3/3/08
De crítica ligera
Intentaré explicar qué es literatura y qué no.
No se trata de decir que un best seller, tipo Sidney Sheldon o Harry Potter no son literatura mientras que el Quijote sí lo es.
En todo caso, será buena o mala literatura, según la crítica en un determinado momento histórico (sobran casos de artistas de todas las disciplinas, odiados y ridiculizados que años más tarde, o peor: post mortem, son reconocidos)
Por empezar, todo arte tiene un soporte y un material.
Desde el punto de vista del materialismo marxista todo es material. Si algo tiene lugar entre los ejes espacio-tiempo, es un material (las ideas escritas lo son) y como tal es transformado por el hombre.
En la literatura esto es pertinente, puesto que las ideas se materializan en palabras que son escritas o impresas en una superficie plana cualquiera -papel o papel electrónico preferentemente- para ser luego reproducidas mecánicamente o electrónicamente.
Hasta aquí no podríamos decir qué diferencia un texto literario de una noticia en el diario.
Lo que cuenta es qué hace que algo sea leído como literatura y qué no.
¿Es el formato libro?
Hay libros digitales y textos literarios reproducidos en periódicos, revistas o internet.
¿Es su reproducción mecánica?
Hay diarios íntimos, rollos del Mar Muerto, poesía escrita en un boleto, la poesía recitada, las historias transmitidas oralmente durante siglos hasta que amarraron en La Biblia, La Ilíada, El mío Cid, Las mil y una noches, etc.
Los formalistas rusos intentaron encontrar la literaturidad de la literatura, postular la literatura como ciencia, pero fue en vano: la literaturidad, la esencia de la literatura no existe, la literatura es una nada, cuando se cree dar con ella se escurre, es inaprensible.
La literatura es una operación de lectura, me dijo Jorge Panesi en una charla de pasillo para que me vaya de una vez.
En términos de Mukarowsky, se activa la función artística del objeto: así como una antigua plancha a carbón era en sus tiempos de funcionamiento un utensilio doméstico, hoy hay gente que la ha repintado, ubicado en un estante y rellenado con una planta transformándola en un objeto de decoración (artístico), y ni hablar del mingitorio en el museo, de Duchamp. Cambia la percepción del objeto. Esto también ocurre con la literatura.
Borges dijo con gran acierto precursor de la teoría de la recepción estética (H. R. Jauss), que todo aquello que es leído como literatura es literatura (cfr. Las inscripciones de los carros, Evaristo Carriego (1955)) y sanseacabó.
Hay algo en el texto literario que es descubierto, recibido e interpretado por el lector. Ese algo lo desestabiliza, le hace perder de vista los límites, su ubicuidad, es emprender un viaje a lo desconocido: una sensación de incertidumbre que produce angustia por no poder controlar ni conocer el resultado, la totalidad, es confrontarse con lo unheimlich freudiano.
Esa intención en la recepción hace que el texto sea o no literario.
El arte repone lo que ha sido recortado por el lenguaje y no siempre aquella revelación puede ser puesta en palabras.
Cuando puede explicarse ese desvelamiento ocurre la crítica.
Y hay tantas críticas como lectores, todas válidas, en tanto y en cuanto todo lo que digan emane del texto y tenga en cuenta el momento de producción histórico del texto.
De lo expuesto, llegará un momento en que como todo es texto (inclusive nosotros, seres textuales) todo será literatura.
Cierro otra vez con Georgie y su Biblioteca de Babel: allí está comprendida toda la literatura posible, desde la considerada como tal hasta la que lo será.
Amén.
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