13/8/10

La noche 1002

El príncipe y luego esclavo bengalí, tras errar días abrasadores por el desierto llega con el último aliento hasta un brillo dorado que brotaba de la arena. Descubre que se trata de una lámpara de aceite; al desenterrarla la limpia con las manos y de inmediato comienza a vibrar. En un abrir y cerrar de ojos una nube oscurísima sale de la lámpara y se transforma en un genio de estatura al menos tres veces superior al monte Sinaí.

El hombre aterrado se prosterna ante el genio quien suelta una risotada y le dice:
-Levántate, Hombre, que no es el día de tu muerte. Me has liberado y un deseo, solo uno, he de concederte.

El bengalí se rascó la barbilla y le respondió:
-Mmm, déjame pensar...
-Así sea.

Desde entonces el mundo palideció, se volvió casi trasparente, salvo para el bengalí quien ahora transcribe al Libro el destino de todos mientras Alá, que todo lo mira y conoce porque es más sabio, duerme la siesta.

6/6/10

De la divina procrastinación


Cruje la herrumbre del pensamiento dormido o anestesiado. Es como el nauseabundo sabor acre al despertar después de una borrachera. Así puede ser este post. No esperen a que después de tanto tiempo me descuelgue con ninguna genialidad: ni en mis mejores épocas (ob)tuve el derecho de arrogarme un párrafo, tampoco una línea, mucho menos una palabra genial.


Pero volver es una forma de continuar y de eso se trata (cuánta palabra inútil; por qué será que preciso de estas introducciones culposas disculposas...).

Hoy, luego de una safari gastronómico en una isla del Tigre melandrino, que incluyó un guisant dü lentex avec choricién et pancëtén, patate dolce, carrotennes et amnesia etílica (para los seguidores de Tinelli, léase, guiso de lentejas con malbec del Terruño), café y minialfajores Georgette, Melandri empezó a quejarse a eso de las 15 hs y casi gloriosos 20ºC en utonno, que el domingo le daba perecitud (sic). Que el lunes y todo lo que implica tener que mover el tujes durante la semana es un bajón pensado desde la impiedad del domingo y que de nuevo, suspiro melancourbano, qué perecitud.

Vino entonces a mi mente la palabreja que rara vez empleamos pero que sí actuamos en consecuencia: la procrastinación.

El título de un texto generalmente se me ocurre antes o ni bien comienzo a escribir, funciona como un paraguas que determina el territorio y organización de las ideas (esto pocas veces se cumple y esta no es la excepción: hace rato que comenzó el post y todavía no entro en tema).

Antes de plasmarse (LCD) el título cursó las siguientes opciones:

* De la procrastinación, que me pareció poco comprometedor, como que bue, ahí está la palabrita y que suena feo y que lo que viene es una queja ensayística.

* Ensayo sobre la procrastinación, que tampoco, Saramago se apropió de estas formas y hacerlo implicaría escribir relleno que no tengo ganas de rellenar.

* Elogio de la procrastinación, por ahí andamos, pero ya está usado por los autoayudantes, hay un Elogio de la lentitud de un tal Carl Honoré que no leí ni leeré.

Mi intención era (o es, o será, pues no creo que lo logre) felicitar a la procrastinación, así es que la divinicé, dado que existe esa inverosímil costumbre (argentina al menos) de divinizar cualquier cosa: no me voy a explayar mucho en eso; con el caso Maradona basta y sobra. Vivimos en un país de dioses, de decapitados privados de la razón destinados a adorarlos y el resto, unos pocos en los que a veces me cuento, que la miramos pasar y que no nos ponemos el dedo en la garganta por pura procrastinación.

Así que le quedó un pretencioso De la divina procrastinación.

Esta palabra es tan imposible para un tartamudo y difícil y malsonante para los demás que la mayoría utiliza un sinónimo más elegante: la postergación.

La procrastinación carga en sí misma con la pereza de no desembarazarse de la segunda "r" que la hace tan complicada de enunciar. Pero dejar caer esa segunda "r" sería contradecirse y además el latín no permitiría que se alterara el crastinus, que es el futuro. Los anglosajones utilizan este vocablo con más frecuencia aunque, sin estar seguro de esto, en círculos más eruditos.

Pero yo quiero felicitar a la procrastinación porque de ella estamos hechos los seres humanos.

El deber nos es odioso, que me digan que prefieren hacer lo que se debe a no hacer un pomo, a dejar que las cosas se arreglen solas o no se arreglen en absoluto, el libacigotismo (o chupahuevismo) es inherente al ser humano, es, señores antropólogos, reanimen a Levy Strauss de la tumba y díganle, que si hay algo natural al Hombre eso es la pereza y su madre la procrastinación. Como prueba de ello tenemos a la infalible Iglesia que nos lo confirma enmarcando en un cuadro a los siete pecados capitales: pereza, soberbia, avaricia, glotonería, lujuria, envidia e ira.
Una pinturita de virtudes del Dios que nos creó y que tanto nos ama. Antes de que me caigan la Inquisición y la Afip, reconozcamos que si hay un Dios creador y blablabla, díganme qué le costaba hacernos un poco mejores personas. O es que nos caímos de su bolsillo y éramos la mezcla o condimento de algo que no fue o sí fue en otro lado. Seremos acaso la pizca que le da color y sabor al peceto al horno universal pero que si te vaciás el sobre en la lengua y te lo engullís es un asco y vomitás, como un cubito de caldo.

Felicitemos de todos modos a la procrastinación, porque de algún modo aquellas cosas que no queremos hacer o enfrentar, algunas se solucionan solas. Yo creo que el demonio de la proactividad tiene la misión de endiablar la naturaleza humana hinchando las pelotas diariamente. Todos quieren todo ya y no soportan la espera, ¿la impaciencia no es acaso más prepotente y anfetamínica que la pancha procrastinación?

Dirán que hay angustia en la postergación, que hay cobardía al no enfrentar, indolencia, demónica vagancia, etc., y yo les digo que hay resistencia.

Y resistir está bien.

Todos quieren que los demás hagan lo que ellos no tienen ganas y se amparan en la arriba mencionada proactividad neoliberal para alterar la psique metiendo su dedo en el cülo ajeno (pijorting): hay que resistirlos, hay que realizar un mega acto subversivo, incendiar, derrumbar y hacer estallar el edificio neocapitalista, piquetear todas las salidas de emergencia y esperarlos para darle su merecido, cuerearlos y tapizar el obelisco con su pálida piel (tambien canoas), hacer un interminable collar con sus cráneos que dé la vuelta y alumbre la 9 de Julio con velas en las cuencas vacías de los ojos, sus culos harán de parking de bicicletas en Plaza Italia, con su sangre haremos una morcilla vasca que llegue hasta Mar del Plata, con la carne un asado federal para los pobres y festejar así el verdadero bicentenario.

Pero no se alegre, no señor, no se entusiasme, bájese del caballo, eso por ahora no va a ocurrir porque nos da perecitud, lo dejamos para otro día mejor, que lo haga otro, ya va, ya va, ufa, ahora va, esperá un cachito, una siestita y listo, mientras tanto, en una de esas se arregla solito, mirá, si anda no lo toques, ni lo mires, para qué si después va quedar igual que ahora, el tiempo es inexorable, todo llega.

Dios bendiga la procrastinación y su impronunciable vocablo.

27/4/10

La 16500

Entró al baño como las 16135 anteriores (las primeras 365 no pudo hacerlo por sus propios medios). Habrá tardado otras 1095 para verse en el espejo (en puntas de pie y haciendo alguna que otra morisqueta). Habrán cambiado los escenarios (se mudó de casa una veintena de veces) y los espejos (su forma, no el contenido).

Pero recién hoy, la 16500 sin sol aún, sintió el piso demasiado frío bajo sus pies y que algo había cambiado: por supuesto, era él (el contenido del espejo).
Hacía años que tenía canas (tempranas) y que el cabello le estaba en retirada silenciosa; lo sabía perfectamente, no era un idota, pero fue durante el comienzo de la 16500 que se dio cuenta.
Ya algo sospechó durante el verano anterior cuando el cuero cabelludo se le quemó donde antes ni lo hubiera imaginado.
Pero ya dijimos que se ha dado cuenta e inspecciona su rostro con detenimiento, como si se tratara de una máscara que está pegada sobre la piel tersa y elástica que predominó hasta, aproximadamente, la 10950.
Entrecierra los párpados y las arrugas se le escurren hacia las sienes.
Abre la boca y verifica que tiene las muelas víctimas de una vendetta, las encías amagan reducirse y que los dientes han tomado un color amarillo pálido aunque dejó de fumar hace unos años y que utiliza el cepillo y crema dental adecuados.
El cuello está firme todavía pero no cree que llegue a la 18250 con todo el colágeno que lo mantiene tenso por ahora.
Recordó cuando se jactaba de poder vivir el tiempo vivido al menos cuatro veces si no le ocurría nada antes.
También cuando redujo ese tiempo a dos vueltas.
Hoy, la 16500, cree que con los avances de la ciencia podrá llegar a la 32850 pero que de nada valdrá porque para entonces, si no vuelve al estado de las primeras 182 (es decir: mearse y cagarse encima) la cabeza no le va servir para mantener ni una conversación ni una erección: las neuronas no son renovables; dios lo quiso así (tu dios).
Las manos le sudaban sobre el lavabo, inútil negar un poco de angustia, ya soy grande, pensó.
El agua caliente comienza a empañar el espejo y sus ojos se le esfuman tras la gota de plata.
Rápidamente pasa la mano por el vidrio y recobra su mirada: está bien, ya no es tan azul como lo fuera hasta la 12775, algo descolorida, pero, caramba, tiene determinación, con destellos de cansancio, sí, pero tiene determinación.

Hoy no se afeita.
Cierra la salida de agua, se viste y sale a la 16500 tarareando algo de The Who.
Sos antiguo, le dijo ayer el Negro.
Chupame un huevo, le contestó.

6/4/10

El beatle soviético que se exilió en Blogoslavia

Ocurre cada tanto.
La arquitectura del universo nos es desconocida.
Apenas algunos visos de esa intrincada máquina dejan advertirse; sea por descuido divino o quizás todo lo contrario: Él quiere que sepamos "por casualidad" lo mínimo de sus maravillas para que no perdamos la fe (zanahoria diabólica); yo no me suscribo a ninguna de estas actitudes histéricas.
Dentro de esos ladrillos fundacionales podríamos citar a las proporciones áureas, la secuencia de Fibonacci, los ravioles de pollo y verdura de "La Sarita", la aparición de superhombres nieztscheanos a lo largo de la historia humana, y éste es el caso que nos ocupará hoy.
Parece que de vez en cuando a Dios le vienen las ganas o simplemente le toca en su recorrido pasar por este mísero planeta y en un derroche de sus dones le pone huevo y así ocurren Moisés, Cristo, Buda, Mahoma, San Martín, Ronald Mc Donald y Perón; en el mundo de la música derramó su magia sobre Bach, Mozart, Beethoven y nuestro famosísimo y hoy olvidado para siempre John Lennin, el beatle soviético.

John Lennin (Ivan Fiodor Lennin, 1843-?), pariente lejano del prócer socialista Lenin, con una sola "n" y a secas, (vivió su infancia entre la humedad y el hollín de los docks de Vladivostok, a más de 9000 km de Moscú) al que escribió en vano muchas cartas pidiendo trabajo en el gobierno. Al no recibir respuesta, salvo una multa de 500 rublos por supuestas actitudes antirrevolucionarias, decidió dedicarse a la música. Su estilo irreverente y de vanguardia producía las reacciones más diversas en la audiencia, fundamentalmente el deseo de lincharlo. Incomprendido, tuvo que padecer las peores vicisitudes hasta que zarpó un mediodía helado en un buque a Gran Bretaña. Fue víctima de la persecución deportiva del regimiento de húsares nº 24, bravos soldados no informados de la revolución bolchevique y que aún hoy deriva por la estepa rusa jurando fidelidad incondicional al Zar y a la casa Smirnoff.

Ya en Liverpool, John se puso a cantar en los bares por unos peniques y cerveza hasta que un día entraron por la puerta tres muchachos desgarbados y mal alimentados que le dijeron eran De Bidduls (fonética de the Beatles, eso le dijeron) y que si quería cantar con ellos y les dijo que sí y no fueron famosos nunca.

Abrumado por el fracaso, aunque componía lindas canciones y cantaba muy bien, fue a la escollera a quitarse la vida. Estaba por tirar al frío mar la piedra atada al cuello cuando un buque de bandera blogoslava hizo sonar sus bocinas en tercera menor disminuida y de inmediato a John Lennin se le iluminó quien sabe qué y compuso más canciones que según la crítica eran de "puta madre" (sic). Pero como John Lennin era bastante resentido y apóstata le dijo minga a las discográficas y en agradecimiento se tomó el buque a Blogoslavia donde fracasó terriblemente -nadie entiende otro idioma que no sea el blogoslavo y a John no le da el bocho para aprenderlo, menos de grande- y ahora limpia los baños de la estación central por nesquicks fríos y 5 chochis diarios (1chochi = 20 Euro, se fue al demonio el chochi).



Sin embargo, ¡qué lindas eran sus canciones!

18/3/10

Indiscreciones de Melandri

El conde Mascetti, en sus momentos de lucidez (pocos) y ocio (muchos), se dedica a escarbar en los archivos del Registro Nacional de las Personas (RNP) y las entradas a la comisaría nº4 de Gonzalez Catán (Gonz Keitn, para los friends) los orígenes de sus allegados, familiares, amigos, deudos, acreedeores y detractores.
Así, sin precisar el encuadre clasificatorio anterior, nos ha enviado la siguiente imprescindibilísima (sic) revelación sobre la inexistente heráldica de nuestro afable y nunca bien ponderado arquitecto Rambaldo Melandri, seguidor extraviado de este blog.

Dice el conde Mascetti al respecto:

"El apellido Melandri es un desatino producto del cruce de una frontera múltiple: geográfica, lingüistica y social. Melandri, bien puede sonar italiano pero es netamente de corte helénico, cuando no del Peloponeso. Mela: negro y andri: hombre (andri-andros), hombres negros, hombres de negro (MIB=cazadores de ET). (las digresiones prosiguen hasta el hartazgo; resolví acortar el texto ilegible) (...) así es como los Melandri son en realidad de origen sueco-camboyano, con inflexiones genéticas guaraní-eslovacas, bivarietal, con sabor a frutos del bosque (arándanos) y notas de roble, consumir con carnes rojas y a temperatura chambré.
Como prueba de mis investigaciones, la última foto que la familia Melandri se sacó con su antiguo nombre. Heroes del pop finlandés (en Suecia no los querían), su último disco (ver foto de tapa más abajo) fue un fracaso rotundo desde que trascendió que alguno de los Melandri se habría copiado en una prueba de geografía y/o mantendría correspondencia con algún miembro de la familia Fort. Luego de que ese rumor cobrara visos de realidad cayeron en desgracia y hubieron de abandonar la Sknadinavia para ir a echar raíces en un país, si bien no más tolerante, muchísimo más divertido y amante de los carbohidratos.
Dato: nuestro Melandri es el tercero de izquierda a derecha. Tranquilo Melandri, Macri te banca."




2/3/10

Churrascada de Carnaval en la Pousada Tribo - Ubatuba 14/02/2010

Cuando estuve en el país de la danza y el pitorreo filmé (por favor que nadie se entere que quebré mi voto anti homo fotográficus) esta fiesta de carnaval con asadito hecho por asadora que estaba de ostias (el asado).
Por ahí anda la que me contó su historia del doble (era la otra).
Todos éramos huéspedes circunstanciales de la pousada.
La pasé de rejonjolines.

21/2/10

La otra

Para Meire

A los filósofos les gusta enunciar teorías e imposibles forzando el lenguaje hacia acrobacias que a veces iluminan y otras, por el contrario, entumecen el intelecto. Así, formular un principio de identidad matemático (nada más inútilmente verdadero que las matemáticas) es negar la posibilidad de que haya dos cosas iguales en el universo. La teología se ampara en sí misma para postular la exagerada ubicuidad pero rechaza por blasfemia la posibilidad de coexistir dos objetos en un mismo espacio. Platón, Goethe, Borges, Saramago, entre otros, visitaron con mayor felicidad el problema del Doppelgänger. Ya en un plano más secular, de la opinión (doxa), decir "iguales como dos gotas de agua" es, ya sabemos, un despropósito, una frase hecha y, acaso peor, una mentira.
Lo que estoy a punto de narrar tal vez no aporte luz ni vueltas de tuerca pero les bastará saber que la historia es verdadera (alguna vez dejaré de escribir estos prólogos; será que me gustan los juegos previos).

Ella se sentó a mi lado durante mi último desayuno en el hostel y entre frutas, trivialidades, tostadas y más gente que iba llegando a la mesa, sin saber qué le dio pie y a bordo de un clarísimo portugués, narró lo que sigue:

"Sucedió ya hace (...) años. Al principio supuse que era culpa de la distracción: una tarde en el bar de la facultad un compañero de curso me dijo con cierto disgusto que días atrás, a la salida de una clase, yo no le había devuelto el saludo (creo que él estaba algo interesado por mí, aunque yo no de él, por eso le resté importancia). Tampoco presté demasiada atención a compañeras que me reclamaban mi parte de un supuesto trabajo práctico realizado en el laboratorio la semana anterior. Yo ya lo había hecho con otro grupo otro día; estas confusiones son comunes: los grupos de trabajo se arman y desarman continuamente.
Otro día estuve una hora para desmentirle a una amiga que insistía haberme visto pasar en el auto con su ex-novio. Días después, mis amigas me preguntaron cómo hacía para ir y venir tan rápido ya que me habían visto partir en bus para luego encontrarme en la biblioteca, y yo no sabía qué decirles.

Finalmente, una tarde mientras tomaba un descanso en el patio una estudiante que no conocía me llamó por mi nombre y me pidió que le devolviera el libro de física que -según ella- me había prestado hacía un mes. Cuando le dije que ella no me había prestado nada parecido, que yo tenía el mío y que además, no la conocía, enfureció y me empujó tirándome el café recién comprado sobre la blusa blanca. Para cuando pude reaccionar ya se había ido. Me levanté y fui a lavarme al baño. Mientras me secaba levanté la vista y miré al espejo del baño para acomodarme pero un grupo de chicas se agolparon para arreglarse los maquillajes y me arrinconaron en la esquina. Seguía frente al espejo secando la blusa con una toalla cuando desde el grupo aquél un rostro asomó por sobre mi hombro y quedé paralizada. El espejo siempre nos devuelve la verdad cambiada de lugar y la multiplica ilusoriamente, pero yo no soy tonta y no voy a caer en debates metafísicos estúpidos: la cabeza que nacía como un tallo perverso de mi cuello era igual a la mía. Me di vuelta para salir del embrujo del espejo y allí estaba ella todavía: igual a mí. Yo la inspeccionaba con la vista como si le fuera a encontrar el truco de su increíble parecido conmigo mientras ella, sin decir ni hacer nada, se limitó a dejar que yo la observara con un rigor casi científico.

-¿Te das cuenta de que somos muy, pero muy, parecidas?
Ella asintió.
-¿Cómo te llamás?
No podía ser cierto. Mi nombre es muy raro, pocas personas que conozco lo llevan y ella se llamaba igual.
Me trajo tranquilizó saber que el apellido era otro (aunque luego supe -demasiado tarde, acaso- que en lituano significaba lo mismo que el mío).
Vestíamos las mismas marcas de ropa, teníamos el mismo corte de pelo, las mismas medidas anatómicas (tenía el pecho izquierdo un poco más chico, como el mío), en el lugar del lunar de mi rodilla ella tenía una cicatriz que había oscurecido con el tiempo hasta parecer un lunar. No habíamos nacido el mismo día pero sí el mismo año, yo en verano, ella en invierno (tal vez fuera esa la explicación de su apatía).
La invité a tomar un café pero ella me dijo que hoy no podía, que llegaba tarde a no sé qué y quedamos en vernos al otro día. Al irse sentí la rarísima sensación de verme desde atrás; compensó el hecho de comprobar que mi andar era muy femenino.

La tarde siguiente nos encontramos en un bar, ella siempre me miró con desconfianza mientras yo trataba de agradarle, quería que fuéramos amigas, las mejores, si eso fuera posible. Yo quería conocer a sus padres pero me respondía que vivían lejos, en Manaos y que habían hecho un esfuerzo enorme para que ella pudiera estudiar en la universidad. La invité entonces a conocer a mis padres, pero por algún extraño motivo se excusó, al menos por ahora. Luego comencé a interrogarla para verificar coincidencias; no sin decepción comprobé que casi nada teníamos en común: solo el aspecto exterior y el nombre (como si fuera poco). Le sonó el celular y la observé hablar animada, seguramente su novio. Una depresión terrible me invadió desde que me sentí un espíritu fuera del cuerpo, un fantasma. Ella lo notó y le dijo que estaba ocupada ahora y que luego lo llamaría. Cortó y nos quedamos mirándonos. Yo alcé la mano y la moví en círculos como si estuviera frente al espejo. Ella no me siguió. Me dijo que se le hacía tarde y me sentí una estúpida, amagó sacar la billetera para pagar pero le dije que esta vez invitaba yo.

-Gracias.
Y se fue en el primer taxi.

Pasaron un par de semanas sin saber nada de ella. No me había dado ni su dirección ni su teléfono ni nada como para encontrarla. Nunca quiso salir con mis amigas. Nadie excepto yo había contemplado el milagro de nuestra duplicidad. El tiempo comenzaba a borronearla y hasta, como casi siempre sucede, nos hace dudar sobre el pasado y su veracidad.

Una mañana lluviosa de abril en la que llegué al laboratorio unos minutos antes para preparar el ensayo el salón se sacudió, las puertas volaron arrancadas de sus goznes y la policía entró. Yo no entendía qué buscaban y se los pregunté bastante alterada: habían irrumpido con tanta violencia que caso escupo mi corazón.
Me dijeron que venían por mí, que estaba acusada del homicidio de mi novio y que tenían pruebas irrefutables. Nadie creyó que no tuviera novio. Mis amigas poco pudieron hacer, nos conocíamos poco.
En la policía me mostraron un video en el que claramente estaba yo con mi rostro frío disparando a quemarropa a un joven que yo no conocía.
Inmediatamente pensé en ella.
Naturalmente nadie creyó mi historia y fui condenada a prisión perpetua.”

Una chica de anteojos se animó a cortar el silencio y le dijo:

“-Bueno, tan perpetua no debe haber sido porque estás aquí, muy fresca y de vacaciones.
Su expresión cambió, un brillo frío le cruzó la mirada y respondió:
-Contar la historia de este modo es un poco más entretenido y me lava las culpas. La que está en prisión es la otra.”

18/2/10

Días pasados estuve por aquí

Carnaval en Paraty (Brasil) - Fiesta del barro (pa'huyentar maloj ejpírituj)



Pousada Tribo - Ubatuba - Brasil


Calles de Praia do Lazaro - Ubatuba



Itaguá - Ubatuba



Praia da Sununga - Ubatuba