Dos semanas atrás había comprendido que mis propósitos en este mundo se habían completado y que, tal lo prefigurara a lo largo de tantos años, me retiraría a la isla de (...) a esperar la Muerte con alegría durante una tarde tibia en la terraza frente al mar. Un último trago de ouzo haría estremecer mi viejo corazón enamorado una sola vez y luego dejaría de latir.
Sin embargo, la noche previa a mi partida del campus, mi bello plan comenzó a escabullirse como agua entre los dedos.
Dediqué 75 años con sus domingos a estudiar la obra completa de nuestro prolífico escritor y poeta Joachim Frederik Angelus (1803-1898). Cuando comencé el estudio del Fleissig durch Zeit und Wesen (así traducido con errores del blogoslavo al alemán de Heidegger) (1) la crítica universal aún no lo había canonizado como la culminación de toda posibilidad literaria. Calificarlo de prolífico habiendo sido autor de un solo texto no es un error ni una paradoja; la escritura de J.F. Angelus es lo que puede denominarse hiperpolisémica y multiestratificada. Valiéndome de la crítica negativa de T.W. Adorno reconstruí todos los sentidos posibles de cada una de sus palabras; con las constelaciones de W. Benjamin restituí el futuro y el plan del dios. Así, año tras año de mi vida, uno tras otro, fui recobrando los diversos textos. Mis trabajos fueron publicados semestralmente en 35 volúmenes por la universidad de (...) bajo el título de Textos revelados de J.F. Angelus.
Desentrañar los textos de Angelus fue una tarea intensa, arqueológica, amena. Tal vez sea digna de mencionar la disputa filológica que sostuve en 1962 con H.R. Jauss, de la universidad de Constanza, quien comenzó a criticar mi trabajo sobre J.F. Angelus aduciendo tergiversación del método utilizado; que era un disparate y un escándalo sin precedentes que el Conocimiento (episteme) occidental considerara y avalara que un texto pudiera contener a todos los textos posibles y que un solo sujeto bastara para interpretar dicha obra; sin importar los supuestos altísimos grados de encriptación polisémica y estratificada que estuviera su discurso. El debate duró un par de años, hasta que J. Mukarovsky (Escuela de Praga) terciara en la discusión dándonos la razón a todos.
Hace 15 días terminé de restituir del último texto de su obra, La pértiga y el destructor, los 743 textos derivados que a su vez incluyen seis novelas, dos manifiestos, 159 sonetos, 5 rapsodias, 2378 cuentos breves, 72 teorías filosóficas y 15 teorías cosmogónicas, todas con sus demostraciones prácticamente irrefutables o resistentes a la falsación.
La mañana de la víspera entregué al rector los manuscritos para su publicación (la última). Luego tuvimos un almuerzo de camaradería con los más ilustres catedráticos de la universidad de (...). Por la tarde me dispuse a preparar el equipaje que llevaría en tren hacia mi último destino la mañana siguiente. Cené temprano con el rector y el Dr. (...), bebimos vino español y una exquisita ternera con papas al estragón. Brindamos con schnapps del país y me condujeron hasta mi casa en el campus donde muy emotivamente nos despedimos.
Una sensación de felicidad embriagadora me hizo sentir liviano: haber justificado mis días sobre la Tierra con holgura me depararía una muerte tranquila, bella, tibia, indolora, durante un atardecer en la terraza frente al mar. Sería irse a dormir y no despertar jamás; sin dudas, la mejor de las muertes.
A las 4:27 AM me desperté aterrado bañado en sudor.
No podía ser cierto, pero lamentablemente lo era. Blasfemé.
Aquella noche J.F. Angelus me habló en sueños. Sus palabras, nítidas como un día de sol quedaron indelebles en mi memoria. Me dijo que dicho texto se denomina El bucle.
34,608 dolorosas palabras; 34,608 manifestaciones de la pluma divina de J.F. Angelus; 34,608 irritantes postergaciones.
La recompensa, apenas acariciada me fue arrebatada así, en un vulgar sueño académico.
Adicionar un término a una serie completa es perverso y diabólico; un sinsentido que proviene de una nada tan inestable como la onírica.
Habiendo llegado a las puertas del cielo he caído y ahora ardo por dentro. Me pregunto cuál habrá sido mi pecado para recibir este castigo.
Sé que el tiempo ya no me será suficiente para descifrar esta addenda inoportuna.
O tal vez, se habrá resuelto que para interpretar y eviscerar este texto me vuelva(prácticamente) inmortal; esto sería insoportable.
Antes de que pueda confirmar esta sospecha voy a darme muerte de inmediato.
Esa será mi venganza.
Maldito ya soy.
(1) Perseverante a través del tiempo y el ser, J.F. Angelus, Kanopis Ed., XXIV edición, Barcelona, 1953.
21/6/09
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