En mi penúltimo viaje por Blogoslavia (al norte del trópico de Capricornio) la Embajada Argentina celebró una cena en mi honor, en la cual tuve la oportunidad de conocer algunas mentes blogoslavas brillantes (catedráticos defensores del creacionismo darwisnista, marmolistas sin extremidades y jugadores de pato, entre ellos).
Pasada la medianoche y unas cuantas cajas de Malbec mendocino de exuberante calidad las conversaciones dejaron su acartonamiento protocolar para dar rienda suelta a lo procaz, soez y escatológico -como debe ocurrir en toda reunión o ágape si son buenos-.
Desde la copromancia (lectura de soretes) a las chorreaderas fatales incontinentes en transportes públicos; del vómito ebrio contra una ventana cerrada a la explosión de mocos en público (o peor, delante de la señorita objeto de levante); de eructos kilométricos a flatulencias con sopa, etc.
Así transcurrían las primeras horas de la madrugada, entre carcajadas y manteles manchados de vino, hasta que uno de los marmolistas sin extremidades describió para mí y los presentes el modo más eficiente para orinar en un baño a oscuras (intentaré transmitir lo que se dijo, aunque no puedo garantizarlo. Esta especie de candado lingüístico viene de sus misteriosos orígenes; muy pocos han podido descifrar y mucho menos traducir el blogoslavo).
"Es frecuente que a altas horas de la madrugada yo tenga necesidades de orinar; dice mi médico que es la próstata que comienza a lamentarse, pero en fin, me incorporo, me dejo caer y con movimientos de la pelvis llego hasta el toilette. Para no despertar a mi mujer no le pido ayuda, de modo que con un salto que nace en mis entrañas logro alcanzar un estante que está a un metro del suelo y opuesto al retrete; desenfundo (no explica cómo) y dejo que fluya; ahora todo está en manos -es una manera de decir- del sentido del oido. Si fluye pero no escucharemos nada u oimos levísimos plingui-plinguis, estamos errando; debemos orientar nuestro pitchíngk como un aspersor de jardín. Si todavía seguimos sin escuchar nada se debe a que nuestra puntería está demasiado alta o por el contrario, demasiado baja. Cuando por fin escuchemos ruido a agua que cae en el agua, estaremos en la senda correcta."
Aplausos emocionados de parte de todos, menos del embajador argentino que se había quedado dormido en un sillón con la levita desordenada, una botella de Dom Perignon en una mano, en la otra una copa derramándose sobre su grueso abdomen. Pero a nadie importaba esto, todos andábamos un escalón antes que el embajador. Estábamos por arrojarnos sobre las alfombras persas cuando los jugadores de pato nos llevaron ayudados de los sirvientes a sus lemosinas a terminar la noche en un antro de caños dorados.
Diese Nacht war unvergässlich...
13/3/09
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2 comentarios:
En lugar de tanto malabares, aconsejo apoyar la cabeza junto al botón del tanque de agua, y dejar fluir...
Lo demás, siempre es asunto que encuentro resuelto luego de la resaca.
El embajador ¿era de carrera o carreras ?
era de los que salían corriendo.
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