20/1/08

Sin encías


Ayer lo comprendí.
Fue gracias a la piadosa y seguramente breve tregua estival de estos últimos días.
Mientras navegábamos el riacho que nos conduciría al espacio melandrino habitacional inserto en lo salvaje y natural, lo vi, como en una revelación.
Vi los árboles en las orillas, sin encías.
Vi el agua subir en la marea y anegar el suelo.
También la he visto retroceder al punto en que se ve el fondo del lecho del río.
Y sólo hay légamo.
Fértil.
Ocioso.
Vi el planterío que crece como se le canta.
Vi la belleza de la desprolijidad en la existencia de los árboles.
Es que las plantas, pastos y árboles no son otra cosa que la barba de la Tierra.
La suculenta barba de un viejo magro, desprolijo y ocioso.
La naturaleza es ocio, hace lo que le conviene y con el menor esfuerzo.
Ella sabe hacer lo que le gusta: pasar los días existiendo, creciendo, muriendo y renaciendo.
Sin plan dental para los árboles de la orilla.
Reboza obesa la pelambre verde a diosgraciastodavías.

En cambio, la ciudad...
Puta ciudad rasurada, si no me afeito no vendo, vender es como afeitarse, acaso se puede visitar a un cliente sin haberse pasado la gillette por el cuello previamente?
La máscara y el semblante, rasuremos, rasuremos, la ciudad no tiene barba, ni ocio, todo es una obra monumentalmente pelada e inútil. Trabajar (hacer lo que no te gusta) y afeitar.
Pero lavemos las culpas con las suficientes plazas de bigotes.
Afeitar para pavimenitar para llenar las calles al ras con cada vez más autos.
Pasar la Braun para edificar para apilar gente en superchetos mini deptos para que uno sobre otro copulen todos al mismo tiempo para que no crezca la barba.
Depilación definitiva, plan dental y agua Ser.




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