El virus de la Manchuria
Un sujeto se había ido de turismo sexual a Asia.
En su periplo de entrega a los placeres prohibidos no dejó títere con cabeza.
En su periplo de entrega a los placeres prohibidos no dejó títere con cabeza.
Hasta que tuvo que volver.
Una mañana, al levantarse para orinar descubre que su virilidad presenta manchas verde fluorescente y pústulas purulentas. Horrorizado, sale corriendo al hospital donde es sometido a una infinidad de análisis. Ya con los resultados en el consultorio con el médico, quien luego leer y repetir una seguidilla de ajás, mhmms, psés y enfines, mira al paciente desesperado quien se anticipa y le pregunta, Qué tengo, doctor, qué tengo, Usted tiene el famosísimo virus de la Manchuria, Ah, bueno, respiró aliviado, venga la inyección y listo, Lamento decirle que el virus de la Manchuria no tiene cura, Cómo que no tiene cura, Por eso es famosísimo, y antes de que la infección se extienda y le provoque una dolorosa muerte hay que amputar la zona afectada, No, no, no, no, nada de amputar, y huye despavorido del consultorio llevándose por delante en los pasillos a camilleros, enfermos y enfermeras.
Caminó sin rumbo por horas hasta que se encontró en el barrio chino. A unos poco metros dio con un local donde atendía un médico chino, y pensó que siendo el mentado virus frecuente entre aquella gente, era casi seguro que allí lo ayudarían de verdad.
El local estaba emborrachado de incienso, Budas de oro, el color rojo y lámparas de papel de arroz. Traspasó una cortinita de cañas de bambú y vio al doctor arrodillado sobre un almohadón, tal vez rezando, tal vez meditando, tal vez durmiendo. Era un anciano de milenaria y fina barba blanca, como de hilos de seda y sus uñas, sin dudas, podrían atravesar una manzana grande.
El enfermo, preso de la desesperación se baja los pantalones y sin prolegómenos le dice, Doctor, doctor, ayúdeme, el médico me me dijo que tengo el virus de Manchuria y que me lo tienen que amputar, el chino, inmutable se acarició la finas hebras de su barba y sonrió, el tipo prosiguió, seguro que hay un tecito de hierbas que cura de inmediato, algo, Vilus de la Manchulia, dijo el médico y volvió a sonreír, Por favor deme algo ya, Amputal, amputal, estos doctoles no saben nada, Ja, ya lo decía yo, Nada de amputal, Qué suerte que lo encontré a Usted, Amelicanos estúpiros, todo lo solucionan con opelaciones, amputando, Qué bien, qué bien, deme ese tecito, nomás, Nada de tecito miragroso, nada de amputal, sonrió y dijo meciéndose la barba, en dos días se te cae solo.
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