Ella lo miraba en un ensueño de vapor de azufre. Él la sostenía en sus brazos, la piel blanca, casi enferma, los ojos inyectados. Por fin quiere amarla, pero otra vez la hambruna eterna le transforma la boca en una trampa feroz sobre el cuello frágil. Amaneció y la luz lo ha emboscado (o él hizo caso omiso).
Se desangra en su sombra. La maldición ha terminado.
2 comentarios:
Una forma de decir que es un vampiro sin decir explícitamente que es un vampiro...o un político, je.
dear t, los políticos no aman.
Publicar un comentario