8/3/08

El robo del siglo


El robo ocurrió a esa hora de la noche que evoca los instantes previos a la creación.
Es la hora en donde ya no es posible permanecer despierto ni montar guardia.
Dura unos pocos minutos, parece un error, lo sé, pero esa hora no es de las nuestras.
Sin embargo, ellos pudieron vencer la tumba del sueño gracias a un conjuro que les costó toda su fortuna y la vida de uno de ellos. Valió la pena el sacrificio, créanme.
Entraron furtivamente al templo, aunque no fue necesario violentar ninguna puerta; en los dominios de aquella hora los cerrojos se liberan, el hierro olvida la forja y se vuelve arena.
En realidad, durante esa hora todo se disgrega -es lógico-, salvo ellos que contaban con el conjuro y el botín que estaban a punto de arrebatar.
La fascinación que les produjo enfrentar al botín -imposible decir su nombre real- fue fatal para dos de ellos que quedaron presos de la indeterminación al concluir la hora (se lo habían advertido). Los otros dos lograron escapar.
Demás está decir el caos irremediable que produjo el crimen.
Desde entonces falta un siglo completo en la historia.
Pero ese siglo no era de los nuestros.

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