Un cuento de humor es un relato cómico que generalmente tiene un desenlace más gracioso que la historia en sí. Pero como ya se ha dicho, basta que se intente enunciar una clasificación o tipología literaria (el texo de humor lo es) para que alguien la refute de inmediato;
cfr. la
Tipología del género policial de
Todorov frente al policial negro o americano.
Los cuentos cordobeses en particular, suelen ser más graciosos que su desenlace y mucho dependen -como elemento multimodal- de la habilidad del cuentista.
Ejemplos: Landriscina, El Negro Álvarez, Doña Jovita, Chichilo Viale, etc.
Dejando los localismos provinciales, Les Luthiers es un buen ejemplo del manejo del humor en formato cuento, con historias más graciosas que su desenlace.
El chiste es otra cosa; es el microcuento del humor. Brevísimo como una acotación.
El chiste puede tener la forma de una pregunta cuya respuesta es inesperada y absurda (cuál es el colmo de... ; sabés por qué estos hacen aquello; cuál es la diferencia entre...; etc) o una situación de diálogo único entre dos personas (se encuentran dos tipos y...; un tipo le dice a otro...; luego de que esto sucediera este dice esto y el otro..., etc.).
La mayoría de los textos de humor circula desde hace larga data y se va aggiornando con el paso del tiempo. Es curioso descubrir que en cualquier parte del mundo hay cuentos o chistes que son comunes a diferentes culturas. Es probable que estemos contando y escuchando cuentos y chistes de épocas y lugares remotos, quizá desde que el rapsoda cantaba los poemas homéricos en la antigua Grecia. Antes de la globalizadora Internet solíamos sorprendernos cuando alguien de otro país y otra lengua nos contaba un cuento o chiste que ya conocemos pero con otros protagonistas; esto sería un indicador de la antigüedad y/o éxito del cuento. Supongo que cuanto menos elementos dependientes de la tecnología tenga, más se puede inferir sobre la antigüedad del texto.
Sobre la vida de los cuentos y chistes podemos decir que es breve: una vez que todo el mundo los conoce se dejan de contarlos y los textos humorísticos mueren. Sin embargo, las nuevas generaciones reciben en algún momento esa información descartada (gracias a algún pariente chistoso) y el texto humorístico resucita entre los muertos y repite su ciclo de trasmisión oral. El texto humorístico también se compila en libros pero su función es de catálogo.
El chiste es contarlo, la oralidad.
Generalmente se utiliza el humor para mitigar el miedo al otro (unheimlich); es por eso que predominan los cuentos y chistes que exponen cuestiones raciales, religiosas, xenofóbicas, de género, etc.. Cada sociedad se encarga de construir sus estereotipos de la otredad con la que le toca convivir. Así, en Argentina tendremos los chistes sobre judíos amarretes, negros ignorantes y animales, árabes fundamentalistas, gallegos brutos, paraguayos salvajes, santiagueños perezoso, mujeres subnormales, discapacitados horribles, homosexuales degenerados y la lista sigue.
La gran pregunta inútil es quién inventa los cuentos y chistes.
Es inútil pues es tan imposible determinarlo como saber quién fue el primero en pronunciar la primera palabra.
Siempre vuelvo a Bajtín: hablamos con las palabras de otros. No hay lenguaje original. Todas los temas de la literatura ya fueron enunciados por la Biblia, Las mil y una noches y Shakespeare como compilador; por lo tanto, tampoco hay chistes o cuentos originales.
La razón de por qué se siguen contando historias sobre temáticas repetidas no es importante, pues lo único que cuenta es cómo se cuenta.
Para ir cerrando, dos ejemplos.
1. Los cuentos de Fritz y Franz
Son una saga de cuentos y chistes sobre dos alemanes bobos (creo que en realidad son austríacos, que son considerados como los gallegos de los sajones). La fama y cantidad de cuentos sobre este dúo hizo que un comité de cuentos alemanes resolviera numerarlos, de modo que ya no hacía falta contarlos, con decir el número con que se lo había clasificado era suficiente. Desde entonces, en las sobremesas teutonas es común oír terribles carcajadas de los comensales por el mero hecho de escuchar un número.
Dicen que durante una ronda de chistes de Fritz y Franz todo el auditorio enmudeció cuando un sujeto dijo "El 57". Ante la pregunta irritada sobre el por qué del mutismo, dado que el nº57 era un cuento fabuloso, se le contestó que él no tenía gracia para contar chistes.
2. El chiste propio
Durante una tarde ociosa, mirando la tele, oí un nombre y se me ocurrió un chiste.
Digo que se me ocurrió porque jamás lo escuché en boca de otro.
No es gran cosa, pero creo que fui yo quien lo anticipé. Digo anticipé porque, como en la Biblioteca de Babel de Borges, seguramente este chiste ya estaba escrito y es:
¿Cómo se dice puto en ruso?
Sergei
Me gustaría comprobar cuánto tardará en volver el chiste. Quiero decir, cuándo será la próxima vez que oigamos este chiste sin que sea yo o ustedes quienes lo cuenten.