28/9/09

Hypnos II (la revancha)

Se había quedado dormido en el sillón viendo la tele, costumbre que aborrece pero que ahora añora: al menos dormía.

Se despertó con el cuerpo mal acomodado y con el sabor rancio de la madrugada incierta en la boca, apenas haciendo equilibrio en el sopor, casi corrió hasta la cama para no perder el frágil hilo del sueño; fueron un pensamiento sombrío y un dolor y no poder dormirse nunca más.
La noche se ha hecho larguísima, oscura y él no puede cerrar los ojos.
Espera el canto de los pájaros que nunca llega (cómo le fastidiaba antes), ni siquiera pasan autos.
Está tirado en la cama con los ojos abiertos mirando el techo.

No tardó en darse cuenta de que se había muerto, sin embargo quiso asegurarse: comprobó los relojes detenidos a las 2:13; la ausencia de luna, una fatiga que deshuesa y la imposibilidad de dormir.

Cierra los ojos igual pero no soporta tenerlos cerrados y al abrirlos cómo le arden las retinas al secarse. Se revuelca buscando la posición cómoda, da vueltas a la almohada varias veces buscando un lado fresco pero es inútil: solo puede estar despierto, es lo único que puede hacer.

Y pensar.

Solo puede pensar en una cosa pero a estas horas comienza a olvidarla. Se desdibuja.
Debe comenzar a aceptar que esta noche es extraordinaria. Antes de olvidarse de sí mismo, sabe que inexorablemente ocurrirá, le gustaría dormir aunque sea unos minutos y soñar, inclusive, que duerme, inclusive que sueña y que sueña que duerme.
Tal vez así pueda escaparse de este insomnio y burlar la muerte, al menos por un rato, ilusoriamente.




N. del BA: Y ahora T., ¿está mejor?

Hypnos

Me había quedado dormido en el sillón viendo la tele, costumbre que aborrezco pero que ahora añoro: al menos dormía.
Me despertó mi cuerpo mal acomodado y con el sabor rancio de la madrugada incierta en la boca, apenas haciendo equilibrio en el sopor, casi corrí hasta mi cama para no perder el sueño; fueron un pensamiento sombrío y un dolor y nunca más pude dormirme.

La noche se ha hecho larguísima, oscura y yo que no puedo cerrar los ojos.
Espero el canto de los pájaros que nunca llega (cómo me fastidiaba antes), ni siquiera pasan autos.
Estoy tirado en la cama con los ojos abiertos mirando el techo que no puedo ver.
No hay luz: debe ser un corte general, ¿cuánto durará?
No tengo idea de la hora: el reloj me lo robaron la otra vez por la calle y el de la cocina es eléctrico y está detenido a las 2:13 que coincide más o menos con la hora en que me desvelé.
Tampoco hay luna: quise mirar por la ventana pero no se ve nada. Es la noche más cerrada y larga que he visto en mi vida. Velas, jamás compro. No son habituales estos cortes de luz.
Tengo muchísimo sueño pero no puedo dormir.
Cierro los ojos pero no soporto mucho tiempo tenerlos cerrados y al abrirlos cómo arden las retinas al secarse. Me revuelco buscando la posición cómoda, doy vueltas a la almohada varias veces buscando un lado fresco pero es inútil: solo puedo estar despierto.
Parece que es lo único que puedo hacer.

Y pensar.

Solo puedo pensar en una cosa pero a estas horas comienzo a olvidar de qué se trataba. Se desdibuja.
Debo comenzar a aceptar que esta noche es extraordinariamente larga, que ya debería haber amanecido, que los putos pájaros deberían estar cantando, que un auto o una moto o alguien silbando con el paso rápido para no llegar tarde al trabajo deberían haber pasado.
Por primera vez puedo decir que entiendo lo que es un silencio ensordecedor.
Antes de que me olvide de mí mismo, sé que inexorablemente ocurrirá, me gustaría dormir aunque sea unos minutos y soñar, inclusive, que duermo, inclusive que sueño y que sueño que duermo.
Tal vez así pueda escapar de este insomnio y burlar a la muerte, al menos por un rato, ilusoriamente.

26/9/09

Hay gente complicada...


Durante el último censo blogoslavo, un censista acude a una casa donde es atendido por una mujer que gentilmente le contesta su cuestionario hasta que le pregunta por sus hijos; la madre, con ánimos de vaya uno a saber qué, decide hacérsela difícil al pobre tipo que tenía cayos plantares y mantienen el siguiente diálogo:

-¿Cuántos hijos tiene?
-Tres -responde ella.
-¿Y las edades son?
-El producto de las edades es 36 y la suma de éstas es igual al de la casa de al lado.
-Muy bien, hasta luego -se despide el censista que se va al bar de la esquina a resolver el problema.

Sin embargo, no puede encontrar la solución y decide volver a la casa de la enigmática mujer a reclamarle que los datos suministrados fueron insuficientes.

-¿Insuficientes? Ah, sí, tiene razón: el mayor toca el piano.
-¡Ahora sí, hasta el próximo censo! ¡Eeeapepé!

Halladas la edades el censista pudo completar su trabajo y pasar a cobrar los miserables chochis que el estado blogoslavo paga por este invalorable servicio.

25/9/09

Tifón - etimología


Un estudiante de mandarín, la melodiosa lengua de los chinos, aseguró hace algún tiempo al autor que la palabra tifón provendría del mandarín tai fung o del cantonés taai feng, que significan 'gran viento'. Esta equivalencia es correcta tanto en chino como en cantonés, y la etimología parece confirmarse, sobre todo con la definición que la Academia Española ofrece para tifón: «huracán en el mar de la China». La existencia de un huracán con nombre tan específico, sumado a las palabras chinas que lo designan, parecería confirmar este origen. Sin embargo, lo cierto es que se trata de una etimología falsa.
En efecto, sabemos que hace dos mil años los latinos ya utilizaban la palabra typhon para referirse, no necesariamente a un huracán, sino sólo a un viento fuerte, a un vendaval. En los primeros años de la era cristiana, Plinio el Viejo y Lucio Apuleyo usaron typhon con ese sentido y, casi en la misma época, el poeta épico latino Valerio Flaco llamaba así a las tormentas eléctricas que venían acompañadas por vientos fuertes. Pero la palabra tampoco es de origen latino, pues ya los griegos llamaban typhon a los torbellinos de viento antes que lo hicieran los romanos. Habían formado este vocablo a partir de typhos 'vapor de agua', y así llegamos a la etimología más antigua que se conoce de tifón.

Sin embargo, un enigma permanece en pie. ¿Cómo podría una palabra haber nacido al mismo tiempo en civilizaciones tan distantes y completamente aisladas entre sí? Se sabe con certeza que ni los romanos ni (mucho menos) los griegos sospechaban siquiera la existencia de China y que faltaban más de mil años para que Marco Polo pudiera llegar a Catay, como los europeos llamarían inicialmente al Celeste Imperio. Todo indica que tai fung y taai feng no son tan antiguas en China, adonde habrían sido llevadas, en realidad, por los colonizadores británicos o portugueses, que bautizaron los huracanes del mar de la China con la palabra inglesa typhoon o con la portuguesa tufão. Los hablantes del mandarín y del cantonés, simplemente, adaptaron el vocablo europeo a sus lenguas milenarias, como hicieron con tantas otras palabras que les llegaron de Occidente.


Latín para reflexionar en el podio de cerámica

«Quandoque bonus dormitat Homerus»
De vez en cuando, hasta el bueno de Homero se duerme
(Incluso los escritores de gran talento pueden cometer errores o sufrir altibajos)

Fuente: El castellano.org






23/9/09

Con azúcar o edulcorante

Dónde estabas.
...
Te estuve llamando toda la tarde; dónde estabas.
...
Así que en el cine, me dijiste que no ibas a salir.
...
Quién es Mónica.
...
Decime desde cuándo no hay señal en el cine.
...
Yo tampoco sé nada de telefonía celular; qué fuiste a ver, ya que estamos.
...
De qué se trata, quién trabaja, cómo termina.
...
Cómo para qué quiero saber, cuando salga de la oficina voy a ir al cine a verla y después comparamos.
...
No te atrevas a decirme que me chifla el moño, acordate la última vez.
...
Vos andás con alguien; si te agarro te revientoa patadas, vas a ver, vas a ver.
...
Lavate la boca cuando hables de mi mamá.
...
Te voy a dejar en la calle, puta.
...
Son menos diez y todavía no fuiste a buscar a los chicos a la escuela.
...
Ah, ya estás en camino. Qué hay de cenar hoy.
...
Otra vez mondongo, tengo los huevos llenos de mondongo.
...
Ah, si lo hizo tu mamá, entonces...
...
Cómo le fue a tu papá en el médico, que se cuide tu viejo, che...
...
Sí, claro, bueno, nos vemos esta noche. Ah, no, no me esperes a cenar, llego tarde, tengo un partid...
...
No hay problema, lo cancelo, les digo que no me repuese del tirón en el muslo de la vez pasada.
...
Chau, un bes... te qu..., cortó.

Ves Gómez, hay que tenerlas cagando a las minas, sino te cagan a vos.
Bueno, volvamos al proyecto de inversión.

Silvia, traiga dos cafés.
...
Con azúcar o edulcorante, me pregunta.

19/9/09

El artefacto

"Cuando llegaron los primeros grupos ya estaba allí.
Incurables e inevitables, las heridas del tiempo se revelaban en sus mármoles precisos.
Fuera de toda comprensión eran los símbolos que le habrían grabado en cada uno de sus costados; el deterioro excusaba a los sacerdotes de cualquier traducción o interpretación.
Desde que Quayín fuera condenado a la inmortalidad y desterrado a la indeterminada tierra de Nod, sus descendientes (que hoy poblamos el mundo) irrumpieron los desiertos sin fin hasta encontrar el valle.
Por entonces su lengua era precaria: a poco le habían puesto nombre.
Los escribas aseguran que el estupor que les causó toparse con aquello favoreció el diálogo y el consecuente incremento de vocablos y agrocultivos primarios; el estupor no era causado por el objeto en sí (aunque era majestuoso) sino porque se les había prometido que eran los primeros y únicos habitantes del mundo. No creían tampoco que fuera una obra de Dios: después de la expulsión Él los habría olvidado (aunque el remordimiento le comería el hígado cada tanto).

Pasaron los años y paradójicamente no conocer la utilidad original de objeto les impedía imaginar asignarle cualquier destino. Por entonces, las supersticiones dominaban la conjetura.
Cada celebración del solsticio de verano se reunía el pueblo en torno a una gran hoguera que los sabios encendían con sus ásperos debates sobre su enigmática y colosal presencia.
Necesario es informar que nunca pudieron determinar su origen y finalidad; sin embargo, el Libro de la Verdad, en el capítulo "Las siete Dinastías" relata pacientemente cómo los diferentes reyes intentaron conferirle una realidad tolerable.

(...), segundo rey de la dinastía I lo nombró el artefacto y no hizo más. (vers. XVI)
(...), quinto rey de la dinastía II intentó darle la utilidad de acopiar trigo pero su forma irregular y la ventilación excesiva dejó al pueblo en la más famosa hambruna que se tiene memoria. (vers. XXIV)
(...), decimonoveno rey de la dinastía II decretó que sus instalaciones serían para recreo de los niños. Los misteriosos y fatales accidentes que se dieron en sus interiores determinaron su clausura por orden del consejo de ancianos. El rey, disgustado, fallece a los 10 años de edad por envenenamiento. (vers. CV)
(...), octavo rey de la dinastía III establece su palacio en sus amplias habitaciones de piedra. Años más tarde muere aplastado por un bloque de mármol mientras dormía. Esto produce la evacuación del palacio a la residencia de verano. (vers. MMXV)
(...), novena reina de la dinastía III puso en vigencia la prohibición de mirarlo pues se creía que era de origen demónico. Esta restricción penada con la ejecución rigió durante tres siglos. Esta época es conocida como la era oscura o de la muerte. (vers. MMXVIII)
Es (...), primer rey de la dinastía V quien levanta la prohibición. Durante el tiempo que estuvo vetado una densa e impenetrable vegetación había cubierto el artefacto. Se emprendieron obras de recuperación que duraron 120 años. Al desmalezarlo por completo, en su parte más alta descubrieron un lugar, que según la posición que adoptara el cuerpo se podía dominar con la vista más allá del horizonte. El rey, maravillado, se instaló allí y nunca más descendió hasta que murió anciano. Antes de expirar le confió a su hijo que por las noches el Universo le había revelado secretos que no podría poner en palabras. (vers. MMXXII)
(...), septuagésimo noveno rey de la dinastía VII, célebre por su belicismo y barbarie, refuncionalizó al monumento asignándole el valor de arsenal. Habiendo extendido el imperio hasta donde los mares se precipitan sin consuelo y disponiéndose a conquistar e invadir las Tierras de las Altas Cumbres sucedió en la víspera que la infinidad de explosivos atesorados en el artefacto estallaron incidentalmente reduciéndolo a escombros. La ciudad despareció con él. (vers. MMCIX)

Todo rastro de aquella civilización fue borrado en un instante como un dibujo en la arena.
Toda su historia murió en la mitología y supercherías más baratas.
Se dice que Quayín, el maldito inmortal, de tanto en tanto vigila la desolación y el oro de la ciudad destruida y asesina a quien se acerque."


Hace algunas horas, luego de seis meses de arduas excavaciones, encontré este trozo de mármol grabado en el cuadrante XXVI del desierto de (...). Se avecina una tormenta de arena que según los lugareños será devastadora y se han vuelto a sus pueblos esta mañana. Me he quedado solo. Siento el rumor del desierto que avanza hacia aquí. Un movimiento torpe hace que derrame el tintero sobre mi cuaderno de notas en el momento que veo proyectarse una silueta siniestra sobre las lonas de mi tienda.

2/9/09

Amor grande

Ya ha dejado de llover esta tarde de sábado y aunque queda poco invierno, afuera hace frío.
Ellos están rendidos sobre la cama, no hablan, las sábanas arremolinadas, respiran agitados.
Ella tiene la cara hinchada aún y el sudor le pega los cabellos negros sobre la frente y la mejilla.
Tiene la boca enrojecida, los labios le arden: los sábados él no se afeita y sus besos son de vidrio molido. Manteca de cacao y listo, se justifica ella.
Se inclina sobre su costado y lo mira regular la respiración que lo sumerge en un sueño profundo.

"Tengo hambre", piensa ella e inmediatamente se mira en el espejo del techo.

Ya está acostumbrada a verse así, con la celulitis poceándole el culo enorme, los tobillos con líquidos retenidos, las várices y los rollos de grasa que se superponen sobre la piel, la papada derramada sobre la almohada y el pubis oscuro perdido en los pliegues de su cuerpo; sin embargo, tiene los pechos pequeños, con pezones rosados (de uno le brota un pelo que siempre olvida depilar; a él no le importa).

"Parezco una foca blanca -piensa y se ríe-, le voy a pedir que me regale un buen par de tetas -se toma un pecho y lo estira para simular-, aunque ¿podríamos gozar más todavía?"

Se sonríe y recuerda minutos antes cuando la cabalgaba y la carne les galopaba el esqueleto. Las ondulaciones de los embates le hacían acordar a las vibraciones de la cinta para adelgazar que le había prescrito el dietólogo número 9.

"Menos mal que pudimos vender esa máquina de mierda en Mercado Libre", se dijo con alivio y rencor hacia el médico.

Lo mira dormir boca arriba. Ronca como si se fuera a partir en dos; le hace acordar a los ruidos raros que hace el pozo ciego que no tiene arreglo y se ríe, ella siempre está de buen humor. Se ríe aún más cuando se da cuenta de que tiene más pechos que ella. Tiene el abdomen como si se hubiera tragado viva una tortuga de las Galápagos. A ella le da ternura y enseguida le busca el miembro reducido de nacimiento. Él se la quita de encima de un manotazo y sigue durmiendo. Ella insiste.

-Dejáme un cacho, querés, pará que... -y se volvía a dormir.

Con bastante esfuerzo se levantó de la cama -estaba demasiado baja- y se fue a duchar.

-Negro, vení a pasarme el jabón en la espaldita, dale -le gritaba con voz dulce. Finalmente se despertó: para no mentir y decir que tardó poco diremos que no llegó tarde.

-¿Así que jabón en la espaldita? -y la tomó por sorpresa y rieron y lo hicieron una vez más.


En el bar de enfrente hay dos amigos tomando cerveza mientras espían a los que entran y salen del hotel de alojamiento.

Mirá esos gordos que salen! ¿Te los imaginás cogiendo?
-Todo el mundo coge, che.
-Sí, todos menos nosotros.
-Mozo, otra bien fría, por favor.