Esta palabra, proveniente del latín ostrea, tiene una historia curiosa en castellano. Hacia el siglo XIV, perdió la r y dio lugar a la forma ostia por un juego de palabras con hostia, considerado sacrílego. Pero sacrílega o no, esta forma se impuso en la mayor parte de la Península, al punto que hoy la ostra se llama ostión en Andalucía. Posteriormente, con la intención de evitar este juego, y probablemente a instancias de la Iglesia, se adoptó la forma portuguesa ostra, más cercana al latín, como suele ocurrir con la lengua de Camoens y de Machado de Assis.
Un poco de latín para alegrar al Papa
Memoria minuitur nisi eam exerceas
«La memoria disminuye si no se la ejercita». Cicerón
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