14/3/08

Riesgos y certezas


Y así me vengo a enterar.

Por una pisada en falso.
Caigo cada vez más rápido y los golpes son feroces, siento mis huesos quebrarse como vidrio.
Contra la saliente de una roca quedé desfigurado, contra otra me partí la crisma, contra otra los ojos salieron de sus órbitas y una rama me atravesó el estómago hasta salir por la espalda.

Se preguntarán cómo todavía puedo estar diciendo estas cosas, bueno, yo también.

El dolor es inconmensurable, pero sigo conciente y a medida que caigo mis huesos se sueldan, mi rostro se regenera, la crisma se une y los ojos vuelven a orbitar.

A decir verdad, algo sospechaba.

Recuerdo aquella vez cuando quedé sepultado por el derrumbe del hospicio; sentí dolor, pero cuando me sacaron de entre los escombros no tenía ni un rasguño. Que la Santa Providencia o ángeles de la guarda, que había tenido pura suerte.
Las heridas menores me sanaban muy rápido, demasiado, pero nadie, ni yo prestamos importancia.
Me enfermé de lo mismo que todo el mundo, pero cada vez sanaba más y más rápido.
Un organismo fuerte, de gran recuperación, decía el médico en las esporádicas visitas al orfanato.

Después de los 40 mis amigos comenzaron a llamarme Dorian Grey, pero hay tanta gente que no envejece...
Mi mujer me tiene celos, lo sé, aunque no me lo diga. También está algo frustrada porque no podemos tener hijos.

Estoy cayendo libremente, con el aire quemándome la piel. Falta poco para el suelo.

El impacto contra la tierra fue durísimo.
La sensación de aplastamiento, las vísceras colapsando, la sangre saltando por los poros y el dolor -siempre el dolor- fueron horribles.

Ya estoy de pie, me sacudo el polvo y vuelvo a escalar el despeñadero: lo que se empieza debe ser terminado.

Acaso tenía que ser de este modo, me pregunto mientras asciendo.
Acaso habría otro modo.

Ahora sé que llegará el día en que habitaré la intolerable y solitaria eternidad.
Sin embargo, la ventaja de ser inmortal es que mientras tanto seré increíblemente rico y sabio, pues podré asumir cualquier riesgo y transformarlo en certeza.

Ah, y lo mejor: nunca se me va a caer el pelo.

2 comentarios:

Diego Estin Geymonat dijo...

¿Sos Wolverine? ¿O la porrista de Heroes?

Te recomiendo una historia del comic Animal Man, llamada "El Evangelio del Coyote", que es muy parecida a tu relato.
La podés bajar de acá (es el primer enlace, números 1-6. La historia del Coyote creo que es la número 4).

El Burgués Apóstata dijo...

querido deg,
ni uno ni lo otro, soy chorimán!
el hombre choripán, que vela por la justicia con su fiel acompañante chimichurri.
donde haya olor a asadito, ahí está chorimán.
salvará chorimán a salsa criolla? o morirán ambos bajo el zapatón de ronald mc donald y su temible big mac?

gracias por la data.
siempre atento, deg!