20/2/08

Sobre Dios I


He recibido diversos comentarios sobre mi percepción de Dios.

Algunos me imputan cierta falta de espiritualidad, otros me invitan a hacer un guiño cómplice avalando su existencia a pesar de mis vituperaciones, blasfemias y herejías.

Pues bien, hoy mi pensamiento es éste.

Nota preliminar: el uso o no de la mayúscula en la palabra Dios no es arbitraria.

Si vamos a hablar de Dios, saquémosle tanto toda semejanza antropomórfica como conductas humanas propone la Biblia. También removámoslo de una ubicación espacio-temporal, porque si está lo es en un lugar donde no se puede estar.

Ya lo dije, el dios religioso es un constructo humano, lo cual invalida cualquier noticia de Dios. Y auqnue mi exposición también es un constructo, trata de poner en lenguaje lo que está fuera de él.

La Biblia, el Corán y demás libros sagrados fueron escritos por el hombre. Las acciones de esos dioses son absolutamente autoritarias y cuando no lo fueran, no dejan de ser humanas, autorizan muertes, dominios, persecuciones y asesinatos...

Pero hay algo que rotundamente niega su existencia (la del dios de las religiones) y es que sólo es para los devotos, no los paganos. Así, quién demonios creó a los otros.

Las guerras santas, inquisiciones, preferencia de un pueblo sobre los demás y la radicación de los no bautizados en el limbo (no importa que el pepe mazinger lo haya abolido, ya es tarde, ya sabemos cómo piensan), son una clara actitud humana para fortalecer el poder y con él el dominio sobre el prójimo. Como decía Althusser, la religión es un aparato de control ideológico más. Si el origen divino de los reyes y la intermediación de los sacerdotes es mentira, el dios que lo sustenta también lo es.

Para este razonamiento me cae al dedillo la frase de Nietzsche, dios ha muerto (aunque no haya querido decir esto).

Los judíos intentaron algo interesante, dieron con una pequeña aproximación a aquello que dio origen a todo, de modo que luego de abrevar en milenarias ideas religiosas y mitos ajenos convinieron en que Dios es inimaginable y su nombre impronunciable.

Filosóficamente: la negación del Ser lo confirma.

Prácticamente: no nos rompamos la cabeza, aquello que creó todo lo que es, no es y es infinito, por definición no es imaginable y aquello que está más allá de las palabras no puede tener nombre.

Hasta aquí vamos, pero no pudieron resistir la tentación del poder. Autoritarios como eran (no sólo ellos, también los demás), a su descubrimiento lo patentaron como revelación de los elegidosser por prohibir: Prohibido imaginar y pronunciar el nombre de Dios, bajo pena de muerte. En los santos libros y puesto que Dios es inimaginable e impronunciable, cambiemos el verbo toda blasfemia o herejía está penada con la muerte.

La tortura mental de prohibir imaginar y pronunciar generó de ahí en más neurosis de lo más variopintas que ni siquiera la lic. Feinberg puede curar.

La palabra tortura no es aleatoria, es lo que es: un real retuerce de sesos.

El hombre es malo por naturaleza, dice el pesimista Saramago. Yo diría que la holgazanería es natural en el hombre, de modo que para conseguir algo busca la manera más facil y eso implica pasar por encima de los demás. Claro que hay gente menos “mala”. En el Caballero demediado, de Italo Calvino, queda claro que una persona absolutamente buena es insoportablemente melifluo, mientras que una absolutamente mala puede llegar a ser incluso divertida. Y de esto, cómo aceptamos que el mal sea representado por el diablo cuando éste fue creado por dios. Cómo explicamos que Dios haya creado el mal.

De todos modos, lo que a todo el mundo preocupa es si Dios escucha nuestros ruegos y actúa de modo consecuente.

Mi respuesta es no.

Aunque Einstein dijera que Dios no juega a los dados, nuestro destino es aleatorio, casual.

Que si Dios castiga a los malos, les digo que castiga y beneficia a buenos y malos por igual. Y si esto es así, entonces significa que le da lo mismo, o no está enterado, o no le importa; nos puso en este planeta y nos dejó con el poder de arreglarnos solos. Inclusive, nos dejó con el poder de pensar en Él.

Todo lo que nos ocurre es el fruto de nuestra voluntad, la casualidad y las deficiencias genéticas.

Cuando dejemos de atribuir a Dios todo lo que nos sucede probablemente estaremos en condiciones de subir el primer escalón de la larga escalera que conduce a la espiritualidad. Recién entonces la fe, que vela el entendimiento, ya no será necesaria.


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