5/6/08

Extremaunción



Creí que hoy ya no despertaría, pero al ver esa puerta herrumbrosa al final del sueño supe que al traspasarla entraría en la vigilia de mi último día.

Hace días que estoy postrado en esta cama de hospital y aunque no me lo han dicho, ya he sido desahuciado; los médicos ya no vienen a verme, las enfermeras finjen no saber nada, cada vez me cuesta más respirar, y esa tos...
Pero hoy lo supe. Hoy es mi último día.

Días atrás, cuando lo sospechaba, me propuse recordar el pasado de mi larga e inútil vida.
Ahora solo me queda esperar a que pasen estas breves horas.
No pocas veces me pregunté cómo sería estar muerto; ahora lamento haber dejado de creer en Dios.
Pero ahora, mientras respirar es una proeza, me pregunto, no sin terror, el momento en que deje de existir. Me intriga horriblemente pisar el borde último de la vida, y si allí el sufrimiento llegará al máximo, si aquel último dolor me lo llevaré a cuestas para siempre.

Sé que moriré cuando salga la primera estrella.
Pero aún puedo ver un pequeño reflejo del sol que se cuela por la cortina.

Mis manos tienen las venas hinchadas, azules, acaso mi cara tendrá ese color ya.

Creer en ese Cielo me pareció siempre ridículo; la vida en la muerte es una contradicción, por más pobre que haya sido la existencia, su negación no puede albergar nada.

Sin embargo, yo que sobreviví las dos Guerras he presenciado la muerte de otros. Recuerdo sus agonías en los campos de batalla, en las trincheras, mutilados, gritando, llorando, hasta que hacen un gesto, una mueca, una mueca con todo el cuerpo, abren los ojos, una última inspiración y pareciera que algo invisible les atraviesa el pecho para arrancarles la vida. A dónde se la lleva, pensé todas aquellas veces, qué hace con ella, tal vez la desmenuza entre sus dedos hasta reducirla a una mínima chispa que se ahoga en sí misma.

La tarde se llevó el resplandor y siento frío. Estamos en invierno. Pronto todo terminará. Recuerdo. Buscar en el pasado es visitar sin saber -como diría G. Ludwig- la materia de la cual estamos hechos y que a su vez es tan convencional y arbitraria como la palabra.
Tanta gente muere todos los días, a cada instante, tantas veces el universo y el tiempo se aniquilan...
Pero con mi muerte, y de eso no me cabe duda, todo lo que para mi existió desaparecerá conmigo.
Luego de un instante muy largo pude enviar algo de aire a mis pulmones.

Han encendido las lámparas al principio del pabellón, las mías, que estoy al fondo solo, no.
Tal vez por piedad; en ese caso lo agradezco.
Vuelvo a toser.
No puedo hacer que el aire vuelva.
Los minutos pasan y ya no tengo reflejos. Nada viene a arrancarme la vida, ni siquiera eso.
Estoy suspendido en un instante mientras me siento colapsar.

Veo el borde.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que cagada, es vez de venir san la muerte para llevarte, vino la musa para inspirarte!

El Burgués Apóstata dijo...

la musaraña!