pintadas electorales oficiales. Se detuvo: la materia es impenetrable, aún hoy.

Dónde está, dónde está, dónde está qué.

Sintió la bravura remitiendo para darle pasao a una brutal oleada de pérdida. Allí, frente a la inmensa pared lo paralizó una amarga angustia de extravío.
Sentía como si hubiera nacido en ese mismo instante, en ese mismo lugar y antes de eso, nada.
Un mareo lo hizo tambalear aunque llegó a tiempo para sentarse sobre el cordón de la vereda.
Hundió la cabeza entre las manos, cerró los ojos y sintió vaciarse con rapidez.

Dónde, dónd, dd, nnd, d, d, d, d d d, d d d, d d d, d...

Su ser, vuelto un pedruzco mínimo, rebotó con violencia contra las paredes negras del olvido de sí mismo hasta desintegrarse.

Por la noche, unas sombras silenciosas desbordaron el inmenso muro de ladrillos y se lo llevaron al otro lado.

Sé que si se apoya un oído contra la pared se puede escuchar, no sin esfuerzo, balbuceos.

17/2/08

Saramago dixit


Extraídas de un blog sobre el gran escritor portugués, en Saramago, opiniones


Capitalismo y neocapitalismo

El sistema: El capitalismo clásico explotaba a los asalariados; el neocapitalismo explota a los consumidores. Es necesario que las mayorías acumulen cosas para que las minorías acumulen capital. Ingenioso.


A las palabras hay que arrancarles la piel

Recomendar al lector el método en su día a día: tome las palabras, péselas, mézalas, vea la manera como se unen, lo que expresan, descifre el airecillo bellaco con que dicen una cosa por otra y venga a decirme si no se siente mejor después de haberlas desollado. A las palabras hay que arrancarles la piel. No hay otra manera para entender de qué están hechas.


De ser escritor

Yo no puedo escribir por el mero hecho de ser escritor, tengo que tener un motivo. El día que se me acaben las ideas, se acabaron los libros.


Dios como problema

No tengo ninguna duda de que este artículo, empezando por el título, obrará el prodigio de poner de acuerdo, al menos por una vez, a los dos irreductibles hermanos enemigos que se llaman Islamismo y Cristianismo, sobre todo en la vertiente universal (es decir, católica) a la que el primero aspira y en la que el segundo, ilusoriamente, todavía sigue imaginándose. En la más benévola de las reacciones posibles, clamarán los biempensantes que se trata de una provocación inadmisible, de una indisculpable ofensa al sentimiento religioso de los creyentes de ambos partidos, y, en la reacción peor (suponiendo que no haya peor), me acusarán de impiedad, de sacrilegio, de blasfemia, de profanación, de desacato, de tantos cuantos delitos más, de calibre idéntico, sean capaces de descubrir, y, por tanto, quién sabe, merecedor de una punición que me sirviera de escarmiento para el resto de mi vida. Si yo mismo perteneciera al gremio cristiano, el catolicismo vaticano tendría que interrumpir durante un momento los espectáculos estilo Cecil B. de Mille en que ahora se complace, para darse el enojoso trabajo de excomulgarme, aunque, cumplida esa obligación burocrática, se quedaría de brazos caídos. Ya le escasean las fuerzas para proezas más atrevidas, puesto que los ríos de lágrimas llorados por sus víctimas empaparon, esperemos que para siempre, la leña de los arsenales tecnológicos de la primera inquisición.

En cuanto al islamismo, en su moderna versión fundamentalista y violenta (tan violenta y fundamentalista como fue el cristianismo en los tiempos de su apogeo imperial), la consigna por excelencia, todos los días insanamente proclamada, es "muerte a los infieles", o en traducción libre, si no crees en Alá no eres más que una inmunda cucaracha que, pese a ser también una criatura nacida del Fiat divino, cualquier musulmán cultivador de los métodos expeditivos tendrá el sagrado derecho y el sacrosanto deber de aplastarla bajo la babucha con la que entrará en el paraíso de Mahoma para ser recibido en el voluptuoso seno de las huríes.

Permítaseme, por tanto, que vuelva a decir que Dios, habiendo sido siempre un problema, es ahora el problema. Como cualquier otra persona para quien la situación del mundo en que vive no le es del todo indiferente, vengo leyendo algo de lo que por ahí se escribe sobre los motivos de naturaleza política, económica, social, psicológica, estratégica, y hasta moral, en que se presume que han echado raíces los movimientos islamistas agresivos que están lanzando sobre el denominado mundo occidental (aunque no sólo en ése) la desorientación, el miedo, el más extremo terror. Fueron suficientes, aquí y allí, unas cuantas bombas de relativa baja potencia (recordemos que casi siempre fueron transportadas en mochilas hasta el lugar de los atentados) para que los cimientos de nuestra tan luminosa civilización se estremecieran y se abrieran brechas, a la vez que se tambaleaban aparatosamente las precarias estructuras de seguridad colectiva con tanto trabajo y gasto levantadas y mantenidas. Nuestros pies, que creímos fundidos en el más resistente de los aceros, eran, a la postre, de barro. Es el choque de civilizaciones, se dice. Será, pero a mí no me lo parece. Los más de siete mil millones de habitantes de este planeta, todos ellos, viven en lo que sería más exacto llamar civilización del petróleo, y hasta tal punto, que ni siquiera están fuera de ella (viviendo, claro está, su falta) quienes se encuentran privados del precioso oro negro. Esta civilización del petróleo crea y satisface (de manera desigual, ya lo sabemos) múltiples necesidades que no sólo reúnen alrededor del mismo pozo a los griegos y troyanos de la cita clásica, sino también a los árabes y no árabes, a los cristianos y a los musulmanes, sin hablar de los que, no siendo ni una cosa ni otra, tienen, donde quiera que se encuentren, un automóvil que conducir, una excavadora que poner en marcha, un mechero que encender. Evidentemente, esto no significa que bajo esta civilización del petróleo que es común a todos no sean discernibles los rasgos (más que simples rasgos en ciertos casos) de civilizaciones y culturas antiguas que ahora se encuentran inmersas en un proceso tecnológico de occidentalización a marchas forzadas, y que, sólo con mucha dificultad, ha logrado penetrar en el meollo sustancial de las mentalidades personales y colectivas correspondientes. Por alguna razón se dice que el hábito no hace al monje...
Una alianza de las civilizaciones, en feliz hora propuesta por el presidente del Gobierno español y cuya idea ha sido recientemente retomada por el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, podrá representar, en el caso de que llegue a concretarse, un paso importante en el camino de una disminución de las tensiones mundiales de que cada vez parece que estamos más lejos, aunque sería insuficiente desde todos los puntos de vista si no incluyera, como ítem fundamental, un diálogo de religiones, ya que en este caso queda excluida cualquier remota posibilidad de una alianza... Como no hay motivos para temer que chinos, japoneses e indios, por ejemplo, estén preparando planes de conquista del mundo, difundiendo sus diversas creencias (confucionismo, budismo, taoísmo, sintoísmo, hinduismo) por vía pacífica o violenta, es más que obvio que cuando se habla de alianza de las civilizaciones se está pensando, especialmente, en cristianos y musulmanes, esos hermanos enemigos que vienen alternando, a lo largo de la historia, ora uno, ora otro, sus trágicos y por lo visto interminables papeles de verdugo y de víctima. Por tanto, se quiera o no se quiera, Dios como problema, Dios como piedra en medio del camino, Dios como pretexto para el odio, Dios como agente de desunión. Pero de esta evidencia palmaria no se osa hablar en ninguno de los múltiples análisis de la cuestión, tanto si son de tipo político, económico, sociológico, psicológico o utilitariamente estratégico. Es como si una especie de temor reverencial o de resignación a lo "políticamente correcto y establecido" le impidiera al analista entender algo que está presente en las mallas de la red y las convierte en un entramado laberíntico del que no hemos tenido manera de salir, es decir, Dios. Si le dijera a un cristiano o a un musulmán que en el universo hay más de 400.000 millones de galaxias y que cada una de ellas contiene más de 400.000 millones de estrellas, y que Dios, sea Alá u otro, no podría haber hecho esto, mejor aún, no tendría ningún motivo para hacerlo, me responderían indignados que para Dios, sea Alá, sea otro, nada es imposible. Excepto, por lo visto, añadiría yo, establecer la paz entre el islam y el cristianismo, y de camino, conciliar a la más desgraciada de las especies animales que se dice que ha nacido de su voluntad (y a su semejanza), la especie humana, precisamente. No hay amor ni justicia en el universo físico. Tampoco hay crueldad. Ningún poder preside los 400.000 millones de galaxias y los 400.000 millones de estrellas que existen en cada una. Nadie hace nacer el Sol cada día y la Luna cada noche, incluso cuando no es visible en el cielo. Puestos aquí sin saber por qué ni para qué, hemos tenido que inventarlo todo. También inventamos a Dios, pero Dios no salió de nuestras cabezas, permaneció dentro, como factor de vida algunas veces, como instrumento de muerte casi siempre. Podemos decir "aquí está el arado que inventamos", no podemos decir "aquí está el Dios que inventó el hombre que inventó el arado". A ese Dios no podemos arrancarlo de dentro de nuestras cabezas, ni siquiera los ateos pueden hacerlo. Pero por lo menos, discutámoslo. No adelanta nada decir que matar en nombre de Dios es hacer de Dios un asesino. Para los que matan en nombre de Dios, Dios no es sólo el juez que los absuelve, es el Padre poderoso que dentro de sus cabezas antes juntó la leña para el auto de fe y ahora prepara y coloca la bomba. Discutamos esa invención, resolvamos ese problema, reconozcamos al menos que existe. Antes de que nos volvamos todos locos. Aunque ¿quién sabe? Tal vez ésa sea la manera de que no sigamos matándonos los unos a los otros.


15/2/08

12 pichichos


Nacieron ayer, 6 machos y 6 hembras.

En 40 días se los vendo.

Invocando este post tendrán un 10% de descuento! guau!


shameshá!!!!!!





10/2/08

El placer del texto


Roland Barthes, importantísimo semiólogo y escritor francés, muerto en 1980 escribió, entre otras muchas cosas, sobre le placer del texto.
No voy a dar una explicación titánica sobre este tema, porque sería un post muy largo y porque percibo lagunas en las que no quiero ahogarme.

Simplemente recuerdo un ejemplo perfecto que nos dio Ariel Schettini en una clase sobre Barthes:

El goce del texto, en tanto goce como aquello asociado con lo real lacaniano -lo que no puede decirse en palabras-, y aunque parezca paradójico, hay instantes literarios donde se produce el goce del texto: el lector no puede explicarse, intelectualizar signos, sobre la sensación de aquello que está leyendo.

Por otro lado, el placer del texto, conectado con lo simbólico lacaniano se produce en aquellos momentos en que leemos y al llegar a determinada palabra o frase comenzamos a imaginar o recordar una historia propia. Sin embargo, continuamos con la lectura aunque no recordaremos nada de lo que leímos mientras pusimos en acto nuestra historia.

El placer del texto es una reversión de lectura, el texto deja de ser leído para comenzar a ser lector de nuestra mente-texto.

Místicamente, sería una posesión diabólica del texto hacia nosotros.

Hace unos años escribí un texto sobre esto, ahí va, no sé si habré logrado lo que quería decir (me están saliendo unos posts un tanto largos, espero sobrevivan al aburrimiento)

Al lector

Te estoy mirando a los ojos.
No es el comienzo de esta ni de ninguna historia. No te ilusiones con que cuente algo de alguien. Ese no es mi métier. Pero ahora te estoy hablando a vos que estás leyendo. Sí, a vos. Aunque quieras no vas a poder levantar la vista del papel y estas letras. Creías que nadie sabe lo que pensás, estabas en un error, gran error. Yo soy el que está detrás de estas letras observándote, me trepo a tus pupilas y me instalo adentro de vos. Como un virus o un parásito. Sí, mejor un parásito. Sé perfectamente lo que pasa por tu cabeza. Se lee en soledad, dicen. Y yo te pregunto si hay modo más encubierto para desbocar tu onanismo delante de todos. Je suis le plaisir du texte. Siento éxtasis al poner trampas, frases que no dicen nada, párrafos espesos, impenetrables, y te cansás, la vista se te arena, pero seguís leyendo sin leer. Alzo mi copa desbordante de miasmas por aquellos que consideran pecado abandonar la lectura, brindo por los que se obligan a finalizar un libro aunque aburra o disguste: son mi alimento más sublime. Cuando esto te ocurre tu edificio se derrumba, quedás expuesto, vulnerable, la lectura se invierte, comenzás a leerte y dejás de ser lector para ser leído. En ese instante comienza la posesión y no habrá exorcismo que te salve. Cae el cerrojo y quedan a mi alcance todos tus pensamientos, los cretinos, los de tu infancia, los inconfesables. Acaso vas a dar vuelta la página, no importa, estoy detrás de cualquier texto, esperando a que te diluyas en la lectura. O vas a cerrar o quemar este libro y tratar de olvidarme, imposible, estoy en todos los textos. Yo soy el que No Soy. Mientras continúes leyendo voy a estar en tus sombras en mi cómodo sillón de voyeur. Todavía dudás, recordá cuando leías ese letárgico pasaje entre las páginas 32 y 57 y te imaginaste lo repulso y de inmediato cambiaste a imaginar lo que debe ser, y más tarde lo pensaste de nuevo, tenés pánico de reconocer tus aberraciones. Todos los espejos las tienen, por qué habrías de ser la excepción. Pero tranquilo, como vos, todos son perversos, los leí a todos, todos se imaginan asesinos, fornicantes o fornicados por alguien prohibido, igual a uno o con un niño, todos hurgan sus narices a escondidas o mientras leen aislados. Yo los he visto pensar, yo te vi. El texto es como una selva frondosa en la que creés caminar por el sendero seguro, del otro lado, como en el zoo, y yo te observo detrás de la maleza tipográfica, esperando que te hipnotices en la próxima línea, en la próxima palabra. Soy el Extrañamiento, Schklovski me vislumbró y murió en la miseria. Soy el que viola tu alma derramándose sobre tu conciencia. La revuelvo, la excito, la excreto y luego el dolor de la confrontación. Ficción es eufemismo de farsa y engañar no es un juego. La mentira es mi sangre. Seguís ahí, no podés dejar de leer, verdad, ni siquiera sentís como clavo mis púas en tus ojos para desgarrarlos y meterte mi mugre.
Espero que sabrás disculpar esta pequeña digresión, hacía tiempo que quería, aunque más no fuera por un instante, enseñarte mi naturaleza desde la vacilación claroscura: mostrarme completo no tiene gracia, el terror debe continuar. Un brote exhibicionista, dirás, una advertencia, prefiero yo.
Nada más por ahora.
Un gusto que me hayas conocido.

Cómo elegir un libro


Sea para regalar o para la propia lectura, la clave (casi infalible) para no errar al elegir un libro es, cha chán cha chán:

Ya dije en el post anterior que con sólo leer la primera o primeras páginas era suficiente para saber si el resto del texto sería gratificador.

Voy a ir más allá: Abrir en la primera página del relato y leer la primera oración. Con eso bastará.

Esto lo explicó muy bien durante su curso de Literatura del siglo XX, en la UBA, Daniel Link.

Sucede que la primera página es la clave de la ruptura entre la hoja en blanco (la nada) y la escritura.
El escritor pondrá en esas primeras líneas la fuerza motora que dará vida a todo el relato. Si esa fuerza inicial no es lo suficientemente cautivante para el lector, difícilmente pueda conservar su fidelidad hasta el final.
Este principio es aplicable a cualquier texto: poesía, cuento, novela, artículo periodístico, post de blog, ensayo, etc.

Es lo que llamamos "gancho". Si el texto no tiene ese anzuelo que nos perfora el labio superior de las ganas y nos tira hacia sí simplemente lo abandonamos.
Con la música, cine, pintura, esculturas, etc. pasa lo mismo (también son considerados textos, Barthes mediante, todo es texto).

Seguidamente, la ruptura de la hoja en blanco (la primera frase) de algunos textos célebres. Juzguen por su cuenta.

"En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor."
El Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra.


"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo."
Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.


"El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas."
La biblioteca de Babel, Jorge Luis Borges


“Una mañana, Gregor Samsa despertó de un sueño intranquilo y se encontró convertido en un enorme insecto.”
La metamorfosis, Franz Kafka


"Estaba agotado, agotado hasta no poder más, por aquella larga agonía. Cuando, por último, me desataron y pude sentarme, noté que perdía el conocimiento."
El pozo y el péndulo, Edgar Alan Poe


Bien, la gran pregunta ahora: ¿habré triunfado en que el eventual lector haya leído hasta el final este post?


Cómo leer - decálogo



Ya conté, creo, que a los 7 años les dije a mis viejos que de grande sería escritor y que su respuesta inmediata había sido rotundamente no, que lo que la familia precisaba era un contador.

Así, aunque aquello que está en la naturaleza propia no puede ser aniquilado, hundí con el pie ese condenado monstruo que causaba tantas muertes por falta de alimento y dinero, en las pantanosas aguas del olvido.

De todos modos, el leviatán de la pasión literaria, supuestamente controlado, latente, siempre se las arregló para digitar desde las profundidades una secreta pulsión hacia la lectura.

Casi siempre estuve leyendo un libro o dos o tres o más a la vez. Esto era, si el libro número 1 era, a pesar de ser cautivante, muy denso, su pesadez se mitigaba con la lectura de otro más llevadero y así sucesivamente.
Al principio consideraba un pecado de difícil expiación cualquier modo de lectura que supusiera alterar el sagrado destino de leer todo, desde el prólogo hasta el punto final, en línea recta.
Este pecado, obviamente, tenía su corte ideológico surgido de vaya uno a saber cuál de todos los gobiernos autoritarios y dictatoriales que tuvimos.
"Lo que se empieza debe ser terminado", parece un mandato religioso y moral de aplicación en todos los ámbitos sociales e individuales.

Comencé a sublevarme cuando leí que Georgie Borges dijo:
"Un clásico es un libro del cual todo el mundo habla pero que nadie a leído".
"Si comienza la lectura de una obra, aunque fuera ésta considerada el cúmulo de la literatura universal, y luego de la primera página siente un terrible aburrimiento, esa lectura debe ser inmediatamente abandonada, pues esa obra no ha sido escrita para Usted."

Conozco gente que aunque reconoce estar leyendo un aborto literario rehúsa dejarlo y lo padece hasta el final. Estas personas sufren de un terrible complejo de culpa.

Para qué?
La verdad, no lo sé.

Para echar un poco de luz y paz rivotrilizada sobre cómo leer, les acerco este decálogo (robado de aquí y allá -Panesi, Link, Sarlo-):

1. Leer cuantos libros quieran a la vez.

2. Abandonarlos para siempre en cualquier página.

3. Espiar el final (me han contado que hay lectores de policiales que no comienzan la lectura sino conocen el desenlace antes).

4. Leer en cualquier orden.

5. Saltear páginas.

6. Omitir prólogos (recomendable) - generalmente un prólogo sirve para promocionar a otro escritor ya consagrado pero con las ventas un poco bajas, explica lo que no es necesario explicar, o aclara el texto que está por venir. Si hay que aclarar algo es porque el texto tiene problemas y si los tuviera, mejor descubrirlo uno mismo.

7. La interpretación de un texto no es única: hay tantas interpretaciones como lectores tiene la obra. Evitar peleas inconducentes con otros lectores tales como, El cenicero simboliza al padre, No, el cenicero es el mundo, No el mundo es el cajón de los juguetes...

8. La interpretación de un texto por parte de su autor es tan válida como la de cualquier lector. Una vez terminada la escritura, el autor muere para convertirse en un lector más.

9. Las notas al margen del autor no deben ser omitidas: generalmente aportan datos jugosos, que estuvieron a punto de ser censurados por el autor, pero por piedad o providencia los puso.

10. No hacer caso a ninguna de las sugerencias anteriores. Lean como se les cante el tujes.

7/2/08

La ceja de Dios


Llegó el día anterior con el fin de hacerse un buen lugar al borde del precipicio; no quería perderse de nada.
La noche había sido fría, así suele ser en el desierto: frío por las noches, calor durante el día. Al salir de su tienda para preparar café se encontró rodeado de miles de personas, todas amuchadas contra el despeñadero. Varios se quejaban de los empujones de aquellos que querían alcanzar el filo del abismo para poder observar el fenómeno en su totalidad.
La hora prometida era al caer el sol.
Hacia el mediodía rajante quiso resguardarse bajo el toldo de su carpa, pero la incesante llegada de otros cientos de miles lo obligaron a deshacerse de ella arrojándola al vacío.
Faltando un cuarto de hora la ansiedad de la muchedumbre por lograr la primera fila provocó varias caídas fatales, sin embargo, nada era más importante que aquello tan próximo ya.
Cuando el último rayo de sol se ahogaba con la brisa nocturna perfumada de piedra, los que no toleraban la oscuridad encendieron antorchas.
Pasaron los minutos, luego las horas, y con ellos un creciente murmullo de fastido y decepción.

Es que no va a pasar nada, se preguntaban indignados unos, Hice miles de kilómetros para llegar hasta aquí, protestaban otros.

Allí, allí, comenzó a gritar un grupo ubicado a la izquierda.

Los que estaban a la derecha y centro se abalanzaron sobre el otro extremo para impedirles el privilegio, causando así más derrumbes humanos hacia el profundo tajo de la noche.

Dónde, dónde está, gritaba el gentío confuso.

Alucinados, o por el sólo ánimo de confundir, un grupo señalaba a los gritos hacia adelante, otro hacia arriba, otro hacia abajo, Allá, es que no ven, No quieren ver, Allí, y la presión interna descontrolada que expulsaba hombres, mujeres y niños fuera del margen hacia la muerte segura.

Él, que pudo evitar caer al quedar colgado de una saliente, una vez en tierra firme se abrió paso entre el caos y huyó hacia el desierto.

Caminó hasta que perdió el conocimiento.

De pronto sintió el agua deslizarse por su boca. Al abrir los ojos vio la mirada expectante de un nómada providencial.

Qué ocurre en la ceja de Dios, le preguntó.
Jadeando el retorno de sus fuerzas, le dijo, Nos habían prometido la Revolución, pero nadie vino.

5/2/08

Cómo conseguir lo que se quiere


Cuando se quiere algo de la vida, generalmente se elije alguno de estos caminos:

1. Sentarse a esperar a que ocurra.

2. Hacer votos a Dios y/o los santos y/o los santos evangelios, a la energía universal coadyuvante, la Fuerza de "La guerra de las galaxias" y similares.

3. Salir a buscar aquello que se quiere con insistencia frenética, ansiosa.

Resultados de cada elección:

1. Confiar los resultados al azar de modo pasivo puede, en términos de tiempo, costar la vida. Frase favorita de los que transitan esta vía: "Si debe ser, será y si no, no".
Generalemente, estas víctimas son gente que no necesitan nada (eso creen) o meros cagones.
Y ya sabemos, el cobarde no merece ni el olvido.

2. Personalmente, no creo en esta alternativa: el hombre rige su propio destino, y la religión es una excusa para justificar tanto la concreción del deseo como su fracaso. Frases favoritas de estos individuos: "Dios obra en caminos misteriosos", "Si Dios no lo quiso por algo será".
De algún modo, esta vía está emparentada con la nº 1, sólo que no se los puede acusar de cobardes sino de creyentes fervorosos.

3. Buscar constantemente que el deseo se materialice impulsado por la obsesión y ansiedad (ambos, gruesos músculos anbolizados que mueven la voluntad con gran fuerza y velocidad hacia el abismo), da como resultado, en caso de las muchachas temerosas de la soltería, pescarse alguna peste producto de besar insistentemente sapos, ranas y otros anuros de cualquier jardín. O también, las que quieren preñarse y no quedan a pesar de revolcarse 30 veces diarias, inseminarse artificialmente, etc.. Recién les prende después de darse por vencidas y adoptar.

Se justifica este accionar diciendo que si no se hace nada, nada acontece. Si bien salir a buscar es una actitud que implica cierta valentía, forzar el acaecer lo echa todo a perder.
La obsesión, como dice la lic. Lützeler, en estos casos (en realidad, en todos), actúa como un bloqueador, un imposibilitador de materialización del deseo. El resultado es la frustración, que se recuesta en la depresión, los fármacos y el diván eterno.

En mi caso, buscar ser publicado intentando concursar en cuanto premio suculento ocurra, dar a leer mi obra a personajes que pueden provocar la edición y un contrato con solo mover un dedo, me produjo cierta obsesión, la cual natural e indefectiblemente hizo su inmaculado trabajo: la no concreción de mi deseo.

Cuál es, entonces, la solución?

Como siempre, la originalidad no existe (al menos en mi caso), pero sí existe el darse cuenta de las cosas, que lleva asociado una puesta en práctica. Yo me considero un buen teórico, pero un pésimo pragmático, y así y todo resolví: dejar que las cosas ocurran a su debido tiempo, pero sin perder de vista el objetivo. Dejar el deseo en guardia, latente, como un destino en el horizonte hacia donde apunta la brújula. Es seguir construyendo el camino hacia la concreción, puesto que la concreción del deseo no es un momento, sino la suma de los hechos que la han construido.

Hay que estar alerta.

El deseo hay que inseminarlo.

Es hacer un gasto mínimo pero suficiente, como comprarse una rifa y guardarla en un cajón, en una de esas te llaman diciendo que ganaste. Y si no ganaste, jugás la próxima.

Te das cuenta? Al final, la vida es un juego.

Y yo, lo que debo hacer es seguir escribiendo.
(che, no anda por ahí alguien que me quiera publicar? eh? che, pst, dale, que lo parió...)