30/5/09

Un país de putos

Al fin y la cabo, la aversión a los homosexuales que siente el homofóbico (también llamado mataputos) tiene que ver con el miedo a convertirse en uno.
El machista valora lo "que es inherente al hombre" y menosprecia a la mujer.
Si en lugar de machista lo hubiera llamado Juan, cualquiera diría que Juan es trolo.
Que un macho evite ponerse en contacto con todo aquello que cree pertenece al campo de lo femenino, p.ej.: demostrar sentimientos, realizar actividades domésticas, artísticas o intelectuales, etc., tiene que ver con su porpio temor a reconocer que practicar estas actividades pueden contagiarle la putez.

Un sociólogo (profesión de puto) diría que este tipo de pensamientos es cada vez menos frecuente desde que tendemos a vivir en una sociedad más tolerante. Pero no es así: la homofobia sigue intacta y se mitiga con la metrosexualidad y demás eufemismos para la homosexualidad reprimida que se muere por desbordarse.
Con esta excusa el paradigma neoliberal de la belleza masculina rompe con los cuerpos peludos y musculosos, saturados de testosterona, para dar paso a los lampiños y delicados (símil féminas), a la expresión suave de mirada acuosa, rebozada en miles de productos cosméticos especialmente diseñados para el hombre que antes se lavaba con jabón Federal y se cortaba las uñas con la pico de loro. El metrosexual parece puto porque hace cosas de puto pero no lo es.

Esto se reduce a una situación discursiva (todo lo es).

Hoy decir Gripe Porcina está tan lejos y diluida en la resignificada Gripe A como que los putos son solo travestis y maricas locas pintarrajeadas que gritan por la calle apretando el culo para caminar con la muñeca quebrada. En la metrosexualidad nadan unos cuantos putos disfrazados, tranquilos, esperando que se les pase la putez como si fuera una gripe; la misma gripe que temen los homofóbicos contagiarse.

Llegado a este punto es preciso que se sepa que el inconciente colectivo argentino es puto desde finales del siglo XIX, más de cien años un país de machos se ha escondido dentro del placard.
Y es que en el acervo más macho de la argentinidad tenemos el estigma de la homosexualidad, y es:

1.
La hinchada de fútbol argentino se la pasa cantando desde que se dirige al estadio para ver al amor de su vida hasta que se retira. Todos juntitos cantando. Se han tomado el trabajo de cambiarle la letra a canciones populares para dedicársela al club, que está representado por once (¡hombres!) metrosexuales que dicen jugar al fútbol. Lo mismo le cabe para la hinchada contraria.
En ninguna parte del mundo se canta en la cancha como en Argentina.
Tinelli mandó a Korol a burlarse de las demás hinchadas del mundo que en sus repertorios de aliento, los más verborrágicos son "eeeeeee ooooo Badajó ó ó".
No, aquí tenemos coreutas de primera línea, canciones para cada instancia del partido. Como en la ópera. ¿Acaso hay algo más puto que un tipo que cante ópera y que diga "lo mejor de mi vida, después de mi vieja (edipismo) sos vos (club + 11 tipos)"? ¿Y las minas, para cuándo?

La clase media y media alta tiene al rugby, aunque no es tan efusiva -esto es por el aburguesamiento-. Pero que tienen la homosexualidad reprimida, no hay dudas. Se toquetean durante el juego, el uso del color rosa, lila, etc (colores putos), ropita ajustada, mostrar abdominales, es bien de puto. Ya lo dije en un post hace tiempo y mucha gente se ha sentido ofendida al respecto; y es porque -qué va a ser- son trolines.

2.
El tango y el compadrito como excusa para bailarlo. En el imaginario el compadrito era muy macho, sin embargo, este baile típico argentino originalmente se bailaba solo entre hombres. Dicen que cuando dos guapos se trababan a pelear y venía la policía se ponían a bailar tango para despistar. Esta danza queda como simulacro de pelea y como excusa para liberar presión en las puertas de la homsexualidad.
Me recuerda a un chiste sobre dos tipos que naufragan y que luego de 6 meses en una isla desierta uno le propone al otro tener sexo. Después de convencerlo, en pleno acto, el que le estaba dando le acaricia la oreja, a lo cual reacciona el otro enojadísimo recriminándole que habían acordado que nada de mariconadas.
¿Hay algo más puto que bailar entre hombres?
La danza tiene su origen en el cortejo de apareamiento.
Más claro echale Evian (agua de putos).

Creo que cualquier sociólogo tomaría esta tesis para una investigación seria (como la que yo hice, partiendo de supuestos y prejuicios)

Y bueno, loco, si sos balín bancatelá.

Yo escribo, que antes era de puto pero ahora es bien de macho.




2 comentarios:

drag queen dijo...

Escribir sobre putos y mariconadas es bien de machos... de machos bien putos, estilo village people o rugbiers sanisidrenses.

Anónimo dijo...

Jajajajajajajaja, ¡¡¡¡buenísimo!!!!