Ya conté, creo, que a los 7 años les dije a mis viejos que de grande sería escritor y que su respuesta inmediata había sido rotundamente no, que lo que la familia precisaba era un contador.
Así, aunque aquello que está en la naturaleza propia no puede ser aniquilado, hundí con el pie ese condenado monstruo que causaba tantas muertes por falta de alimento y dinero, en las pantanosas aguas del olvido.
De todos modos, el leviatán de la pasión literaria, supuestamente controlado, latente, siempre se las arregló para digitar desde las profundidades una secreta pulsión hacia la lectura.
Casi siempre estuve leyendo un libro o dos o tres o más a la vez. Esto era, si el libro número 1 era, a pesar de ser cautivante, muy denso, su pesadez se mitigaba con la lectura de otro más llevadero y así sucesivamente.
Al principio consideraba un pecado de difícil expiación cualquier modo de lectura que supusiera alterar el sagrado destino de leer todo, desde el prólogo hasta el punto final, en línea recta.
Este pecado, obviamente, tenía su corte ideológico surgido de vaya uno a saber cuál de todos los gobiernos autoritarios y dictatoriales que tuvimos.
"Lo que se empieza debe ser terminado", parece un mandato religioso y moral de aplicación en todos los ámbitos sociales e individuales.
Comencé a sublevarme cuando leí que Georgie Borges dijo:
"Un clásico es un libro del cual todo el mundo habla pero que nadie a leído".
"Si comienza la lectura de una obra, aunque fuera ésta considerada el cúmulo de la literatura universal, y luego de la primera página siente un terrible aburrimiento, esa lectura debe ser inmediatamente abandonada, pues esa obra no ha sido escrita para Usted."
Conozco gente que aunque reconoce estar leyendo un aborto literario rehúsa dejarlo y lo padece hasta el final. Estas personas sufren de un terrible complejo de culpa.
Para qué?
La verdad, no lo sé.
Para echar un poco de luz y paz rivotrilizada sobre cómo leer, les acerco este decálogo (robado de aquí y allá -
Panesi,
Link,
Sarlo-):
1. Leer cuantos libros quieran a la vez.
2. Abandonarlos para siempre en cualquier página.
3. Espiar el final (me han contado que hay lectores de policiales que no comienzan la lectura sino conocen el desenlace antes).
4. Leer en cualquier orden.
5. Saltear páginas.
6. Omitir prólogos (recomendable) - generalmente un prólogo sirve para promocionar a otro escritor ya consagrado pero con las ventas un poco bajas, explica lo que no es necesario explicar, o aclara el texto que está por venir. Si hay que aclarar algo es porque el texto tiene problemas y si los tuviera, mejor descubrirlo uno mismo.
7. La interpretación de un texto no es única: hay tantas interpretaciones como lectores tiene la obra. Evitar peleas inconducentes con otros lectores tales como, El cenicero simboliza al padre, No, el cenicero es el mundo, No el mundo es el cajón de los juguetes...
8. La interpretación de un texto por parte de su autor es tan válida como la de cualquier lector. Una vez terminada la escritura, el autor muere para convertirse en un lector más.
9. Las notas al margen del autor no deben ser omitidas: generalmente aportan datos jugosos, que estuvieron a punto de ser censurados por el autor, pero por piedad o providencia los puso.
10. No hacer caso a ninguna de las sugerencias anteriores. Lean como se les cante el tujes.
0 comentarios:
Publicar un comentario