El príncipe y luego esclavo bengalí, tras errar días abrasadores por el desierto llega con el último aliento hasta un brillo dorado que brotaba de la arena. Descubre que se trata de una lámpara de aceite; al desenterrarla la limpia con las manos y de inmediato comienza a vibrar. En un abrir y cerrar de ojos una nube oscurísima sale de la lámpara y se transforma en un genio de estatura al menos tres veces superior al monte Sinaí.
El hombre aterrado se prosterna ante el genio quien suelta una risotada y le dice:
-Levántate, Hombre, que no es el día de tu muerte. Me has liberado y un deseo, solo uno, he de concederte.
El bengalí se rascó la barbilla y le respondió:
-Mmm, déjame pensar...
-Así sea.
Desde entonces el mundo palideció, se volvió casi trasparente, salvo para el bengalí quien ahora transcribe al Libro el destino de todos mientras Alá, que todo lo mira y conoce porque es más sabio, duerme la siesta.
13/8/10
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