1/7/08

A quien espera a Tom Waits



Un día remoto alguien se olvidó un casette sin identificación en mi auto. Lo puse y al escuchar los primeros segundos me dije, Qué mierda es esto, qué le pasa al tipo que canta. No tenía idea de quién o qué era. Sin embargo, lo dejé seguir sonando, no sé por qué. Tal vez quería adivinar. Luego de pasarlo varias veces supe que era el tipo de música que estaba esperando escuchar. Más tarde me enteré de que se trataba de Tom Waits.

Generalmente a Waits o se lo venera o se lo odia, aunque existen aquellos que prefieren sus obras tempranas frente a las más recientes que consideran inentendibles o de un mal gusto insoportable como The Black Rider. Sin embargo, los demás cantan sus temas y los hacen éxitos o salvan sus carreras en declive: Rod Stewart con Downtown train, The Ramones con I don´t wanna grow up, Bruce Sringsteen con Jersey girl, The Eagles con Ol' 55 (de su primer disco), y no sé cuántos más.
Es que el tipo tiene una voz claroscura, de una negatividad intermitente, no afina pero sí y si no afina queda bien lo mismo, no tiene timbre ni registro vocal, la ausencia de musicalidad le confieren esa calidad.
Que si la voz le quedó así por el alcohol, el tabaco, los excesos (¡¿?!) o por adquirir el hábito de gritar contra un almohadón las noches de luna llena, la verdad importa poco.

Waits tiene la voz fantasma y compone música que viene del más allá, del Cielo, del Purgatorio y del más espantoso Infierno, también de la Nada, como todos los creadores.

Es un excelente escritor/poeta, los detalles mínimos colman la obra. Frases sueltas geniales, iluminadoras como en Blue Valentine cuando dice, tatooed broken promise, algo así como promesa rota tatuada (pero en inglés el sentido es más amplio y suena mejor), o en Waltzing Matilda, para referirse a un país subdesarrollado dice que no one speaks english and everything's broken (nadie habla inglés y todo está roto -que es lo que percibe el yanqui promedio cuando sale de su país-), o que fue el piano el que estuvo bebiendo y no él y que a la alfombra no le vendría nada mal un corte de pelo en The piano has been drinking, en Little rain, un hombre al que le faltan dedos toca una guitarra extraña (where a man with missing fingers plays a strange guitar).

Para un tipo al que le gusta cantar a través de un megáfono, éstos son algunos de sus sonidos preferidos (según esta entrevista):
Evangelistas en la esquina, su esposa cantando, caballos o trenes viniendo, chicos a la salida del colegio, cuervos hambrientos, la orquesta afinando, pianos de saloon en los westerns viejos, montañas rusas, el hielo derritiéndose, máquinas de imprenta, el relato de un partido en una radio a transistores, lecciones de piano venidas desde la ventana de un departamento, bailarines de tap, la hinchada de fútbol argentina, una cocina de restorán trabajando, una estampida de elefantes, tocino friéndose, lecciones de clarinete, una victrola, una campana de box, chinos quejándose, pinballs, orquestas de niños, un encendedor Zippo, caliopes, tambores de metal, trompeta asordinada, sierra musical, palomas, gaviotas, búhos, ruiseñores, alondras...
El mundo hace música todo el tiempo, dice (the world’s making music all the time).

Decirle músico a este tipo es poco, tal vez hacedor de arte le quede mejor; como actor de cine fue el alienado Rennfield en el Drácula de Coppola, participó de Bajo el peso de la ley (Jarmush -1986) y Vidas cruzadas ( Robert Alman -1993).

De sus monólogos musicalizados les traduzco Frank's wild years (for Frankie Z.), uno de sus magníficos relatos breves.

Frank se estableció en el Valle y colgó sus años salvajes de un clavo en la frente de su esposa. Vendió muebles de oficina usados en las afueras de la ruta a San Fernando, contrajo un préstamo de $30,000 a 15 años al 1/4% y con eso pagó el adelanto para un pequeño dos ambientes.
Su esposa era un pedazo gastado de basura aeroespacial, hacía buenos Bloody Marys, mantenía la boca cerrada la mayoría del tiempo y tenía un chihuahua minúsculo llamado Carlos que sufría algún tipo de enfermedad de piel. Era totalmente ciego.
Tenían una de esas modernísimas cocinas con horno autolimpiante (completito).
Frank manejaba un sedan pequeño, eran tan felices...

Una noche, en el camino del trabajo a casa, Frank paró en una licorería y se llevó un par de Mickey's Big Mouths que tomó mientras se dirigía a una estación Shell, cargó un galón de gasolina en una lata, entró a su casa, roció todo, le prendió fuego, se estacionó enfrente, riendo, mirando como ardía, naranja de Halloween y rojo chimenea.
Frank sintonizó una estación de top cuarenta, tomó la autopista Hollywood hacia el norte.
Nunca pudo soportar aquel perro.


Volviendo y cerrando este post con la música, para aquellos que les gusta el blues y el jazz pueden escuchar sus discos hasta el perfecto Blue Valentine (1978), culminación que deja su eco en los siguientes Heartattack and Vine y One from the heart (excelente banda de sonido de la película homónima de Coppola). Estos son sus años calmos.
La brillante locura de la experimentación nace con Swordfishtrombones (1983) y su genialidad de ahí en más, su búsqueda y hallazgo de sonidos inimaginables, poesía ácida, áspera, incómoda, de insólita ternura, justificarán, al menos para mí, poder decir de él que es uno de los músicos más importantes del siglo XX.



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