20/3/08

Rorschach


Volvió del trabajo con la firme decisión de decírselo.
Dejó el portafolios contra el paragüero y al levantar la vista la vio sentada en el sillón, los de ver de cerca sobre el borde de la nariz, tejiendo una larga bufanda.


Hola.
Hola, cómo te fue hoy.
Bien.

Tenemos que hablar.
Decime.

Ella cruzaba y descruzaba las largas y peligrosas agujas, la lana iba y venía velozmente, el ruido a espadas batiéndose lo detuvo. La imaginó como a un torero dándole la estocada final luego de la confesión.

Decías.
Cómo te fue a vos.
Bien, nada especial, qué tenías que decirme.
Quisiera tomar un café en la cocina.
Dale, yo también quiero.

Ella dejó el tejido sobre el sillón, las agujas fuera de sus hábiles manos le parecieron acaso más pequeñas.

Se sentaron a la mesa y rociaron edulcorante en el humeante café.

Te escucho.

Él titubeó al ver sobre la frutera vacía unas enormes tijeras que ella usaba para cortar paño.

Mientras te decidís voy a preparar la cena.

Se levantó, se puso el delantal blanco y dándole la espalda comenzó a cortar cebollas con un gran cuchillo. Las lágrimas sin pena no tardaron brotarle. Giró hacia él mientras se las escurría con el dorso de la mano.

Cuánto misterio, vas a hablar o no.
Es que...

Apoyó su cintura contra el borde de la mesada. Los ojos rojos, los brazos cruzados. Empuñando el cuchillo parecía un temible carnicero.

Qué pasa, mi amor.

Se limpió las manos en el delantal, avanzó y volvió a sentarse junto a él. Dejó el cuchillo manchado con sangre de cebolla sobre la mesa, entre los dos.

A decir verdad, dijo ella, yo también tengo algo que decirte.

Se sintió irritado, estaba perdiendo su turno, su prioridad, el que tenía que decir algo era él, qué cosa era ese algo de ella, qué podría ser más importante que su noticia.

Voy a dejarte, Amo a otra que, dijeron al mismo tiempo y callaron de repente.

La sed del filo, reverberando bajo la luz fluorescente, partió el espacio en dos.
De ahí en más, restaba saber quién llegaría primero a tomar el asunto por el mango.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

terriblemente real....

El Burgués Apóstata dijo...

caramba, ¿en serio?