Hoy hablé con el conde Mascetti, quien ya había vuelto de sus minivacaciones en Tucumán. Hacia el final de la conversación me contó que el domingo pasado, al abrir la heladera, la señora condesa se percató de que no había nada cárnico a qué hincarle el diente, lo cual remedió mirando fijamente a Mascetti a la vez que levantaba una ceja y estiraba el dedo índice en dirección a la jaula de los conejos. El conde comprendió de inmediato. Tus deseos son órdenes, mi reina, le dijo con una reverencia, y para allí fue.
Según su milenario conocimiento, para matar un conejo hay que agarrarlo por las patas traseras y darlo vuelta. Cuando la nuca colgante queda bien expuesta se le sacude un golpe seco con el mango de un cuchillo (hay que tratar de no apretar demasiado el filo) y listo, el conejo muerto está.
Pero esta vez, el conde intentó ejecutar al lepórido de modo diferente: se arrodilló acogotando al comedor de zanahorias contra el suelo mientras le daba a la cabeza con el mango del cuchillo sin cuartel. Pero el bunny no se moría. Incluso, me confesó que el bicho se quejó un par de veces con un ñiiii ñiiii, nada más. Viendo que este nuevo método no le daba resultado intentó desgañitarlo tirándole de la cabeza como si estuviera sacando un corcho de una botella, luego revoleándolo contra las paredes externas de su palacio pilarense.
Por más resistente que haya sido el conejito o ineficiente la técnica del conde llegó el momento en que tuvo que expirar (el conejo).
Así volvió el conde Mascetti a la cocina: triunfal, sudoroso, pálido, con el animalito exangüe tomado por las orejas.
Me confesó que al desollarlo la criaturita de Dios presentaba severos hematomas en la parte del cuello.
Con uno solo no alcanza, le dijo la condesa, traé dos más.
Ni en pedo, le contestó.
Y te lo comiste.
Obvio.
Y alcanzó un solo conejo para todos ustedes, le pregunté.
Lo hice Chop Suey.
Hay Chop Suey de conejo, inquirí.
No sé, pero quedó rico.
Entiendo.
El secreto para matar conejos, me dijo el conde, es no ponerles nombre.
Así cualquiera.
2 comentarios:
Respondiendo a los últimos dos posts, vale lo de no ponerle nombre a los conejos, así cómo a los africanos (vietnamitas, guatemaltecos, kosovares, iraquíes, y larga lista de etc). Siempre se los denomina por sus genéricos adjuntándoles o no algún adjetivo no muy ponderativo. Conejo, conejito, negrito, cabeza...
Será cierto que es así?, o les alcanza con un: "no es nada personal, son solo negocios"
darwinista, buen cruce intertextual ha hecho.
en realidad, no sé cual de los dos posts es más sanguinario.
de todos modos, it's nothing personal, it's only business.
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