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De todas las aburridísimas series de médicos, Dr. House es, para mí, la mejor.
El tipo es tan egocéntrico, sarcástico, hijo de puta con el prójimo y adicto al Vicodine (opiáceo) como genio para diagnosticar enfermedades indescifrables.
A House lo obsesiona diagnosticar, no salvar al paciente.
Diagnosticar es para él lo mismo que resolver un crucigrama o criptograma. Lo que está disperso y oculto debe ser reunido y revelado, así como la grilla vacía impresa en el papel va siendo completada -no sin tachaduras y enmiendas-, el cuerpo enfermo es grilla y letra oculta para House.
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