7/4/18
24/4/13
20/12/12
¿Volviste?
La principal causa de muerte en las playas tropicales es el coco (cocos nucífera).
En el resto del mundo, la humedad.
Eso fue lo primero que pensé cuando desperté y no pude ver mis pies al costado de la cama pues estaban hundidos en una densa neblina que apenas se levantaba del suelo.
Este hecho podría llamar la atención si no fuera porque la niebla forma parte de nuestro paisaje sin importar la estación del año: al sur está el infinito manglar; al oeste el campo de golf; al este la laguna (el mar). Con semejantes generadores de humedad la niebla cubre todo hasta que el sol la disipa. Tan densa es que suele filtrarse (en realidad, pocas veces) por debajo de las puertas de las casas y extenderse por todos los rincones.
Luego recordé el golpe seco que vino de la sala o la cocina, no lo supe todavía pero ahí entendí lo del coco: fue un sueño partido al medio por la vigilia. Caminé intrigado y me reía a la vez porque al patear la neblina me sentía Drácula o Frankenstein en su castillo. Al llegar a la sala oí correr el agua en la cocina, entré y me senté en silencio. Luego dije:
- Volviste.
Ella estaba de espaldas lavando los platos de la noche anterior y la otra y la otra...
Se dio vuelta, me miró por sobre el hombro, sonrió apenas y siguió lavando.
- ¿Por qué volviste?
Se enjugó el sudor con el puño de la camisa y siguió lavando sin decir nada.
- ¿Qué significa esto, que te vas a quedar, que ya no te vas a ir nunca más, que me querés, te echaron, cuándo volviste, dónde estabas, qué carajo hacés acá?
- Tonto…
- No, en serio, ¿qué te pensás, que podés ir y venir cuando se te cante?
- ¿Tenés más detergente?
Me levanté y me fui al baño. Al volver tenía servido el desayuno humeante como a mi me gusta. El sol entraba por las ventanas, ella y la neblina habían desaparecido.
Los platos estaban limpios y sobre el piso de baldosa fría un coco roto.
Sus idas y vueltas se repitieron durante muchos años. Unas veces la encontraba, como hoy, en la cocina; otras en la sala sentada mirando la tele como si fuera el primer día; lavándose los dientes en el baño. Hicimos el amor también (sin muchas ganas).
Hay un problema con esta maldita niebla que rodea al pueblo desde siempre: nos da olvido. Es haragán, poroso, de esos olvidos que dejan rastros irreconciliables.
Será por eso que no recuerdo si todo esto ocurrió antes o después de su muerte.
En el resto del mundo, la humedad.
Eso fue lo primero que pensé cuando desperté y no pude ver mis pies al costado de la cama pues estaban hundidos en una densa neblina que apenas se levantaba del suelo.
Este hecho podría llamar la atención si no fuera porque la niebla forma parte de nuestro paisaje sin importar la estación del año: al sur está el infinito manglar; al oeste el campo de golf; al este la laguna (el mar). Con semejantes generadores de humedad la niebla cubre todo hasta que el sol la disipa. Tan densa es que suele filtrarse (en realidad, pocas veces) por debajo de las puertas de las casas y extenderse por todos los rincones.
Luego recordé el golpe seco que vino de la sala o la cocina, no lo supe todavía pero ahí entendí lo del coco: fue un sueño partido al medio por la vigilia. Caminé intrigado y me reía a la vez porque al patear la neblina me sentía Drácula o Frankenstein en su castillo. Al llegar a la sala oí correr el agua en la cocina, entré y me senté en silencio. Luego dije:
- Volviste.
Ella estaba de espaldas lavando los platos de la noche anterior y la otra y la otra...
Se dio vuelta, me miró por sobre el hombro, sonrió apenas y siguió lavando.
- ¿Por qué volviste?
Se enjugó el sudor con el puño de la camisa y siguió lavando sin decir nada.
- ¿Qué significa esto, que te vas a quedar, que ya no te vas a ir nunca más, que me querés, te echaron, cuándo volviste, dónde estabas, qué carajo hacés acá?
- Tonto…
- No, en serio, ¿qué te pensás, que podés ir y venir cuando se te cante?
- ¿Tenés más detergente?
Me levanté y me fui al baño. Al volver tenía servido el desayuno humeante como a mi me gusta. El sol entraba por las ventanas, ella y la neblina habían desaparecido.
Los platos estaban limpios y sobre el piso de baldosa fría un coco roto.
-*-
Sus idas y vueltas se repitieron durante muchos años. Unas veces la encontraba, como hoy, en la cocina; otras en la sala sentada mirando la tele como si fuera el primer día; lavándose los dientes en el baño. Hicimos el amor también (sin muchas ganas).
Hay un problema con esta maldita niebla que rodea al pueblo desde siempre: nos da olvido. Es haragán, poroso, de esos olvidos que dejan rastros irreconciliables.
Será por eso que no recuerdo si todo esto ocurrió antes o después de su muerte.
7/9/12
30/5/11
The best disguise ever
Ya era tarde en la redacción del diario, casi todos se habían ido, el olor algo agresivo de los desinfectantes en el agua que utilizaba el personal de limpieza le hicieron arder un poco los ojos. Se quitó los pesados anteojos, se presionó los lagrimales con los dedos y continuó con la escritura. Estaba algo contrariado pues no encontraba la palabra adecuada para terminar la crónica.
María arrastraba con pesadez el trapo limpiador sobre el piso de mármol se escurría el sudor con las manos cada vez más seguido, el calor del verano no cedía en la ciudad y a esa hora, los acondicionadores de aire de "El Planeta" se apagaban.
"¿Concupiscente?, mmm no.", se preguntaba, respondía y se acordaba de Luisa todo a la vez.
La empleada entró al box contiguo para vaciar los cestos de papeles y casi no le prestó atención: la luz y su postura inclinada sobre el monitor de la computadora no le dejaban revelar quién era.
"¿Displicente?, tampoco. ¿Consuetudinario?, no no y no.", por un momento perdió la calma y dio un puñetazo sobre el escritorio. Cómo era posible que él, el mejor, el que estaba por encima de todos, tan cercano y distante a Nietzsche al mismo tiempo, no pudiera encontrar la palabra adecuada, justa, acaso quirúrgica y, por qué no, rimbombante metáfora para terminar su artículo; luego era salir a disfrutar la noche cálida, pensar en ella, imaginarse volando los dos por las nubes del amor (romanticismo melifluo pero literal).
María se quedó petrificada a la entrada de su oficina. El balde cayó de su mano y empapó el suelo y la alfombra.
"Destino", dijo y cruzó la vista para observarla atónita. Luego miró su alrededor y vio el escritorio partido en dos por su golpe. Eso no fue lo peor: en el suelo bañados en agua desinfectante estaban sus lentes de marco grueso. En vano se abalanzó sobre ellos: el rulo renegrido y engominado le había caído sobre la frente desnudándolo para siempre.
Apenas eludiendo la imposibilidad de verbalizar, María se quitó la mano traspirada de la boca y balbuceó:
"¡Sr. Kent, esto es horrible: Ud. es Superman!"
María arrastraba con pesadez el trapo limpiador sobre el piso de mármol se escurría el sudor con las manos cada vez más seguido, el calor del verano no cedía en la ciudad y a esa hora, los acondicionadores de aire de "El Planeta" se apagaban.
"¿Concupiscente?, mmm no.", se preguntaba, respondía y se acordaba de Luisa todo a la vez.
La empleada entró al box contiguo para vaciar los cestos de papeles y casi no le prestó atención: la luz y su postura inclinada sobre el monitor de la computadora no le dejaban revelar quién era.
"¿Displicente?, tampoco. ¿Consuetudinario?, no no y no.", por un momento perdió la calma y dio un puñetazo sobre el escritorio. Cómo era posible que él, el mejor, el que estaba por encima de todos, tan cercano y distante a Nietzsche al mismo tiempo, no pudiera encontrar la palabra adecuada, justa, acaso quirúrgica y, por qué no, rimbombante metáfora para terminar su artículo; luego era salir a disfrutar la noche cálida, pensar en ella, imaginarse volando los dos por las nubes del amor (romanticismo melifluo pero literal).
María se quedó petrificada a la entrada de su oficina. El balde cayó de su mano y empapó el suelo y la alfombra.
"Destino", dijo y cruzó la vista para observarla atónita. Luego miró su alrededor y vio el escritorio partido en dos por su golpe. Eso no fue lo peor: en el suelo bañados en agua desinfectante estaban sus lentes de marco grueso. En vano se abalanzó sobre ellos: el rulo renegrido y engominado le había caído sobre la frente desnudándolo para siempre.
Apenas eludiendo la imposibilidad de verbalizar, María se quitó la mano traspirada de la boca y balbuceó:
"¡Sr. Kent, esto es horrible: Ud. es Superman!"
13/8/10
La noche 1002
El príncipe y luego esclavo bengalí, tras errar días abrasadores por el desierto llega con el último aliento hasta un brillo dorado que brotaba de la arena. Descubre que se trata de una lámpara de aceite; al desenterrarla la limpia con las manos y de inmediato comienza a vibrar. En un abrir y cerrar de ojos una nube oscurísima sale de la lámpara y se transforma en un genio de estatura al menos tres veces superior al monte Sinaí.
El hombre aterrado se prosterna ante el genio quien suelta una risotada y le dice:
-Levántate, Hombre, que no es el día de tu muerte. Me has liberado y un deseo, solo uno, he de concederte.
El bengalí se rascó la barbilla y le respondió:
-Mmm, déjame pensar...
-Así sea.
Desde entonces el mundo palideció, se volvió casi trasparente, salvo para el bengalí quien ahora transcribe al Libro el destino de todos mientras Alá, que todo lo mira y conoce porque es más sabio, duerme la siesta.
El hombre aterrado se prosterna ante el genio quien suelta una risotada y le dice:
-Levántate, Hombre, que no es el día de tu muerte. Me has liberado y un deseo, solo uno, he de concederte.
El bengalí se rascó la barbilla y le respondió:
-Mmm, déjame pensar...
-Así sea.
Desde entonces el mundo palideció, se volvió casi trasparente, salvo para el bengalí quien ahora transcribe al Libro el destino de todos mientras Alá, que todo lo mira y conoce porque es más sabio, duerme la siesta.
6/6/10
De la divina procrastinación
Cruje la herrumbre del pensamiento dormido o anestesiado. Es como el nauseabundo sabor acre al despertar después de una borrachera. Así puede ser este post. No esperen a que después de tanto tiempo me descuelgue con ninguna genialidad: ni en mis mejores épocas (ob)tuve el derecho de arrogarme un párrafo, tampoco una línea, mucho menos una palabra genial.
Pero volver es una forma de continuar y de eso se trata (cuánta palabra inútil; por qué será que preciso de estas introducciones culposas disculposas...).
Hoy, luego de una safari gastronómico en una isla del Tigre melandrino, que incluyó un guisant dü lentex avec choricién et pancëtén, patate dolce, carrotennes et amnesia etílica (para los seguidores de Tinelli, léase, guiso de lentejas con malbec del Terruño), café y minialfajores Georgette, Melandri empezó a quejarse a eso de las 15 hs y casi gloriosos 20ºC en utonno, que el domingo le daba perecitud (sic). Que el lunes y todo lo que implica tener que mover el tujes durante la semana es un bajón pensado desde la impiedad del domingo y que de nuevo, suspiro melancourbano, qué perecitud.
Vino entonces a mi mente la palabreja que rara vez empleamos pero que sí actuamos en consecuencia: la procrastinación.
El título de un texto generalmente se me ocurre antes o ni bien comienzo a escribir, funciona como un paraguas que determina el territorio y organización de las ideas (esto pocas veces se cumple y esta no es la excepción: hace rato que comenzó el post y todavía no entro en tema).
Antes de plasmarse (LCD) el título cursó las siguientes opciones:
* De la procrastinación, que me pareció poco comprometedor, como que bue, ahí está la palabrita y que suena feo y que lo que viene es una queja ensayística.
* Ensayo sobre la procrastinación, que tampoco, Saramago se apropió de estas formas y hacerlo implicaría escribir relleno que no tengo ganas de rellenar.
* Elogio de la procrastinación, por ahí andamos, pero ya está usado por los autoayudantes, hay un Elogio de la lentitud de un tal Carl Honoré que no leí ni leeré.
Mi intención era (o es, o será, pues no creo que lo logre) felicitar a la procrastinación, así es que la divinicé, dado que existe esa inverosímil costumbre (argentina al menos) de divinizar cualquier cosa: no me voy a explayar mucho en eso; con el caso Maradona basta y sobra. Vivimos en un país de dioses, de decapitados privados de la razón destinados a adorarlos y el resto, unos pocos en los que a veces me cuento, que la miramos pasar y que no nos ponemos el dedo en la garganta por pura procrastinación.
Así que le quedó un pretencioso De la divina procrastinación.
Esta palabra es tan imposible para un tartamudo y difícil y malsonante para los demás que la mayoría utiliza un sinónimo más elegante: la postergación.
La procrastinación carga en sí misma con la pereza de no desembarazarse de la segunda "r" que la hace tan complicada de enunciar. Pero dejar caer esa segunda "r" sería contradecirse y además el latín no permitiría que se alterara el crastinus, que es el futuro. Los anglosajones utilizan este vocablo con más frecuencia aunque, sin estar seguro de esto, en círculos más eruditos.
Pero yo quiero felicitar a la procrastinación porque de ella estamos hechos los seres humanos.
El deber nos es odioso, que me digan que prefieren hacer lo que se debe a no hacer un pomo, a dejar que las cosas se arreglen solas o no se arreglen en absoluto, el libacigotismo (o chupahuevismo) es inherente al ser humano, es, señores antropólogos, reanimen a Levy Strauss de la tumba y díganle, que si hay algo natural al Hombre eso es la pereza y su madre la procrastinación. Como prueba de ello tenemos a la infalible Iglesia que nos lo confirma enmarcando en un cuadro a los siete pecados capitales: pereza, soberbia, avaricia, glotonería, lujuria, envidia e ira.
Una pinturita de virtudes del Dios que nos creó y que tanto nos ama. Antes de que me caigan la Inquisición y la Afip, reconozcamos que si hay un Dios creador y blablabla, díganme qué le costaba hacernos un poco mejores personas. O es que nos caímos de su bolsillo y éramos la mezcla o condimento de algo que no fue o sí fue en otro lado. Seremos acaso la pizca que le da color y sabor al peceto al horno universal pero que si te vaciás el sobre en la lengua y te lo engullís es un asco y vomitás, como un cubito de caldo.
Felicitemos de todos modos a la procrastinación, porque de algún modo aquellas cosas que no queremos hacer o enfrentar, algunas se solucionan solas. Yo creo que el demonio de la proactividad tiene la misión de endiablar la naturaleza humana hinchando las pelotas diariamente. Todos quieren todo ya y no soportan la espera, ¿la impaciencia no es acaso más prepotente y anfetamínica que la pancha procrastinación?
Dirán que hay angustia en la postergación, que hay cobardía al no enfrentar, indolencia, demónica vagancia, etc., y yo les digo que hay resistencia.
Y resistir está bien.
Todos quieren que los demás hagan lo que ellos no tienen ganas y se amparan en la arriba mencionada proactividad neoliberal para alterar la psique metiendo su dedo en el cülo ajeno (pijorting): hay que resistirlos, hay que realizar un mega acto subversivo, incendiar, derrumbar y hacer estallar el edificio neocapitalista, piquetear todas las salidas de emergencia y esperarlos para darle su merecido, cuerearlos y tapizar el obelisco con su pálida piel (tambien canoas), hacer un interminable collar con sus cráneos que dé la vuelta y alumbre la 9 de Julio con velas en las cuencas vacías de los ojos, sus culos harán de parking de bicicletas en Plaza Italia, con su sangre haremos una morcilla vasca que llegue hasta Mar del Plata, con la carne un asado federal para los pobres y festejar así el verdadero bicentenario.
Pero no se alegre, no señor, no se entusiasme, bájese del caballo, eso por ahora no va a ocurrir porque nos da perecitud, lo dejamos para otro día mejor, que lo haga otro, ya va, ya va, ufa, ahora va, esperá un cachito, una siestita y listo, mientras tanto, en una de esas se arregla solito, mirá, si anda no lo toques, ni lo mires, para qué si después va quedar igual que ahora, el tiempo es inexorable, todo llega.
Dios bendiga la procrastinación y su impronunciable vocablo.
Etiquetas:
amici miei,
conversaciones con melandri,
reflexiones apóstatas
27/4/10
La 16500
Entró al baño como las 16135 anteriores (las primeras 365 no pudo hacerlo por sus propios medios). Habrá tardado otras 1095 para verse en el espejo (en puntas de pie y haciendo alguna que otra morisqueta). Habrán cambiado los escenarios (se mudó de casa una veintena de veces) y los espejos (su forma, no el contenido).
Pero recién hoy, la 16500 sin sol aún, sintió el piso demasiado frío bajo sus pies y que algo había cambiado: por supuesto, era él (el contenido del espejo).
Hacía años que tenía canas (tempranas) y que el cabello le estaba en retirada silenciosa; lo sabía perfectamente, no era un idota, pero fue durante el comienzo de la 16500 que se dio cuenta.
Ya algo sospechó durante el verano anterior cuando el cuero cabelludo se le quemó donde antes ni lo hubiera imaginado.
Pero ya dijimos que se ha dado cuenta e inspecciona su rostro con detenimiento, como si se tratara de una máscara que está pegada sobre la piel tersa y elástica que predominó hasta, aproximadamente, la 10950.
Entrecierra los párpados y las arrugas se le escurren hacia las sienes.
Abre la boca y verifica que tiene las muelas víctimas de una vendetta, las encías amagan reducirse y que los dientes han tomado un color amarillo pálido aunque dejó de fumar hace unos años y que utiliza el cepillo y crema dental adecuados.
El cuello está firme todavía pero no cree que llegue a la 18250 con todo el colágeno que lo mantiene tenso por ahora.
Recordó cuando se jactaba de poder vivir el tiempo vivido al menos cuatro veces si no le ocurría nada antes.
También cuando redujo ese tiempo a dos vueltas.
Hoy, la 16500, cree que con los avances de la ciencia podrá llegar a la 32850 pero que de nada valdrá porque para entonces, si no vuelve al estado de las primeras 182 (es decir: mearse y cagarse encima) la cabeza no le va servir para mantener ni una conversación ni una erección: las neuronas no son renovables; dios lo quiso así (tu dios).
Las manos le sudaban sobre el lavabo, inútil negar un poco de angustia, ya soy grande, pensó.
El agua caliente comienza a empañar el espejo y sus ojos se le esfuman tras la gota de plata.
Rápidamente pasa la mano por el vidrio y recobra su mirada: está bien, ya no es tan azul como lo fuera hasta la 12775, algo descolorida, pero, caramba, tiene determinación, con destellos de cansancio, sí, pero tiene determinación.
Hoy no se afeita.
Cierra la salida de agua, se viste y sale a la 16500 tarareando algo de The Who.
Sos antiguo, le dijo ayer el Negro.
Chupame un huevo, le contestó.
Pero recién hoy, la 16500 sin sol aún, sintió el piso demasiado frío bajo sus pies y que algo había cambiado: por supuesto, era él (el contenido del espejo).
Hacía años que tenía canas (tempranas) y que el cabello le estaba en retirada silenciosa; lo sabía perfectamente, no era un idota, pero fue durante el comienzo de la 16500 que se dio cuenta.
Ya algo sospechó durante el verano anterior cuando el cuero cabelludo se le quemó donde antes ni lo hubiera imaginado.
Pero ya dijimos que se ha dado cuenta e inspecciona su rostro con detenimiento, como si se tratara de una máscara que está pegada sobre la piel tersa y elástica que predominó hasta, aproximadamente, la 10950.
Entrecierra los párpados y las arrugas se le escurren hacia las sienes.
Abre la boca y verifica que tiene las muelas víctimas de una vendetta, las encías amagan reducirse y que los dientes han tomado un color amarillo pálido aunque dejó de fumar hace unos años y que utiliza el cepillo y crema dental adecuados.
El cuello está firme todavía pero no cree que llegue a la 18250 con todo el colágeno que lo mantiene tenso por ahora.
Recordó cuando se jactaba de poder vivir el tiempo vivido al menos cuatro veces si no le ocurría nada antes.
También cuando redujo ese tiempo a dos vueltas.
Hoy, la 16500, cree que con los avances de la ciencia podrá llegar a la 32850 pero que de nada valdrá porque para entonces, si no vuelve al estado de las primeras 182 (es decir: mearse y cagarse encima) la cabeza no le va servir para mantener ni una conversación ni una erección: las neuronas no son renovables; dios lo quiso así (tu dios).
Las manos le sudaban sobre el lavabo, inútil negar un poco de angustia, ya soy grande, pensó.
El agua caliente comienza a empañar el espejo y sus ojos se le esfuman tras la gota de plata.
Rápidamente pasa la mano por el vidrio y recobra su mirada: está bien, ya no es tan azul como lo fuera hasta la 12775, algo descolorida, pero, caramba, tiene determinación, con destellos de cansancio, sí, pero tiene determinación.
Hoy no se afeita.
Cierra la salida de agua, se viste y sale a la 16500 tarareando algo de The Who.
Sos antiguo, le dijo ayer el Negro.
Chupame un huevo, le contestó.
6/4/10
El beatle soviético que se exilió en Blogoslavia
Ocurre cada tanto.
La arquitectura del universo nos es desconocida.
Apenas algunos visos de esa intrincada máquina dejan advertirse; sea por descuido divino o quizás todo lo contrario: Él quiere que sepamos "por casualidad" lo mínimo de sus maravillas para que no perdamos la fe (zanahoria diabólica); yo no me suscribo a ninguna de estas actitudes histéricas.
Dentro de esos ladrillos fundacionales podríamos citar a las proporciones áureas, la secuencia de Fibonacci, los ravioles de pollo y verdura de "La Sarita", la aparición de superhombres nieztscheanos a lo largo de la historia humana, y éste es el caso que nos ocupará hoy.
Parece que de vez en cuando a Dios le vienen las ganas o simplemente le toca en su recorrido pasar por este mísero planeta y en un derroche de sus dones le pone huevo y así ocurren Moisés, Cristo, Buda, Mahoma, San Martín, Ronald Mc Donald y Perón; en el mundo de la música derramó su magia sobre Bach, Mozart, Beethoven y nuestro famosísimo y hoy olvidado para siempre John Lennin, el beatle soviético.
John Lennin (Ivan Fiodor Lennin, 1843-?), pariente lejano del prócer socialista Lenin, con una sola "n" y a secas, (vivió su infancia entre la humedad y el hollín de los docks de Vladivostok, a más de 9000 km de Moscú) al que escribió en vano muchas cartas pidiendo trabajo en el gobierno. Al no recibir respuesta, salvo una multa de 500 rublos por supuestas actitudes antirrevolucionarias, decidió dedicarse a la música. Su estilo irreverente y de vanguardia producía las reacciones más diversas en la audiencia, fundamentalmente el deseo de lincharlo. Incomprendido, tuvo que padecer las peores vicisitudes hasta que zarpó un mediodía helado en un buque a Gran Bretaña. Fue víctima de la persecución deportiva del regimiento de húsares nº 24, bravos soldados no informados de la revolución bolchevique y que aún hoy deriva por la estepa rusa jurando fidelidad incondicional al Zar y a la casa Smirnoff.
Ya en Liverpool, John se puso a cantar en los bares por unos peniques y cerveza hasta que un día entraron por la puerta tres muchachos desgarbados y mal alimentados que le dijeron eran De Bidduls (fonética de the Beatles, eso le dijeron) y que si quería cantar con ellos y les dijo que sí y no fueron famosos nunca.
Abrumado por el fracaso, aunque componía lindas canciones y cantaba muy bien, fue a la escollera a quitarse la vida. Estaba por tirar al frío mar la piedra atada al cuello cuando un buque de bandera blogoslava hizo sonar sus bocinas en tercera menor disminuida y de inmediato a John Lennin se le iluminó quien sabe qué y compuso más canciones que según la crítica eran de "puta madre" (sic). Pero como John Lennin era bastante resentido y apóstata le dijo minga a las discográficas y en agradecimiento se tomó el buque a Blogoslavia donde fracasó terriblemente -nadie entiende otro idioma que no sea el blogoslavo y a John no le da el bocho para aprenderlo, menos de grande- y ahora limpia los baños de la estación central por nesquicks fríos y 5 chochis diarios (1chochi = 20 Euro, se fue al demonio el chochi).
Sin embargo, ¡qué lindas eran sus canciones!
La arquitectura del universo nos es desconocida.
Apenas algunos visos de esa intrincada máquina dejan advertirse; sea por descuido divino o quizás todo lo contrario: Él quiere que sepamos "por casualidad" lo mínimo de sus maravillas para que no perdamos la fe (zanahoria diabólica); yo no me suscribo a ninguna de estas actitudes histéricas.
Dentro de esos ladrillos fundacionales podríamos citar a las proporciones áureas, la secuencia de Fibonacci, los ravioles de pollo y verdura de "La Sarita", la aparición de superhombres nieztscheanos a lo largo de la historia humana, y éste es el caso que nos ocupará hoy.
Parece que de vez en cuando a Dios le vienen las ganas o simplemente le toca en su recorrido pasar por este mísero planeta y en un derroche de sus dones le pone huevo y así ocurren Moisés, Cristo, Buda, Mahoma, San Martín, Ronald Mc Donald y Perón; en el mundo de la música derramó su magia sobre Bach, Mozart, Beethoven y nuestro famosísimo y hoy olvidado para siempre John Lennin, el beatle soviético.
John Lennin (Ivan Fiodor Lennin, 1843-?), pariente lejano del prócer socialista Lenin, con una sola "n" y a secas, (vivió su infancia entre la humedad y el hollín de los docks de Vladivostok, a más de 9000 km de Moscú) al que escribió en vano muchas cartas pidiendo trabajo en el gobierno. Al no recibir respuesta, salvo una multa de 500 rublos por supuestas actitudes antirrevolucionarias, decidió dedicarse a la música. Su estilo irreverente y de vanguardia producía las reacciones más diversas en la audiencia, fundamentalmente el deseo de lincharlo. Incomprendido, tuvo que padecer las peores vicisitudes hasta que zarpó un mediodía helado en un buque a Gran Bretaña. Fue víctima de la persecución deportiva del regimiento de húsares nº 24, bravos soldados no informados de la revolución bolchevique y que aún hoy deriva por la estepa rusa jurando fidelidad incondicional al Zar y a la casa Smirnoff.
Ya en Liverpool, John se puso a cantar en los bares por unos peniques y cerveza hasta que un día entraron por la puerta tres muchachos desgarbados y mal alimentados que le dijeron eran De Bidduls (fonética de the Beatles, eso le dijeron) y que si quería cantar con ellos y les dijo que sí y no fueron famosos nunca.
Abrumado por el fracaso, aunque componía lindas canciones y cantaba muy bien, fue a la escollera a quitarse la vida. Estaba por tirar al frío mar la piedra atada al cuello cuando un buque de bandera blogoslava hizo sonar sus bocinas en tercera menor disminuida y de inmediato a John Lennin se le iluminó quien sabe qué y compuso más canciones que según la crítica eran de "puta madre" (sic). Pero como John Lennin era bastante resentido y apóstata le dijo minga a las discográficas y en agradecimiento se tomó el buque a Blogoslavia donde fracasó terriblemente -nadie entiende otro idioma que no sea el blogoslavo y a John no le da el bocho para aprenderlo, menos de grande- y ahora limpia los baños de la estación central por nesquicks fríos y 5 chochis diarios (1chochi = 20 Euro, se fue al demonio el chochi).
Sin embargo, ¡qué lindas eran sus canciones!
18/3/10
Indiscreciones de Melandri
El conde Mascetti, en sus momentos de lucidez (pocos) y ocio (muchos), se dedica a escarbar en los archivos del Registro Nacional de las Personas (RNP) y las entradas a la comisaría nº4 de Gonzalez Catán (Gonz Keitn, para los friends) los orígenes de sus allegados, familiares, amigos, deudos, acreedeores y detractores.
Así, sin precisar el encuadre clasificatorio anterior, nos ha enviado la siguiente imprescindibilísima (sic) revelación sobre la inexistente heráldica de nuestro afable y nunca bien ponderado arquitecto Rambaldo Melandri, seguidor extraviado de este blog.
Dice el conde Mascetti al respecto:
"El apellido Melandri es un desatino producto del cruce de una frontera múltiple: geográfica, lingüistica y social. Melandri, bien puede sonar italiano pero es netamente de corte helénico, cuando no del Peloponeso. Mela: negro y andri: hombre (andri-andros), hombres negros, hombres de negro (MIB=cazadores de ET). (las digresiones prosiguen hasta el hartazgo; resolví acortar el texto ilegible) (...) así es como los Melandri son en realidad de origen sueco-camboyano, con inflexiones genéticas guaraní-eslovacas, bivarietal, con sabor a frutos del bosque (arándanos) y notas de roble, consumir con carnes rojas y a temperatura chambré.
Como prueba de mis investigaciones, la última foto que la familia Melandri se sacó con su antiguo nombre. Heroes del pop finlandés (en Suecia no los querían), su último disco (ver foto de tapa más abajo) fue un fracaso rotundo desde que trascendió que alguno de los Melandri se habría copiado en una prueba de geografía y/o mantendría correspondencia con algún miembro de la familia Fort. Luego de que ese rumor cobrara visos de realidad cayeron en desgracia y hubieron de abandonar la Sknadinavia para ir a echar raíces en un país, si bien no más tolerante, muchísimo más divertido y amante de los carbohidratos.
Dato: nuestro Melandri es el tercero de izquierda a derecha. Tranquilo Melandri, Macri te banca."
Así, sin precisar el encuadre clasificatorio anterior, nos ha enviado la siguiente imprescindibilísima (sic) revelación sobre la inexistente heráldica de nuestro afable y nunca bien ponderado arquitecto Rambaldo Melandri, seguidor extraviado de este blog.
Dice el conde Mascetti al respecto:
"El apellido Melandri es un desatino producto del cruce de una frontera múltiple: geográfica, lingüistica y social. Melandri, bien puede sonar italiano pero es netamente de corte helénico, cuando no del Peloponeso. Mela: negro y andri: hombre (andri-andros), hombres negros, hombres de negro (MIB=cazadores de ET). (las digresiones prosiguen hasta el hartazgo; resolví acortar el texto ilegible) (...) así es como los Melandri son en realidad de origen sueco-camboyano, con inflexiones genéticas guaraní-eslovacas, bivarietal, con sabor a frutos del bosque (arándanos) y notas de roble, consumir con carnes rojas y a temperatura chambré.
Como prueba de mis investigaciones, la última foto que la familia Melandri se sacó con su antiguo nombre. Heroes del pop finlandés (en Suecia no los querían), su último disco (ver foto de tapa más abajo) fue un fracaso rotundo desde que trascendió que alguno de los Melandri se habría copiado en una prueba de geografía y/o mantendría correspondencia con algún miembro de la familia Fort. Luego de que ese rumor cobrara visos de realidad cayeron en desgracia y hubieron de abandonar la Sknadinavia para ir a echar raíces en un país, si bien no más tolerante, muchísimo más divertido y amante de los carbohidratos.
Dato: nuestro Melandri es el tercero de izquierda a derecha. Tranquilo Melandri, Macri te banca."
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