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El Paseo de Julio (actual Av. Leandro N. Alem) fue la avenida ribereña de la ciudad de Buenos Aires, dice el oráculo Google cuando se lo consulta.
La verdad es que entre otras cosas, el olvidado Paseo de Julio, fue la zona roja de Buenos Aires hasta el primer tercio del siglo pasado.
Testimonios de su existencia traigo dos; el primero, un tango de Gardel; el segundo, un poema de Borges. Ambos de importancia menor para la (mi) historia de la música y las letras, para los autores, tal vez una confesión.
Dice la letra de Paseo de Julio de Gardel, grabado en 1928
Paseo de Julio, tu vieja recova
Recuerda otras horas que no olvidé.
Sembraron ropas en tu vereda
Y en tus agencias pusieron miel.
(...)
Tus arcos como un puente que pesan por sus años,
tus luces de colores, tiraron mi ansiedad
y así al pasar enfrente de aquél café el muchacho
se me cruzaba entonces y quise preguntar.
Yo vi en la misma mesa que aquél siempre ocupaba
un marinero amigo, que fijo me miró.
Y cuando la cerveza sus labios ya mojaba
me dijo: fui testigo, murió el pobre de amor.
Antes de continuar sepamos que una recova no es una cadena de pizzerías, sino una especie de soportal; el Paseo de Julio era una sucesión de estos pórticos que sostienen los edificios (soportal: soporte/portal) favoreciendo una galería larga y oscura, óptima para ocultarse y comerciar el cuerpo.
El tango de Gardel cuenta la clásica historia de un muchacho que se enamora de una prostituta que no lo corresponde. Tal vez el Zorzal (esto de los aspectos autobiográficos está prohibido en la crítica formalista, pero es innegable que la chismología es lo que más divierte) fuera víctima de este tipo de amores, aunque también se dice que a Carlitos las mujeres no le quitaban el sueño.
Su poesía está plagada de loas a los héroes, a los ancestros, a los sajones, a la pampa, a los compadritos, pero en su Paseo de Julio, Borges ya no puede más y confiesa que mantuvo con él una relación de amor-odio, de imposición de la carne sobre el pensar. Supongo inflamaciones de todo los tipos acosando al pobre y torturado Georgie; intentando prefigurar Ficciones y El Aleph mientras la hembra lúbrica lo embarga. Se venía desde Palermo hasta esta allí a saciarse o a mirar (mientras pudo), tan vulnerable en el mundo real que da lástima. ¿O será que todo era una máscara? Qué mejor que el beneficio de la duda.
El mentado Paseo es nombrado por Borges en otros relatos pero aquí dice lo que tiene que decir.
El Paseo de Julio (JL Borges, 1929, Cuaderno San Martín )
Juro que no por deliberación he vuelto a la calle
de alta recova repetida como un espejo,
de parrillas con la trenza de carne de los Corrales,
de prostitución encubierta por lo más distinto: la música.
Ha vuelto al Paseo sin meditarlo, de puro caliente no más, con las consecuencias que ello acarrea.
La calle es la calle de la callejera, como si el Paseo y la prostituta conformaran un ente indivisible, un devenir calle de la prostituta, puta y calle hacen máquina como la orquídea y la avispa de Deleuze.
Puerto mutilado sin mar, encajonada racha salobre,
resaca que te adheriste a la tierra: Paseo de Julio,
aunque recuerdos míos, antiguos hasta la ternura, te saben,
nunca te sentí patria.
El puerto mutilado es el sexo femenino, sin mar, sin amor, con sabor a resaca y olor a marinero; el paseo estaba próximo a la vieja aduana, muy cerca del río, del puerto.
Los recuerdos de familia y este tipo de recuerdos a pesar de "tiernos" son incompatibles, no siente orgullo, más bien los reniega, le avergüenzan, no les da espacio propio, les rehusa la patria, no tienen territorialidad.
Sólo poseo de ti una deslumbrada ignorancia,
una insegura propiedad como la de los pájaros en el aire,
pero mi verso es de interrogación y de prueba
y para obedecer lo entrevisto.
Sigue preguntándose por su inexplicable caída en la tentación, cómo él, que es todo razón no puede imponerse sobre el goce.
Barrio con lucidez de pesadilla al pie de los otros,
tus espejos curvos denuncian el lado de fealdad de las caras,
tu noche calentada en lupanares pende de la ciudad.
El pecado que deforma las apariencias en los espejos curvos. Se llega al Paseo atraído por influjos malignos que dominan la voluntad.
Eres la perdición fraguándose un mundo
con los reflejos y las deformaciones de éste;
sufres de caos, adoleces de irrealidad,
te empeñas en jugar con naipes raspados a la vida;
tu alcohol mueve peleas,
tus griegas manosean envidiosos libros de magia.
¿Será porque el infierno es vacío
que es espuria tu misma fauna de monstruos
y la sirena prometida por ese cartel es muerta y de cera?
Denuncia escandalizado como si fuera un cura desde el púlpito mientras la monja lo fela debajo de la sotana.
Tienes la inocencia terrible de la resignación, del amanecer, del conocimiento,
por los días del destino
y que ya blanco de muchas luces, ya nadie,
sólo codicia lo presente, lo actual, como los hombres viejos.
Detrás de los paredones de mi suburbio, los duros carros rezarán con varas en alto a su imposible dios de hierro y de polvo,]
pero, ¿qué dios, qué ídolo, qué veneración la tuya, Paseo de Julio?
El primer verso de esta estrofa es el más largo del poema. Es un paredón de palabras como aquel que lo protege en el suburbio -la madre-; una línea divisoria entre lo que se dice y el ardor de los cojones. Duros carros, varas en alto; alusiones a la erección lista para diseminar la esperma consumista de aquellos que sucumben ante el poder alienante de la ciudad, el dios de hierro y polvo.
Pero al Paseo de Julio nada; al preguntar por la veneración que le cabe en suerte la palabra se desdobla y responde solapadamente, vergonzosamente, con voz baja, una venérea.
Tu vida pacta con la muerte;
toda felicidad, con sólo existir, te es adversa.
Borges maldice y condena al Paseo de Juilio y a sí mismo.
Un paseo complicado, este de Julio; luego de que la curia prohibiera su emplazamiento en Plaza de Mayo, Lola Mora instaló en 1903 su monumental escultura "Las Nereidas" en la intersección de Alem y Perón. Pero los desnudos molestaron al pacatismo hipócrita y la trasladaron a la entonces marginal y despobladísima costanera sur.
En algún momento, el Paseo de Julio dejó de existir; al refundarle el nombre, al mover las piezas geográficas. De lo que mejor no hablar, mejor olvidar, sacar las palabras del diccionario para que nunca hayan existido. Que quede flotando en la incertidumbre de un sueño, hasta que se desvanezca.