6/6/10

De la divina procrastinación


Cruje la herrumbre del pensamiento dormido o anestesiado. Es como el nauseabundo sabor acre al despertar después de una borrachera. Así puede ser este post. No esperen a que después de tanto tiempo me descuelgue con ninguna genialidad: ni en mis mejores épocas (ob)tuve el derecho de arrogarme un párrafo, tampoco una línea, mucho menos una palabra genial.


Pero volver es una forma de continuar y de eso se trata (cuánta palabra inútil; por qué será que preciso de estas introducciones culposas disculposas...).

Hoy, luego de una safari gastronómico en una isla del Tigre melandrino, que incluyó un guisant dü lentex avec choricién et pancëtén, patate dolce, carrotennes et amnesia etílica (para los seguidores de Tinelli, léase, guiso de lentejas con malbec del Terruño), café y minialfajores Georgette, Melandri empezó a quejarse a eso de las 15 hs y casi gloriosos 20ºC en utonno, que el domingo le daba perecitud (sic). Que el lunes y todo lo que implica tener que mover el tujes durante la semana es un bajón pensado desde la impiedad del domingo y que de nuevo, suspiro melancourbano, qué perecitud.

Vino entonces a mi mente la palabreja que rara vez empleamos pero que sí actuamos en consecuencia: la procrastinación.

El título de un texto generalmente se me ocurre antes o ni bien comienzo a escribir, funciona como un paraguas que determina el territorio y organización de las ideas (esto pocas veces se cumple y esta no es la excepción: hace rato que comenzó el post y todavía no entro en tema).

Antes de plasmarse (LCD) el título cursó las siguientes opciones:

* De la procrastinación, que me pareció poco comprometedor, como que bue, ahí está la palabrita y que suena feo y que lo que viene es una queja ensayística.

* Ensayo sobre la procrastinación, que tampoco, Saramago se apropió de estas formas y hacerlo implicaría escribir relleno que no tengo ganas de rellenar.

* Elogio de la procrastinación, por ahí andamos, pero ya está usado por los autoayudantes, hay un Elogio de la lentitud de un tal Carl Honoré que no leí ni leeré.

Mi intención era (o es, o será, pues no creo que lo logre) felicitar a la procrastinación, así es que la divinicé, dado que existe esa inverosímil costumbre (argentina al menos) de divinizar cualquier cosa: no me voy a explayar mucho en eso; con el caso Maradona basta y sobra. Vivimos en un país de dioses, de decapitados privados de la razón destinados a adorarlos y el resto, unos pocos en los que a veces me cuento, que la miramos pasar y que no nos ponemos el dedo en la garganta por pura procrastinación.

Así que le quedó un pretencioso De la divina procrastinación.

Esta palabra es tan imposible para un tartamudo y difícil y malsonante para los demás que la mayoría utiliza un sinónimo más elegante: la postergación.

La procrastinación carga en sí misma con la pereza de no desembarazarse de la segunda "r" que la hace tan complicada de enunciar. Pero dejar caer esa segunda "r" sería contradecirse y además el latín no permitiría que se alterara el crastinus, que es el futuro. Los anglosajones utilizan este vocablo con más frecuencia aunque, sin estar seguro de esto, en círculos más eruditos.

Pero yo quiero felicitar a la procrastinación porque de ella estamos hechos los seres humanos.

El deber nos es odioso, que me digan que prefieren hacer lo que se debe a no hacer un pomo, a dejar que las cosas se arreglen solas o no se arreglen en absoluto, el libacigotismo (o chupahuevismo) es inherente al ser humano, es, señores antropólogos, reanimen a Levy Strauss de la tumba y díganle, que si hay algo natural al Hombre eso es la pereza y su madre la procrastinación. Como prueba de ello tenemos a la infalible Iglesia que nos lo confirma enmarcando en un cuadro a los siete pecados capitales: pereza, soberbia, avaricia, glotonería, lujuria, envidia e ira.
Una pinturita de virtudes del Dios que nos creó y que tanto nos ama. Antes de que me caigan la Inquisición y la Afip, reconozcamos que si hay un Dios creador y blablabla, díganme qué le costaba hacernos un poco mejores personas. O es que nos caímos de su bolsillo y éramos la mezcla o condimento de algo que no fue o sí fue en otro lado. Seremos acaso la pizca que le da color y sabor al peceto al horno universal pero que si te vaciás el sobre en la lengua y te lo engullís es un asco y vomitás, como un cubito de caldo.

Felicitemos de todos modos a la procrastinación, porque de algún modo aquellas cosas que no queremos hacer o enfrentar, algunas se solucionan solas. Yo creo que el demonio de la proactividad tiene la misión de endiablar la naturaleza humana hinchando las pelotas diariamente. Todos quieren todo ya y no soportan la espera, ¿la impaciencia no es acaso más prepotente y anfetamínica que la pancha procrastinación?

Dirán que hay angustia en la postergación, que hay cobardía al no enfrentar, indolencia, demónica vagancia, etc., y yo les digo que hay resistencia.

Y resistir está bien.

Todos quieren que los demás hagan lo que ellos no tienen ganas y se amparan en la arriba mencionada proactividad neoliberal para alterar la psique metiendo su dedo en el cülo ajeno (pijorting): hay que resistirlos, hay que realizar un mega acto subversivo, incendiar, derrumbar y hacer estallar el edificio neocapitalista, piquetear todas las salidas de emergencia y esperarlos para darle su merecido, cuerearlos y tapizar el obelisco con su pálida piel (tambien canoas), hacer un interminable collar con sus cráneos que dé la vuelta y alumbre la 9 de Julio con velas en las cuencas vacías de los ojos, sus culos harán de parking de bicicletas en Plaza Italia, con su sangre haremos una morcilla vasca que llegue hasta Mar del Plata, con la carne un asado federal para los pobres y festejar así el verdadero bicentenario.

Pero no se alegre, no señor, no se entusiasme, bájese del caballo, eso por ahora no va a ocurrir porque nos da perecitud, lo dejamos para otro día mejor, que lo haga otro, ya va, ya va, ufa, ahora va, esperá un cachito, una siestita y listo, mientras tanto, en una de esas se arregla solito, mirá, si anda no lo toques, ni lo mires, para qué si después va quedar igual que ahora, el tiempo es inexorable, todo llega.

Dios bendiga la procrastinación y su impronunciable vocablo.