5/7/08

Del autógrafo


Derrida, el deconstructor, habló de la firma, en Firma, acontecimiento y contexto. Sin entrar en aspectos semiológicos vinculados a la singularidad de sentido que ofrece la firma frente a la comunicación como vehículo polisémico que entorpece desmontar la ideología en las relaciones sociales que el filósofo propuso en ese texto, la definición: una firma escrita implica la no-presencia actual o empírica del signatario, puede servirme para exponer mi reflexión. No, acabo de darme cuenta de que no, o tal vez sí. Bueno, no importa.
Quiero que piensen en el acto de firmar de cada uno. Qué pasa por sus cabezas cuando firman.
Conozco gente que escribe literalmente, hace legible su nombre por entero, o bien inicial(les) del nombre y luego el apellido completo. Estos no son los que me interesan ahora. Me intrigan aquellos como yo que hacemos un garabato que no se parece en nada a los grafismos que componen nuestro alfabeto.
Al firmar creo que ni llego a pensar mi nombre, lo supongo, o voy más allá de él.
Fabi Tufí Memé me dijo hace una veintena de años que nos llaman por un nombre pero que nosotros no somos ese nombre.
Firmar es accionar un botón, un atajo (shortkey) en la mente, como un relámpago que desencadena el espasmo en el pulso que cree esbozar quiénes somos en realidad, nuestro yo está en los giros, subrayados y electrocardiogramas minúsculos que semejan letras pero no lo son.
No se ilusionen: no tengo ni idea sobre los secretos de la grafología para descubrir la personalidad
de los firmantes.
Es curioso que la palabra autógrafo haya sido destinada a aquellas firmas que una celebridad deja en un pequeño bloc ad hoc, una servilleta o margen de su obra reproducida.
El autógrafo es la mejor palabra, es el trazo (dibujo) de uno mismo, del yo.
La mitológica X de los analfabetos no era voluntaria sino obligada por sus superiores de ejército o empleo a la hora de recibir la paga. Conozco analfabetos que firman al menos con sus iniciales que alguien le habrá enseñado y también los que hacen un garabato. Para ejecutar una firma no se precisa educación. Derrida decía que su requisito era poder reproducirla, imitarla cada vez que fuera necesario. Yo he cambiado varias veces la firma, mi yo no es estable. He tenido que ir al banco varias veces en el pasado porque mi registro de firma no coincidía con la firma en el cheque (en realidad, no quería pagar). Mi firma es simple de falsificar; de hecho en mi empleo anterior lo han hecho en mi ausencia (este fue apenas uno de los motivos por el que es mi empleo anterior). Dije que mi firma es simple: un bucle con puntas y adentro parece el filamento enrulado de una lámpara eléctrica. Sí, parece un bulbo eléctrico (las vulvas eléctricas me dan un poco de miedo, pero no hay cosa que el bendito Don Con no pueda).
Repito: mi firma es simple, pasible de fraude, indescifrable, una X modera, lo que quieran.
Pero solo yo sé lo que significa: soy yo en la cuarta dimensión reducido a la tercera.
Es identidad.
No es mi nombre, es la foto de mi yo.
De veras.

4 comentarios:

Luis Alberto dijo...

Ni hablar de mi firma, da mucho que pensar.
En más de una ocasión tuve que cambiarla: alegaron que era muy agresiva (tenía flechas muy puntiagudas); sugirieron que no tachase mi nombre, pues lo tachonaba con 3 o 4 líneas luego de escribirlo; en otras, variaba la forma según la posición de mi puño. En fin, nunca fue muy regular. Depende mucho de mi estado de ánimo y de mi orgullo diario.
Como sea es mi firma y no actuo racionalmente cada vez que lo hago. Dejaré ese espacio para un posible grafólogo.

El Burgués Apóstata dijo...

cómo alguien cree tener autoridad para decirle a uno cómo debe firmar?
deshazte de ese dictatorial ser, pero ya!
vale lo último: uno no es racional cuando firma.

Anónimo dijo...

¿Yo te dije eso hace una veintena de años? Habríamos estado fumando algo, o quizá bajo los efluvios narcóticos de Madame Zubin

El Burgués Apóstata dijo...

efectivamente, estábamos bajo los efectos del ácido litúrgico de madame zubin(culosrompió)y las encíclicas del pai alberto el saltarín (la verdad que soy un hijoputa).
pero sí, me lo dijiste vos, tufí memé.