1/12/08

Dios nos libre de ganarnos la lotería

Hasta anoche había sido un fracaso.
Un ladrillo en el colegio, se llevaba hasta la hora libre.
Empezó tres carreras universitarias (en la Argentina la universidad es libre y gratuita) y las dejó al poco tiempo porque no podía aprobar las materias elementales.
Se recibió de técnico electricista en academias Pitman en 1991.
Incendió dos casas y una fábrica por hacer mal las conexiones y errarle en el cálculo de los cables.
Después del juicio perdió todo y tuvo que ponerse a trabajar de obrero en una fábrica de tablas para inodoro (un negocio para el culo, decía él).
Su mujer lo dejó y se volvió a Catamarca.
Todavía no se sabe por qué lo abandonaron sus amigos.
Una noche hubo un cortocircuito en la fábrica y quiso arreglarlo y prendió fuego el galpón.
Terminó cartoneando por las calles por las noches por las calles.
Hasta anoche.
Hurgando en la basura encontró un billete de lotería que resultó ser el ganador de 100 palos verdes.
Cien millones de dólares, cómo se siente ser el ganador de cien millones de dólares, le preguntaba el periodista y él no sabía que contestar.
Todo el mundo que lo veía decía, Qué suerte, Qué culo, Qué ojete, y sus variaciones.
Ahora pasa el día en su mansión de Barrio Norte, bebiendo Martini con aceituna en copita triangular, pañuelo de seda al cuello, mujeres de las caras, mayordomo, autos alemanes, uno para cada día de la semana y un yate en Puerto Madero que llena con desconocidos.

Una mañana se despertó entre dos golfas y tuvo una epifanía y al contrario de lo que producen las epifanías, ésta le valió la tristeza para toda la vida, aunque estuviera forrado en guita.
Comprendió que Dios, el Perfecto Falible, decepcionado le había concedido semejante fortuna porque ya no tendría remedio.

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