Si llenásemos una botella de un litro con iridio, ésta pesaría algo más de 22 kg.
Esta es la densidad máxima posible de nuestra realidad material.
Al menos por ahora.
Nunca tuve iridio en mis manos; sí los textos de JLB, de estratificación innumerable, concentrada, decapable, como una cebolla infinita o el libro de arena.
En eso estaba, repasando (como si bebiera el vino más gustoso) una y otra vez el final de Avatares de la tortuga con el fin de dormirme antes de que el libro cayera de mis manos.
Leí:
Nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso.
Todo se oscureció y sentí el libro desprenderse. Antes de que me devolviera a la vigilia el golpe del volumen contra mi pecho estaba de pie en un pasillo estrecho y oscuro, apenas iluminado por el rebote de una fuente de luz que venía del fondo.
Cualquiera diría (con justicia) que estoy por contar un sueño; hace un tiempo aprendí que valerse de este recurso en un texto literario no solo es de lo más aburrido, sino que pone de manifiesto la incapacidad del escritor para contar algo fantástico y verosímil a la vez (condición sine qua non) fuera del contexto onírico.
Supongo (ahora lo sé) que ocurrió -me es difícil precisar no solo las coordenadas espacio-temporales, sino el dominio mismo- por error o determinación que en el pase de la vigilia al sueño me desvié hacia o quedé atrapado en uno de aquellos intersticios de sinrazón.
La más de las veces uno sabe que está en un sueño. Yo sabía que no lo estaba: promediando el pasillo percibí una claridad difusa que provenía de un charco con agua en donde se reflejaba la luna. En ese providencial espejo busqué mi imagen y no la encontré.
Continué mi camino por el pasillo tanteando la pared húmeda, porosa. Al llegar al final doblé en uno de los recodos y busqué la oscuridad menor. Por el filo entreabierto de una puerta se colaba la luminosidad fría de una lámpara de 60 w (creo) y el ruido de un hilo de agua fluyendo. Abrí la puerta lentamente y ocultándome, no quería ser sorprendido.
Era un baño como de pensión barata, con humedad, herrumbre y esos azulejos de vidrio verde mate cocido con guardas negras.
No quiero dar suspenso: doy vueltas sobre aquello que puedo describir.
El que estaba terminando de afeitarse era Dios.
Se enjuagaba el rostro y me miraba con sorna de costado.
Momento.
Esto no es un cuento más de encuentros con Dios y la Virgen.
Por favor, eviten -disculpen que no los previne-, saquen de sus mentes cualquier posibilidad de asignarle a aquello que llamé Dios dimensiones antropomórficas.
Ni Dios es algo parecido a aquello que el mundo imaginó como Jesús (hombre delgado, barbado, de mirada generosa y dulce).
Este Dios era, es y será indescriptible.
Dije que me había mirado y es cierto, pero no lo hizo con ojos (como los nuestros o como aquello que llamamos ojos).
Dije estaba terminando de afeitarse y tampoco miento, aunque no tuviera pelos en el rostro (ni antes de haberse afeitado).
Es inexacto declarar que tenía rostro: larga e inútil es la discusión de la creación a imagen y semejanza de Él. Puede ser que nosotros nos parezcamos a Él, pero Él no se parece en nada a nosotros.
Me dijo algo que no puedo contarles pues no utilizó palabras para ello; sepan que es grave y que lo entendí aunque no puedo repetirlo.
Calmen la ansiedad, no me dio los números del Gordo de Año Nuevo ni me señaló como un profeta.
Sé que les sueno contradictorio e inverosímil, pero no me queda más remedio.
He visto a Dios y no estoy feliz.
Los intersticios son la prueba de la irrealidad de la realidad.
Leonard Cohen cantará:
Ring the bells that still can ring
Forget your perfect offering
There is a crack in everything
That's how the light gets in.
17/7/09
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4 comentarios:
Era un chabón con cuernitos y cola?
no, con torta frita y pecsi
Has visto la luz, empezaste a usar mayúsculas.
¿Y cómo saliste de la grieta?
de la grieta no se sale jamás
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